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La Tierra del mar es un título que se antoja subestimable y poco atractivo. No es hasta haber avanzado lo suficiente en la trama cuando se logra entender su contexto. Yo trabajaría un poco en darle algo más de garra y aspereza.
🦋Portada:
Multicolor, vivo, vibrante, acorde con la riqueza descriptiva del texto. Antoja mirarlo largo rato, evoca la pasión del hombre hacia el océano.
🦋Sinopsis:
Eras de paz y tranquilidad en el reino marino de Caronte, regido por sirenas inmortales que viven centurias de forma laxa, tocan a su fin por el avance de un salvaje ejército de néyades y tritones, liderados por su reina, decidida a hacerse con el núcleo que labra la realidad del mar. Sía, la princesa sirena y Mérelin, el casi omnipresente mago real, harán frente a una batalla titánica teñida de dolor y de pruebas desgarradoras para defender su hogar tan querido.
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🦋Ortografía y gramática:
Prácticamente no he logrado encontrar errores, tal vez uno que otro en el tipeo (posible prisa o traición del autocorrector) pero no ofrezco quejas en este apartado. La autora ha cuidado, releído y pulido hasta resplandecer el texto con un esmerado, variopinto y atractivo vocabulario. De hecho, pienso que esta obra está para lectores veteranos y que gozan de hallar palabras no cotidianas. Fue un refresco lingüístico grande, este de aquí.
🦋Trama:
Primero que nada, tengo que sacarme el sombrero y ofrecer una reverencia ante la increíble capacidad de la autora en zambullir al lector en un paisaje tan exquisitamente descrito que el ambiente se sale de las páginas y termina uno buceando en un mundo acuático multicolor como en pocas ocasiones he tenido el chance de leer. La generosa cantidad de recursos facilita la recreación mental del lector del ambiente haciendo que no sólo los ojos plasmen el entorno acuático de fondo y adyacentes, sino que se vuelva dinámico, movedizo, danzante por las corrientes marinas y caótico, en el momento de la entrada del antagonista. En eso hasta he aprendido de la autora. Con todo, la exquisitez del envoltorio descriptivo encierra una trama un poco floja, una pugna de poder y una promesa no cumplida de terror y suspenso. Hay bloques tensionales sólidos y giros de trama con conceptos interesantes como la predación de almas y la condena de la eternidad, pero el regusto se desvanece con rapidez. La trama cobra más solidez desde el séptimo capítulo. Un lector casual podría abandonar el texto al tercer o cuarto capítulo, dado lo poco enganchante del desarrollo.
🦋Personajes:
Al terminar el texto se queda dudando en que si el rol protagónico del cuento es la princesa sirena Sía o el mago inmortal Mérelin, o, finalmente, la entidad terraria Linda. Con todo, cada uno tiene su carácter definido y sus rasgos que desdibujan y reconstruyen sus roles conforme la historia avanza, a ritmo de la tragedia que se va cirniendo sobre sus existencias. Sía debe sufrir una maduración forzada y dolorosa, Merelin recuperar lo que lo hace íntegro a costo de un gran dolor y remordimiento que dejó sepultado en su olvido personal y Linda es el gran trofeo, el gran ser que destruirá todo o recreará todo conforme al trato que le den. A mi vista mi predilecto terminó siendo Merelin, quien ofrece capas múltiples desde pasar como un viejecito bonachón tutor hasta la entidad suprema e inderrotable salvo por su propia culpa.
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🦋Conclusiones:
Nuevamente insisto en la capacidad genial de la autora en habernos creado un mundo tan repleto de detalles, delicioso a los sentidos y que hasta imaginaciones atrofiadas podrán erigir un chispeante entorno, con vista de combates tremendos y situaciones en ciertos casos, inquietantes. Ahora bien, del terror cósmico existencial sólo se me dio una cucharadita. La autora ha volcado la gran mayoría de su capacidad creadora en la creación de su mundo, pero la trama quedó disuelta salvando momentos intensos como en los últimos capítulos. Yo considero que es mejor poner el glosario en el principio, dado la riqueza y complejidad de numerosos términos que en ocasiones me marearon. La comparativa de este cuento sería como que me han invitado a comer lomo Wellington en un castillo de nobleza inglesa, en que penetré al lugar tras recorrer un suntuoso jardín a lomos de un brioso caballo alazán, de trenzadas melenas.
Llegando a la entrada fui recibido por un cuerpo de doncellas ataviadas de impecables uniformes cada una luciendo orgullosa la insignia real de la casa. Se me llevó por el pasillo hacia el comedor, a reventar de cuadros y retratos de antepasados de la familia, y las doncellas me contaban a brevedad las biografías de cada miembro destacado. Me senté en la mesa, en donde me ensalzaron las virtudes la plata esterlina 95 partes por 100 y la finísima porcelana china con delicados motivos pintados a mano. Mientras sentía el sedoso tacto de las servilletas de lino egipcio, me trajeron la entrada, una ensalada de cinco hojas diferentes en color, sabor y textura, salpicada con dulce balsámico de Modena. Y mientras me hablaban de la calidad de la carne, tierno Angus del que me aseguraron se me derretiría en la boca, llegó un perfumado café de tueste medio de la zona montañosa de Intag. Concluido el café, me pasaron unas servilletas humedecidas y calientes para limpiar mis labios, me escoltaron a la salida, y me dieron una afectuosa despedida. Y cuando cerraron las puertas, me di cuenta que de lomo Wellington, sólo me quedé con el dedo en la boca. El terror que tanto esperaba sólo se vio como una tortura del ente que no puede morir ante la eternidad, de cómo romper un ciclo falaz de vida y muerte, pero que no movió mis fibras sensibles ante el miedo. Me gustaría leer más a la autora, para ver cómo puede realzar sus coloridas historias con mucha más oscuridad y tonos sombríos, sabiendo que la muerte muchas veces es más salvación que condena.
