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"Si el amor te maltrata, maltrátalo tú: si se clava, lo clavas y lo hundes."
Casana dejó un beso en la frente de cada uno de los niños mientras iban a dormir. Se aseguró de que estuvieran arropados antes de ir hacia Thea.
—Thea —llamo al ver una de las camas vacías —¿dónde está Hermes?
La mujer se acercó y sonrió.
—Suele ir al techo a ver las estrellas, Casana, tranquila, iré por él.
—No—paro Casana—yo iré.
La Baratheon salió de la habitación y caminó afuera del orfanato, fue a la parte trasera encontrándose con una escalera, le sonrió a los guardias que la acompañaban y empezó a subir con cuidado.
—¿Hermes?
Vio al niño sentado en el techo con la vista en el cielo. Casana caminó con cuidado y se sentó alado de él.
—Es tarde, deberías ir a dormir.
—Mis padres están ahí —dijo él señalando las estrellas —. Eso creo…
Casana miró las estrellas brillantes.
—Sé que no me abrían dejado solo, porque sí, ahora me ven brillando en el cielo.
—Yo también perdí a mi Madre.
Hermes volteó a verla.
—Nunca la conocí, en realidad, murió al dar a luz. Jamás había pensado que también podría estar viéndome desde ahí arriba, brillando como una estrella.
—No quiero quedarme aquí, no quiero morir como ellos.
Casana frunció el ceño, no entendía a lo que se refería el niño.
—No entiendo Hermes.
—Yo quiero que mi nombre sea recordado, no quiero morir sin que nadie sepa mi nombre. No quiero hundirme como todos los demás.
Casana ladeó la cabeza, al parecer Hermes tenía algo claro y eso era que no quería quedarse en un orfanato como un simple huérfano, él quería más.
—Quiero ser un buen luchador. Como la sombra.
A la Baratheon se le borró la sonrisa, la sombra, como llamaban al asesino, no parecía ser alguien a quien admirar. Mucho menos para un niño.
