Capítulo 4

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La alarma sonó a las siete en punto, pero yo, como de costumbre, no me levanté hasta y cuarto. Era lunes, y no tenía ganas de ir al instituto. Además, solo estaba en segundo, y sabía que me quedaban muchos años por estudiar todavía. Y, para commo, el lunes tenía más inconvenientes, como que a primera hora tenía matemáticas, con el profesor que más odio de todo el instituto (yo y mucha más gente), o que a quinta tenía educación física, la asignatura que peor se me da, pero que, sin saber cómo, siempre apruebo.

Esa semana no iba a poder parar de estudiar. Tenía exámenes de todas las asignaturas, la semana siguiente o a finales de esa misma. No se me daba mal memorizar, pero sabía que esa semana me costaría más aprendérmelo todo. Por eso, cuando salí del instituto, fui a mi casa directamente, sin quedarme hablando con mis amigas. Comí y me fui a mi cuarto.

Después de estudiar toda la tarde, comprobé que me había aprendido un tema entero de lengua. Cansada, cogí el móvil. Ya había estudiado bastante por ese día. Ahora tocaba descansar, y coger fuerzas para el día siguiente, en el que también tendría que estudiar varias horas seguidas.

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