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Minho estaba frustrado, se paseó por casi toda la prisión y aún no encontraba a la persona por la que había entrado aquí.
En dónde mierda te has metido.
Bufó dirigiéndose al comedor, aún no había ido a ese lugar, era horario de cena, supone que está ahí, sabe que al hijo de puta le encanta comer como un animal.
Observó el lugar una vez que llegó, es mucho más grande de los que conocía, podía decir que acá sí comían bien y en mayoría, hasta dos platos por persona admitiría que alcanzaría.
Supone que esto es así, ya que la cárcel no está diseñada para matarlos del hambre o hacer que no duerman.
Los presos tenían que sobrevivir a ellos mismos, preso por preso. A los oficiales no les incumbe cómo lo harán.
Es cómo vivir encerrado en una mansión por años, muchos presos han llegado a la vejez aquí, sin atreverse a pelear, se encerraban en sus celdas una vez que comían y sólo salían para ir al baño, era una manera de sobrevivir sin tener que derramar sangre.
La diferencia es que en las mansiones de familia tienes sirvientes que te tratan de maravilla, que cuidan de ti, y puedes ser libre cuándo lo desees.
Aquí tienes que cuidar tu culo en cada minuto, una sola mirada y podrías estar muerto.
El peligris enfocó su vista en la cabellera roja y sonrió ladino, llevaba su típica coleta detrás, dejando caer su largo pelo por su nuca.
Los presos comenzaron a murmurar por la llegada de Lee, mientras este iba caminando en dirección a su amigo, los condenados que aún seguían comiendo se inclinaron intencionalmente hacia atrás mientras lo observaban cuidadosamente.
El murmullo captó la atención de su compañero quién se levantó sorprendido de su asiento corriendo a su dirección mientras mantenía un pedazo de pollo en su boca.
—Estás loco hermano —estrechó una de sus manos con las de Minho y juntaron sus pechos en forma de saludo—, ¿Cómo es que te trajeron aquí? —preguntó curioso —, les sudaba la cola a los oficiales, ninguno quería lidiar contigo —le comentó graciosamente.
Hwang Hyunjin, fiel compañero y único mejor amigo de Minho, eran como hermanos. Se tenían en las buenas y en las malas.
Lee rió por lo último oído, con un gesto le indicó al pelirrojo que vuelva a su asiento, tenía mucho que comentarle.
Ambos se sentaron estando frente a frente, Hyunjin subió sus pies a la mesa terminando lo poco que quedaba de su comida, Minho solo lo miraba mordiéndose las uñas.
—¿No piensas decir nada?
Lee suspiró, mirando de reojo varias veces a sus alrededores antes de hablar, iría directo al grano.
—Tengo un plan de escape, y será el único que nos va a poder sacar a ambos de aquí.
