XVI

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El teclado es el sonido que más se escucha en el pequeño despacho. Solo uno, porque Kara ha sido la única que ha estado trabajando ahí en todo el día. Mira —por trigésimo tercera vez— por encima de la pantalla y ve ahora a Lena ayudando a William. Es lo único que la pelinegra ha estado haciendo: ir de un lado a otro para ayudar a los demás con tal de no volver a pisar la misma habitación que la rubia.

Kara aparta la vista de ella para visualizar la hora y suspira porque apenas faltan unos minutos para terminar la jornada laboral. Quiso hablar con Lena después de meditarlo mucho. No para salvar la situación ni nada por Imra, sino porque se arrepintió de perder las formas. No significa que no siga molesta porque lo está, pero tampoco puede echarle las culpas a alguien sabiendo desde un primer momento donde y con quien se estaba metiendo.

Sin embargo, Lena no quiso hablar con ella. Incluso la ignoró cuando pasó por su lado antes de que intentara frenarla o decirle algo. Eso significó que todavía seguía enfadada. Y, por supuesto, la pelinegra sigue más que enfadada. No culpó a Kara de que dudara de ella por evidentes motivos; pero, meditándolo después, habría sido lo más estúpido que habría hecho porque así se habría alejado de su objetivo y eso lo sabría cualquiera. Además, le sigue dando rabia que con Imra sí y con ella no cuando era totalmente lo contrario.

La editora en jefe se levanta para recoger sus cosas y suspira cuando ve que Lena entrando en el despacho de Cat y se sienta frente a ella. Está segura que, hasta que no se marche, la pelinegra no entrará para recoger sus cosas. No va a hablar de comportamientos infantiles porque Kara admite que es la primera y solo se centra en lo suyo. Sin embargo, frunce el ceño cuando escucha la puerta abrirse y tensa la mandíbula al ver a Diana cerrando.

—¿Podemos hablar? —pregunta con cautela.

—Si tienes algún artículo que...

—He notado la cierta tensión que habéis tenido Lena y tú esta mañana —corta Diana ganándose la seriedad de Kara—. No me hizo falta sumar dos más dos para saber cuál era el problema. Quiero decir, estoy segura de que ella te habrá dicho algo porque Lena no ha vuelto a pisar el despacho desde entonces y a mí ni siquiera me ha mirado cuando le intenté frenar. Y yo... —Exhala—. Lo siento.

—Ya... —suspira la rubia sabiendo a lo que se refiere—. La verdad es que no deberías ser tú la que...

—Es cierto que lo intenté con Lena —interrumpe la castaña abruptamente.

—¿Uh? —Frunce el ceño.

—Lo intenté —enfatiza.

—¿Lo intentaste?

—Pensé que Lena era... bueno... —Ladea la cabeza—. Pensé que seguía siendo de las mías, pero ya me ha dejado muy claro que dejó esa vida atrás.

—¿Me vas a decir que no te has acostado con ella? —ríe con sorna.

—No. Ni siquiera nos hemos besado cuando intenté hacerlo —suelta con tanta sinceridad y seguridad que hace que Kara cierre la boca sorprendida—. Es más, me advirtió que no volviera hacer algo así y le faltó poco para echarme de su coche cuando me llevó a casa.

—¿Ella... te ha pedido que me lo cuentes?

—Sabes que no hemos hablado en todo el día porque me he fijado de que no parabas de mirarla. —Se acerca a ella entre que saca su móvil—. Y te voy a enseñar la última conversación que tuve con ella, por si dudas de que lo hayamos hecho por mensaje.

La rubia quiere negar. Le da la razón a Diana porque se fijó que la pelinegra en ningún momento se acercó a ella durante toda la tarde, pero la reportera, aun así, le muestra la conversación. Kara se muerde el labio porque además pensó que esto está llegando demasiado lejos, de que es innecesario porque, después de todo, están en una falsa relación y la pelinegra puede hacer lo que quiere, pero se sorprende todavía más conforme va leyendo.

A tu izquierda  | Supercorp (Lena G¡P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora