XVII

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Una semana. Una semana de tortura. O eso es lo que va diciendo Kara a todos los que conocen su secreto, pero no es lo que realmente piensa. Y es que Lena, si antes estuvo encima de ella, no puede definir como lo está ahora.

La pelinegra se pasó todo el tiempo ronroneando la noche que compartieron juntas —que acordaran no hablar sobre ello no era sinónimo de no poder decir lo que pasó—. Y, no obstante, a la rubia no le irritó tanto, sino que cada vez se sorprendió más con su actitud. No fue con esa arrogancia de «Eh, caíste a mis pies» ni «Te recuerdo quien tiene el poder aquí» como se esperó, sino una voz melosa de «Tengo ganas de ti» o «Hoy es un bonito día como tú para volver hacerte mía, piénsatelo». Hasta le hizo la broma de «¿Cuándo vamos a quedar para ver una película con final feliz?».

De hecho, cuando Kara se despertó aquella mañana, se quedó petrificada al ver a Lena abrazando su espalda y, cuando la pelinegra se desperezó, la rubia abrió más los ojos cuando la abrazó con más fuerza tras el susurro de «cinco minutos más». Volvió a preguntarse si era normal en ella, pero ninguna comentó nada al respecto y fueron a trabajar como si aquello fuera algo natural.

Entonces Lena está siendo un poco más amable. O más dulce. O más tierna. O, mejor dicho, menos imbécil porque siguió manteniendo su esencia. Y Kara, aunque le está gustando que se comporte como una persona civilizada, también gruñó porque, después de todo, pensó que se le iba a pasar esa "tontería" y, sin embargo, le dio la razón a la pelinegra cuando le dijo «Sé que me deseas más que antes, bonita». Aun así, se prometió no volver a caer.

Siendo francos, Lena ni siquiera fue consciente de sus movimientos mientras dormía y se sintió tan bien que no quiso despegar a Kara. En cuanto a los siguientes días... La rubia tiene razón, cambió su actitud, pero porque admite que está enganchada a la rubia. No sentimentalmente, sino sexualmente hablando. Razonó que era normal. Ya se dijo que no era una cualquiera, pero ahora con fundamentos. Quiere decir, Kara no es una mujer de una fiesta, de un bar, de un evento; de una noche cualquiera y se acabó. Es su compañera de trabajo, alguien a quien ve casi todos los días que hizo que no parase de recordar sus besos desesperados, su rostro de placer, sus gemidos sobre su oído...

Fue tan buena que pensó que su compañera de trabajo se merecía un trato bueno desde entonces. O quizá para que caiga de nuevo, aunque se prometió comportarse para no hacerse ilusiones. Sabe que Kara sigue deseándola, pero reflexionó que no caería de nuevo o tan fácilmente cuando nombró a Imra alguna vez que otra tras recordar el plan.

—Tengo que buscar la otra carpeta. —Diana se levanta.

—Aun te sigue tonteando —comenta Kara nada más la reportera desapareció del pequeño despacho.

—Soy irresistible e increíblemente atractiva, ¿recuerdas? —se burla Lena con una sonrisa arrogante al mismo tiempo que pega su silla con la suya.

—Y yo sigo siendo tu novia, ¿recuerdas?

—¿Celosa?

—No es por ti porque veo cómo le cortas las indirectas.

—¿Entonces...?

—Es por Diana. Me parece una falsa —suspira la rubia sin contenerse—. Después de lo que hablamos...

—Cariño... —interrumpe la pelinegra posando una mano en su muslo—. No confíes tanto en las mujeres que saben lo que quieren. Mucho menos las que están dispuestas a hacer cualquier cosa por obtenerlo. Mírame a mí contigo. —Le guiña un ojo.

—Eres increíblemente insoportable cuando te pones así de creída.

—Pero no es mentira, ¿verdad? —Acaricia la tela de sus vaqueros.

A tu izquierda  | Supercorp (Lena G¡P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora