Carrera contra la lluvia

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Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo únicamente traduzco.

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—Por favor, Inuyasha —rogó Miroku—. Por favor, para. Vas a hacerte daño a este paso.

—¡Por favor, Inuyasha! —rogó Shippo—. ¡Por favor, no pares! ¡Quiero a Kagome! ¡Kagomeeeeee!

—Shippo... —dijo Sango con voz tranquilizadora. Incapaz de decidir quién sentía que tenía razón, se contentó con apoyar una mano en la cabeza del zorrito para intentar calmarle. En cambio, se volvió hacia Inuyasha—. ¿No dijiste que la época de la que viene Kagome es segura?

¿Kagome estaba a salvo?

Inuyasha fijó la mirada en el agua que subía por el pozo mientras sus garras ensangrentadas y rotas se enterraban en el lateral del pozo.

¡Tenía que saber si Kagome estaba a salvo!

Entonces, se dio la vuelta y le dirigió un asentimiento a Shippo antes de volver a meterse en el agua.

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Agua.

Tanta... tanta agua.

Su patio había desaparecido.

Las calles habían desaparecido.

Los escombros estaban apilados cerca de los árboles que habían caído al suelo.

La pagoda del pozo era solo un esqueleto de madera, el propio pozo había desaparecido por completo.

Kagome se llevó la mano al pecho.

—Inuyasha... —susurró.

—¡Eh!

Kagome parpadeó y miró a sus alrededores.

—¡Eh, chica!

Kagome se dio la vuelta, el agua salpicó a su alrededor. Vio a un hombre y a su perro nadando hacia un bote. El hombre del bote le estaba haciendo aspavientos.

—¿Estás bien? —le gritó.

Kagome asintió. Entonces, se dio cuenta de que probablemente no podía verlo.

—¿Sí?

—¡Quédate ahí, iremos a por ti! ¡Te llevaremos a un refugio!

Al mirar atrás, hacia la casa, Kagome gritó en respuesta:

—¡Somos cuatro! ¡Y Buyo! ¡Tenemos un gato! ¿Podemos llevarnos a nuestro gato?

No se iría sin Buyo. Podía encontrar una forma de subirse al tejado si lo necesitaba. Al desván no. Visiones de ella ahogándose en su desván llenaron su mente. Puede ocurrir. Nunca te quedes atrapada en el desván en una inundación. Si el resto de su familia estaba a salvo...

—¡Sí! ¡Trae al gato! —El hombre le habló al que tenía al lado—. ¡Volveremos dentro de diez minutos! ¡Estate preparada!

Diez minutos.

¡Diez minutos!

Kagome giró sobre sus talones hacia la puerta y empezó a hiperventilar.

—¡Maaaamáááá!

Buyo... tenía que coger a Buyo primero. Si pensaba que iba a ir en su transportín, se escondería y no lo encontrarían a tiempo.

—¡Mamá!

Kagome caminó lentamente hacia su gato y le rascó las orejas. Entonces, lo cogió y metió sus patas bajo sus brazos, manteniéndolo clavado a ella. Él dio un alarido triste, pero Kagome lo mantuvo ceñidamente en su lugar.

—Kagome —dijo su madre soñolientamente—. ¿Qué pasa, cariño?

—Vienen hombres en botes. Diez minutos. Coge el transportín de Buyo. ¡Deprisa!

Su madre miró por la ventana y actuó con rapidez. Corrió hacia el armario del pasillo y sacó el transportín del gato, luego subió corriendo las escaleras para despertar a su hijo y a su padre.

—Coge ropa, tu cartera, tu pasaporte, el cargador del móvil —gritó su madre mientras corría—. ¡Mételo todo en bolsas de plástico!

Kagome metió suavemente a Buyo en su transportín y luego salió corriendo hacia la cocina, cogió una bolsa de comida para gatos y la puso en la encimera. Vació su mochila y metió dentro la comida para gatos, volviendo a meter algunos de los aperitivos que habían estado guardados allí para sus viajes al pasado. Luego, corrió por el salón, desenchufando todos los aparatos electrónicos. El gato estaba maullando mientras Kagome subía corriendo las escaleras.

Estaba acostumbrada a recoger a las prisas, pero nunca así.

Puso su portátil en la balda superior de su armario y metió un par de conjuntos en una bolsa de plástico. Antes de salir de su habitación, garabateó una nota para Inuyasha.

Tenía que hacérselo saber.

Sollozando, Kagome garabateó una nota para Inuyasha sabiendo que, con la pagoda del pozo destruida, tal vez no volviera a verle nunca. Y... y no todos sobreviven a una inundación.

Inuyasha:

Te amo. Siempre te he amado. Eres increíble, espero que lo sepas. Sé feliz, te mereces toda la felicidad del mundo.

Con amor, por y para siempre,

Kagome

—¡Kagome!

—¡Ya voy, mamá!

No era la forma en la que planeaba confesar alguna vez sus sentimientos... pero tenía que saber que era amado. Especialmente si ella...

Kagome negó con la cabeza. Después, tras dibujar rápidamente un corazón, Kagome dejó la nota en su cama. Entonces, bajó corriendo las escaleras.

Al pie de las escaleras estaba Souta, aferrando una bolsa de plástico contra su pecho, con los ojos muy abiertos y temeroso. Kagome se tragó su miedo y se aseguró de que no había rastros de lágrimas mientras le tendía su bolsa a su madre y metía los objetos embolsados en una nevera de plástico. ¡Vaya, qué lista era su madre!

—Espero que hayas metido tu máquina de juegos, hermanito —bromeó. Casi soltó una carcajada cuando Souta le enseñó su juego y su cargador en una bolsa con cierre aferrada contra su pecho.

Su madre miró alrededor de la casa con lágrimas en los ojos mientras sostenía la mano del abuelo. Kagome intentó no llorar mientras veía a su madre despidiéndose silenciosamente de su hogar.

¿Volverían a verlo otra vez? ¿Volvería a ver a Inuyasha? ¿O a Shippo? ¿O a cualquiera de su familia del pasado?

Kagome miró alrededor, a la cocina y al salón. Su hogar había estado lleno de tantos recuerdos felices. Y ahora... ahora lo estaban dejando. El sentimiento hueco en su pecho se estaba haciendo abrumador.

Kagome abrazó a su hermano pequeño, él no se apartó.

Juntos, la familia esperó silenciosamente a que los hombres con el bote se acercaran para llevárselos mientras la lluvia seguía cayendo y el agua seguía subiendo.

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Nota de la autora: Cuando los hombres de los botes vinieron para llevarnos, no sabía si volvería a ver mi hogar otra vez. Permanecer tranquila para atrapar a un gato mientras estás entrando en pánico es muy difícil, por cierto. Como tengo más de uno, tuve que asegurarme de que atrapaba primero al más asustadizo.

Sabía que iba a ser una de esas personas que se quedaba atrapada o moría en una inundación porque no podía dejar a sus animales... ¡Menos mal que dijeron que sí!

Cuando cayó la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora