El último adiós

27 10 28
                                    

"A veces basta un instante para olvidar una vida, pero a veces no basta una vida para olvidar un instante."

Perdona pero quiero casarme contigo, Federico Moccia.


Estoy acostada en una cama de este lúgubre hospital, con dolor en las costillas de tanto toser, con la garganta herida, la respiración agitada, los brazos llenos de estos cables horribles, la fiebre calentando mi cuerpo... En el estado que me encuentro me sorprendí pensando en ti. Muchos aseguran que fuiste una pasión intensa, un amante del pasado, incluso un amor no correspondido pero yo... Yo te recuerdo como lo que realmente fuiste para mí: un amigo, un apoyo... mi hermano.

Aún recuerdo el día que te conocí. Corríamos en destinos contrarios, ajenos a las personas a nuestro alrededor. Chocamos como avionetas en la guerra, como aves a punto de capturar un pez, como venados en celo compitiendo con sus largos cuernos por una hembra...
-Lo siento. -dijimos al mismo tiempo mientras recogíamos el desorden de libros tirados por el suelo. Sonreímos al unísono, nos miramos tímidamente y nos presentamos.
-¡Mi nombre es Pablo! -exclamaste, limpiando tu mano en el pantalón para luego extendérmela.
-Mucho gusto, Pablo. Soy Sky.

Así nuestros caminos se cruzaron en este mundo... Juntos reímos, lloramos, caminamos, corrimos y nos caímos. Conocí cuán azules podían ponerse tus ojos al estar enamorado. Tú, en cambio, descubriste mi versión más estúpida cuando perdí el sueño por aquel chico que me enviaba cartas. Ambos nos destrozamos los corazones y ahogamos las penas, odiamos en silencio, perdonamos después. Pensé que las almas gemelas sólo se encontraban al enamorarse pero al hallar a alguien como tú, descubrí que eso no era cierto. Te amé. Tanto que dar mi vida por ti no hubiera bastado. ¿Cómo puede ser posible un amor tan puro entre un hombre y una mujer? Hermano ¿por qué tuviste que marcharte tan pronto? ¿Por qué me sabe tan amarga la despedida? Alguien toca la puerta sacándome de mis ensueños.

-Adelante.
-Hola, Sky. ¿Puedo interrumpir? -Amelie, una de mis amigas favoritas ha venido a visitarme. Sus ojos me muestran la sonrisa que se oculta detrás de su nasobuco.
-¡Claro! No interrumpes. Ven, toma asiento. -le indico, señalando una silla que está a la distancia correcta.
-¿Cómo te sientes hoy?
-Peor que ayer y mejor que mañana. -digo con tono de broma provocando nuestras risas. Se escuchan muy fingidas, obviamente.
-Quería venir antes pero... -sus ojos se llenan de lágrimas y lo entiendo todo. Me gustaría estar a su lado para poder consolarla.
-No te preocupes, Mel. Lo entiendo. ¿Cómo están tus padres? -Sólo niega con la cabeza mientras oculta su rostro entre las manos. Permanecemos en silencio por un buen rato hasta que ella se pone de pie. Sé que esta será la última vez que nos veamos y saberlo es mi pequeño secreto.
-Siempre supe que eras la hermana de Pablo. Nunca llegué a conocerlo tanto como tú, Sky. No me siento mal por ello, al contrario. Soy... feliz. Feliz porque incluso enfermaron juntos. Él de cáncer y tú... Bueno, sólo quiero decirte que fue genial tenerte de amiga, de hermana, de confidente... Fue realmente maravilloso porque... -Amelie se quita el nasobuco y respira profundo como si el oxígeno fuera a escapársele si no lo hiciera. Dos surcos de lágrimas manan de sus ojos. Subo mi nasobuco, no deseo exponerla. Mi acción lo empeora todo pues termina llorando aún más. Impotente sólo puedo mirarla desde la distancia.
-Mel, sé lo que... -intento, pero ella niega con la cabeza y levanta la mano en alto indicándome que no siga. Se seca los ojos con la mano y me mira fijamente antes de comenzar a hablar.
-Necesito decírtelo, Sky. Yo... estoy feliz de que Pablo haya pasado sus últimos días a tu lado. Sé que fue muy difícil para ti. De seguro ya te sentías mal en ese entonces y no nos decías nada.
-La verdad es que yo...
-Tranquila. -me interrumpe. -No te juzgo. ¿Cómo puedo hacerlo? Estabas muriendo junto con él y aún así te quedaste a su lado hasta el final. -Una lágrima escapa de mis ojos y estoy feliz de que el nasobuco las absorba. -Tú eres la verdadera hermana de Pablo, no yo. Y... por eso... te amo tanto... hermana. No te culpes, por favor. No hiciste nada más que... Nada más que lo correcto. -dice estas palabras y se marcha rápidamente. Sin embargo, ha olvidado algo. Olvidó llevarse la tristeza con ella. Mi corazón duele demasiado, casi al punto de querer arrancarlo de mi pecho. Mi cabeza da vueltas, siento que me estoy volviendo loca, que me estoy rompiendo.

Han pasado cuatro días desde la visita de Amelie. No logro definir bien lo que sucede a mi alrededor y mi madre sólo puede llorar al verme. Mis fuerzas me han abandonado. Ayer tuve un momento de lucidez y escuché a mi doctor. Conversaba con mi familia afirmando que cada día es una batalla ganada pero que esperan lo peor. Los especialistas no comprenden como un paciente ha podido empeorar tanto de un momento a otro. He entrado en la última fase de mi enfermedad. Ellos le llaman fase agónica, yo le llamo conciencia tranquila.


*La etapa agónica representa los últimos días de vida del enfermo. El impacto emocional en el paciente y en la familia es elevado a consecuencia del deterioro físico y la proximidad de la muerte.

Manual para leer en las nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora