Capítulo 2.0 - La Gran Mortandad (1)

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Había terminado

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Había terminado.

Que un ser orgánico soportara tal impacto: imposible.

Muchos tragaron saliva, algunos apretaron sus dientes, la mayoría esperaba un milagro. Sin embargo, cuando la imagen resultante fue visible, un sentimiento falaz invadió el campo de batalla. SilverSkin estaba vivo. No obstante, considerar que 'eso' estaba vivo —un pedazo de carne quemada que latía de forma grotesca en el cielo—, simplemente, las personas no sabían que postura tomar.

—Esa cosa... —Una bella oficial ajustó sus gafas—. Parece el tumor extirpado... de un horrendo Kaiju.

—¿Un Kaiju? —El teniente perdió la calma—. ¡Eso no importa! ¡El problema es que ese hijo de puta sigue vivo!

—Lo sé... —La oficial aguzó la vista—. El detalle es este: si esa 'cosa' funciona como lo hace un Kaiju... es posible que sea capaz de curarse a sí mismo...

—¿En serio?

—Sí.

—¡Ese bastardo!

Después que el teniente y la oficial intercambiaran palabras, el artillero principal intervino.

—Imposible, según mis cálculos... debió soportar una potencia equivalente a 20 mil toneladas de TNT. Que haya soportado tal impacto y pueda recuperarse... ¡Me cago en todo!

—¡Maldición, chicos! —habló el cadete—. ¡¡Dejen de hablar estupideces!! ¡Está casi muerto! ¡Terminemos con esto y demos el golpe final!

Sin perder la compostura, James Campo Bravo, un renombrado general, ajustó su boina y esclareció el camino a tomar.

—Mantengan la calma, soldados. —El hombre de cabello canoso demostró una templanza heroica—. Hanna, quiero un informe del poder de fuego restante. Ahora mismo.

—¡Sí, señor!

—Artillero, prepare el RailGun23.

—¡Estoy en eso!

—Teniente, que los buques sin armamento retrocedan. Los portaaviones, igual.

—¡A la orden, señor!

—Cadete, fije el curso a las doce en punto.

—¡A toda máquina, almirante!

Luego de adjudicar tareas importantes, el almirante tomó su radio. Había que hacerlo, un presentimiento le advertía. Él respiró profundo.

—Aló, cuartel general. Sí, soy yo... —James mantuvo la calma—. Exacto, no me hagan repetirlo. Pongan en marcha el protocolo 32. —El almirante perdió la calma—. Carajo, ¡es una puta orden! ¡Hagan lo que digo y ya! Ahh, ¿quién tomará la culpa? Es obvio. ¡Lo haré yo!

De repente, al entender que pasaba, el teniente replicó airado.

—Almirante, ¿evacuar Londres? ¡Estamos ganando!

Heart's Weapons (Armas del corazón)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora