INTRO

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2016

Hace días que sigo dándole vueltas a mi cabeza a muchas ideas para la entrega de mi trabajo final. Recientemente me he dado cuenta que no es la carrera que en realidad le daba sentido a mi vida, pero bueno, ya era un poco tarde para dejarla,  me faltaban un par de meses y concretaba por lo menos una tecnicatura en turismo, porque ciertamente lo que más me gustaba era viajar y el último final consistía en eso, en una pasantía en Portugal. 

Lo había dejado con mi última pareja después de un intenso ir y volver, dónde ya ni siquiera el sexo era piel, sólo costumbre, por eso la pasantía iba a ser no sólo la finalización de una etapa, sino también descansar de coincidir con ella en diferentes lugares de la Universidad. Aunque estaba acostumbrada a eso, porque había salido con varias, con ésta última pareja duré bastante y la tomé en serio, porque el comienzo fue muy simple, casi como si hubiésemos salido desde siempre, hasta que bueno, la costumbre, los estudios, y otras personas que se cruzaron para distanciarnos, terminaron por acabar con nuestra paciencia en la convivencia y con lo que creíamos iba a ser para toda la vida. Yo tenía claro que muchas veces me abrazaba con la sal de otras en su cuerpo, o también qué la llamaban en diferentes horas y se ponía nerviosa. Y un día se descubrió todo, sin más... claro salía con otra, pero para mí hoy pienso que fue lo mejor, porque a veces uno se ata a las rutinas y termina sin vivir. 

Ahora me esperaba algo nuevo, otro país, otras amistades, y por qué no otras distracciones, porque claro no todo iba a ser estudiar. 

Mi familia ya sabía que había decidido ese destino, y llegaban hoy a Madrid para despedirse y acompañarme al aeropuerto. El avión no tardaba mucho en llegar a Portugal, pero bueno mis  padres insistieron en despedirse y yo estaría allí un primer cuatrimestre, para comenzar mi final de proyecto que consistía en armar unos circuitos turísticos por casas rurales. Así que con mucho cariño y paciencia, recibí la despedida, los chocolates, los abrazos, los dibujos que me enviaban mis sobrinos, y también las recomendaciones de mis padres, que me reiteraron más de mil veces "no dejes de llamar" (como si eso fuera posible). También mi madre me había regalado una bufanda, ya que era invierno, pero más que nada la guardaba porque conservaba el olor a mi casa y me daba ternura llevarla conmigo. 

Por cierto, mi nombre es Mónica.

Contando los días I (VANICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora