Cuando cayó la lluvia

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Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo únicamente traduzco.

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—Un día —dijo Kagome mientras se secaba el sudor de la frente y descansaba de sacar paneles de yeso—, recordaremos esto como una suerte de gran aventura de cuando cayó la lluvia.

Le dolía la espalda. De hecho, estaba cansada, sudorosa y de mal humor, pero intentaba no demostrarlo. Todos estaban cansados, sudorosos y de mal humor. Y lamentando la pérdida de tanto.

¡Mantente positiva, Kagome!

—Y cayó —añadió Souta mientras ayudaba a su abuelo a levantar la moqueta. Usaron cúteres para recortar pequeñas secciones para convertirlas en trozos más manejables. El olor era horrible. Las mascarillas y los guantes de goma no ayudaron con el factor del repelús.

—Y cayó —dijo mamá en voz baja mientras paraba con la desgarradora tarea de tirar papeles estropeados, incluidas las fotos familiares.

Dejó que sus dedos tocasen brevemente la empapada portada de un álbum de fotos estropeado. Fotos de cuando eran bebés, fotos de boda, fotos de familia... ya no estaban. Mamá sacaba cualquiera que pensaba que podía salvar... pero había muy pocas. El hipo en la voz de su madre traicionó el sollozo que estaba conteniendo. ¿Había alguna foto de su abuela o abuelo que hubiera sobrevivido a la inundación?

—Sí, bueno, paró —dijo Inuyasha gruñonamente mientras sacaba fuera otro mueble que se había estropeado. El olor NUNCA iba a salir de aquella tela. Tal vez poner al que tenía un sentido del olfato destacado no fue su mejor decisión en cuanto a quién decidía qué podía quedarse y qué había que tirar. Kagome suspiró con tristeza mientras miraba a su alrededor a lo que quedaba de su hogar. A lo mejor él era la mejor opción, después de todo... Kagome no necesitaba a Hojo para que le hablase de los peligros del moho.

El agua que había inundado las casas estaba llena de cada gota de aceite y mugre que retenían las calles y quién sabía qué más. A juzgar por el olor, fuera lo que fuera, era sencillamente nauseabundo.

Kagome miró a Inuyasha mientras apilaba más y más en el creciente montón de escombros que cubría la mayor parte de su patio. Puede que hubiera parecido carente de emoción en su forma de deshacerse sin limitaciones de cosas que ahora eran basura ... pero Kagome sabía que no era así.

Una caminata por la ciudad la noche anterior le hizo saber que no estaban solos en su tristeza.

Era devastador ver montones de muebles y pladur, vallas rotas y paredes derrumbadas, montones de moquetas arrancadas y árboles cortados... todo parecía tan irreal. Rostros demacrados y cansados le devolvieron la mirada. Su corazón latió pesadamente en su pecho mientras el peso de la desesperación a su alrededor amenazaba con aplastarla. Y el olor... ¡el OLOR!

Hasta el momento, nadie tenía electricidad, aunque algunos tenían generadores de gas. Inuyasha había construido un foso rodeado de rocas para crear un lugar donde pudieran cocinar la comida. ¡Algo bueno de todos sus viajes era que sabían cómo apañárselas sin electricidad!

Inuyasha había ayudado a algunos de los más mayores que estaban intentando bajar los escombros a la calle. Kagome sabía que todavía bajaba para ayudar incluso cuando el resto de la familia estaba tomándose un descanso o durmiendo.

¡Oh, cuánto amaba a su demonio perro!

Recordó el momento de horror cuando Inuyasha la había llevado a casa días atrás. La pagoda del pozo había desaparecido, parte del tejado del templo había cedido por culpa de un árbol y una oscura línea de cieno alrededor de la casa mostraba lo alto que había subido el agua. Su hogar...

El árbol sagrado, no obstante, todavía se alzaba fuerte. Kagome extraía consuelo de eso.

—Podemos arreglar esto —le dijo Inuyasha mientras le daba la mano. Le dirigió una mirada gentil—. Reconstruiremos nuestro hogar desde los cimientos si es necesario. Lo llenaremos de nuevos recuerdos y salvaremos lo que podamos.

—El pozo...

—Construiremos otro —le dijo Inuyasha con confianza.

Kagome levantó la mirada hacia él con los ojos llenos de tristeza y culpa.

—¿Y si la magia no funciona?

—Entonces, nuestro hogar está aquí.

Como se quedó sin palabras, simplemente apoyó la frente contra la de ella y la dejó llorar.

Kagome se deshizo en lágrimas al recordar sus palabras y acciones.

Durante días, meses, tal vez incluso años, probablemente seguirían encontrando cosas que tendrían que tirar, o reemplazar, o arreglar. Puede que doliese al principio, pero todavía se tenían el uno al otro.

La habitación de Souta había sido la que menos daño había sufrido y la que tenía una temperatura más fría, así que ahí era donde dormían por la noche.

Reconstruirían poco a poco.

Saldrían de esta.

Un día, su hogar estaría restaurado. Un día, volverían al pasado a ver a sus amigos y continuarían con sus aventuras. Un día, las calles y los patios estarían otra vez limpios y recogidos. Un día, la vida volvería a parecer «normal».

Puede que no fuera ese día o el siguiente, pero llegaría ese «un día».

E Inuyasha estaría con Kagome para ver ese día.

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Nota de la autora: Por desgracia, fui incapaz de arreglar mi casa (perdí TANTAS pertenencias), pero tuve la suerte de que un amigo nos dejase quedarnos en su casa a mis animales y a mí. Aunque echo de menos mi casa, me considero afortunada porque mis animales y yo hayamos salido ilesos.

Gracias a todos los que habéis terminado esta historia. Y gracias por los buenos deseos de todos.

Cuando cayó la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora