Hestia

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Una vez fuera Quirón y yo pasamos junto al campo de voleibol, y algunos chicos se dieron codazos. Uno señalo el cuerno de minotauro que llevaba. Otro dijo: "Es él"

La mayoría de campistas eran mayores que yo. Sus amigos sátiros eran mas grandes que Grover, todos trotando por allí con camisetas naranjas del CAMPAMENTO MESTIZO, sin nada que cubriera sus peludos cuartos traseros. No soy tímido, pero me incomodaba que me miraran, como si esperaran que fuera especial.

Me volví para mirar la casa. Era mucho más grande de lo que me había parecido: cuatro plantas, color azul cielo con madera blanca, como un balneario a gran escala. Estaba examinando la veleta con forma de águila que había en el tejado cuando algo captó mi atención, una sombra en la ventana más alta del desván a dos aguas. Algo había movido la cortina, sólo por un instante, y tuve la certeza que me estaban observando.

—¿Qué hay ahí arriba? —le pregunté a Quirón.

Miró hacia donde yo señalaba y la sonrisa se le borró del rostro.

—Sólo un desván.

—¿Vive alguien ahí?

—No —respondió tajante—. Nadie.

Tuve la impresión de que decía la verdad. No obstante, algo había movido la cortina.

—Vamos, Percy —me urgió Quirón con demasiada premura —. Hay mucho que ver.

Paseamos por campos donde los campistas recogían fresas mientras un sátiro tocaba una melodía en una flauta de junco.

Quirón me contó que las fresas eran las que cubrían los gastos del campamento, y de que el señor D producía que las plantas crecieran más rápido cuando estaba cerca.

Observé al sátiro tocar la flauta. La música provocaba que los animalillos y bichos abandonaran el campo de fresas. Me pregunté si Grover podría hacer esa clase de magia con la música, y si seguiría en la casa, aguantando al señor D.

—Grover no tendrá problemas, ¿verdad? —le pregunté a Quirón—. Quiero decir... ha sido un buen protector.

Quirón suspiró. Dobló su chaqueta y la apoyó sobre su lomo, somo si fuera una pequeña silla de montar.

—Grover tiene grandes sueños, Percy. Quizá incluso más grandes de lo que sería razonable. Pero, para alcanzar su objetivo, antes tiene que demostrar su gran valor y no fracasar como guardián, encontrar un nuevo campista y traerlo sano y salvo.

—¡Pero si eso ha hecho!

—Estoy de acuerdo contigo —convino Quirón—, mas no me corresponde tomar a mí esa decisión. Dioniso y el consejo de los Sabios Ungulados deben juzgarlos. Me temo que podrían no ver este encargo como un logro. Después de todo, Grover te perdió en Nueva York. Y está también el desafortunado... destino de tu madre. Por no mencionar que Grover esta inconsciente cuando lo trajiste al interior de nuestra propiedad. El consejo podría poner en duda que eso mostrara valor por parte de Grover.

Quería protestar, me sentía culpable ya que si no me hubiese escapado en Nueva York tal vez nada de esto hubiese ocurrido.

—Le darán una segunda oportunidad, ¿no?

Quirón se estremeció.

—Me temo que ésta era su segunda oportunidad, Percy. El consejo tampoco es que se muriera de ganas de dársela después de lo que pasó la primera vez, hace cinco años. Aun es pequeño...

—¿Cuántos años tiene?

—Bueno, veintiocho.

—¿Qué? ¿Y está en sexto?

Percy Jackson En Busca de CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora