Yūgen - Matsuno Chifuyu/Ryusei Sato X OC

最も美しい過去

Baji Miname nació un 31 de octubre de 1991. Fue duro para Ryoko, pues éste último embarazo pudo haber dejado algunas secuelas en su organismo. Aún así, ella y su hijo mayor, Keisuke, se encargaron de darle lo mejor a la pequeña, en especial su hermano.

Fue gracioso el momento de verla por primera vez, pues Keisuke había estado tratando de mencionar que tenía un rostro un poco raro y ciertamente divertido, pero a medida que fueron creciendo, se dio cuenta de lo hermosa y tierna que era y que podría llegar a ser su pequeña hermana, tanto que se prometió protegerla de todo mal y peligro, siempre mantener su sonrisa pura y genuina, así ayudando a su madre que tiempo después había sido abandonada, junto con sus dos hijos, por su ahora ex pareja. Desde entonces, los Baji eran literalmente inseparables.

Cuando ambos niños comenzaron su vida escolar, Keisuke siempre se encontraba atento a que nada malo le pasara a su hermana.

A los 8 años, Miname comenzó a usar lentes, ya saben, miopía y rastros de astigmatismo, y por esto ella temía ser objeto de burla por algunos, los niños a veces pueden ser crueles a tan corta edad, ella lo sabia. Pero, si alguien se atrevía a molestarla o a burlarse de ella, ese alguien tendría vía libre a los golpes de aquel niño pelinegro, cosa que no le gustaba a la pequeña, pero aún así le agradecía, además, de una manera u otra, ella hacía lo mismo por él.

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16 de septiembre de 2001

—¿A dónde vas?— Le preguntó a su hermano mayor.

—Voy a los juegos, quiero ganarle a esa maquina de una vez por todas— Respondió.

—¿Puedo ir contigo?—

Ambos niños se quedaban todos los días, a la misma hora, solos en su casa. Ryoko, su madre, trabajaba en un hospital de turno nocturno, con tal de darles lo mejor a sus hijos.

—No creo que sea buena idea...—

—¡Por favor!— Suplicó —Estoy aburrida y quiero ir contigo— Dijo, aunque para convencerlo, cambio su tono de voz y puso la cara más tierna que pudo.

—¡Pero a ti ni te gustan esos juegos!— Exclamó. Aun así, la niña continuó.

Keisuke no se pudo resistir.

Suspiró antes de contestar —Ay... esta bien, pero te quedarás conmigo en todo momento ¿oíste?—

—¿Hasta para ir al baño?— Preguntó inocente la más pequeña.

—¡No!— Bufó —Obvio no tonta, ¿qué cosas dices?—

—Solo decia— Rió.

—Anda, ponte tus zapatos y vamos ¡No olvides tus lentes!—

—¡Si!—

Ambos salieron de su hogar, rumbo a la tienda de videojuegos favorita del Baji mayor. La niña se aferraba a la mano de su hermano, concentrada en el camino, pero pararon por un segundo ya que ella había notado un lugar en específico que le llamó la atención.

—Kei, ¿ese es el dojo al que vas a entrenar?— Señaló el lugar con su mano derecha.

Hace poco, Keisuke había encontrado el dojo del anciano de apellido Sano. Estaba husmeando hasta que cierto rubio lo encontró, y este, confundido, le había propinado una fuerte patada, que luego habría ocasionado un moretón en su rostro, pues pensaba que el pelinegro estaba tratando de robar algo. Sin embargo, todo se aclaró minutos después. Aún así, la reprimenda que se ganó por parte de su madre fue inminente.