Bandeja de entrada

27 9 20
                                    

No más, se decía Carol. No miraría más la bandeja de entrada para revisar si su novio le había escrito. En su mente mil escenarios desfilaron. Estaba un poco preocupada y no por desconfiar de él sino de aquella que iba a ver. Para nadie era secreto que recientemente culminaba para ellos una relación llena de felicidad y amor. ¿Podrían luchar los sentimientos de Carol contra tal adversario? Temía. Se culpaba por no poder demostrar su amor sin tapujos, por no ser la primera en decir 'te amo', por no llamarlo, por no escribirle, pero sobre todo por sentir tanta incertidumbre y desconfianza. Intentaba calmarse a sí misma diciéndose que él la amaba, que se lo demostraba cada día pero ¿y si...? Carol respiró hondo, puso la vitrola, se sirvió una copa de vino y se sentó en el sofá que más le gustaba. Cálmate, que aún la sangre no llega al río. Si algo pasa no podrás evitarlo. ¿De qué sirve preocuparte en exceso? ¿No jurabas que confiabas ciegamente en él? ¿Es esa la fe que depositas en alguien que amas? ¿Y si fueras tú? ¿No te sentirías mal por tanto recelo? Así pasó el tiempo meditando y bebiendo antes de percatarse de la hora. Todo un día había pasado. Revisó nuevamente su teléfono. Aún sin respuestas. Se acercó lentamente al espejo. Observó su cara, su cuerpo, su ropa, las paredes de su vieja casa. No tenía nada que ofrecer salvo su corazón. ¿Sería suficiente? ¿Acaso él no había hechado por la borda todo eso antes? ¡¿Qué estás pensando, Carol?! Él te ama. ¿Qué necesitas que te diga? ¿No se ha arriesgado por ti? ¿No te ha cuidado como una reina? ¡Sin duda, te ama! Aún con aquel pensamiento dando vueltas por su mente escuchó el tono de su teléfono. Miró la pantalla y sonrió. Era él. Seguramente aquella noche terminaría su relación.

Y no se equivocó.

Manual para leer en las nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora