«Cuando la tentación late entre dos corazones; la única salida que queda es... caer»
Lotty siempre se ha sentido invisible, y aunque nunca se ha preocupado por hacerse notar ante los ojos de los demás, decide mudarse a Boston para seguir cautelosame...
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Lotty
Mi cuerpo se encuentra cubierto por un vestido azul cielo que me regaló mi madrina para el bautizo de una de mis primas. Clare, la amante de los delfines. Prometió que algún día será rescatista en el Amazonas. Deslizo los dedos sobre la suave tela de la prenda de vestir. Tiene una textura tan delicada que mis dedos hormiguean bajo su tacto.
Justin me ha invitado a ir con él al dichoso barco esta noche.
<<También lo ha hecho Chandler>> me recuerda mi subconsciente.
No puedo ni siquiera idealizarme la reacción que tomara cuando me vea llegar con su compañero de habitación. Por el modo en el que Hans se refiere a ellos, me hace pensar que últimamente han estado atravesando muchos altibajos en su relación de convivencia.
Taissa carraspea detrás de mí.
—¿Cómo me veo? —le pregunto, mientras mis ojos continúan escudriñando mi vestuario.
Ella esboza una mueca.
—Como un hada de los dientes.
—¡Taissa! —le reprocho.
Ella cede.
—Bien. Te ves muy bien. Aunque...
Su voz se ve opacada por el chirrido de la puerta al ser abierta por otra persona. Naomi, que entra cargada de sus libros y bolsas con trozos de tela guindando por doquier, nos dirige una mirada curiosa.
Señala mi atuendo.
—¿Vas a la capilla?
Siento a mis mejillas inflándose de calor.
—No. Voy a una fiesta.
Naomi se echa a reír a todo pulmón, y luego termina sacudiendo la cabeza. Se inclina hacia sus bolsas. Tanto Taissa como yo compartimos una mirada curiosa mientras ella sumerge la cabeza en una bolsa en busca de algún objeto.
Saca la cabeza, junto a una refulgente tijera gigante.
—¿Qué vas a hacer? —insisto al ver que comienza a acercarse a mi vestido con su arma blanca entre los dedos.
—Arreglar este desastre. Ahora, siéntate si no quieres que te recorte una vena.
Hago lo que me pide.
—No creo que sea necesario...
—¿Estudias moda?
—No.
—Entonces, permite que una profesional se haga cargo del asunto.
—Vale.
Sello mis labios mientras observo los trozos de tela que caen a los costados de mis pies. El crujido de la tela despedazándose envía electricidad por todo mi cuerpo. Taissa coge asiento en la cama, y me lanza una mirada de miedo.