Prólogo

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Año 1945

Finlandia se encontraba exhausto tanto física como mentalmente. Su pierna izquierda estaba gravemente herida, lo que dificultaba su capacidad para caminar. Al finalizar el conflicto, sus compañeros le brindaron un bastón para ayudarlo en su movilidad.

Al llegar a su destino, Finlandia se dio cuenta de que había llegado y respiró profundamente. Sin siquiera darse cuenta, una sonrisa se dibujó en su rostro.

"Hogar dulce hogar..."

Finlandia abrió la puerta revelando su salón sumido en la oscuridad. Estaba a punto de encender la luz cuando una voz lo puso en alerta.

"Привет, Finlandia" (Hola, Finlandia).

La sorpresa fue tan grande que Finlandia casi dejó caer el bastón que sostenía.

El propietario de esa voz emergió de la oscuridad, revelando a la nación con la que había luchado en los últimos años: Rusia, o más bien, la Unión Soviética.

"¿Qué demonios estás haciendo aquí?" Exclamó Finlandia, tratando de aparentar firmeza pero sus temblores revelaban su debilidad. Se sentía completamente exhausto para enfrentarse nuevamente a la nación más poderosa.

"Oh, qué maleducado, Tino. Así no se saluda a las personas" Hablo Rusia con un tono burlón.

"No estoy para tus bromas"  Siseó Finlandia. "Responde a mi pregunta. ¿Qué mierda haces aquí?"

"Oh, bueno, mientras tú y tu gente perseguían a los alemanes, mi jefe y yo tuvimos una idea" 

"¡Que demonios quieres! ¡Ya te dimos lo que querías!"

"Verás... decidimos llevarte con nosotros."

"¿Qué...?" Quedó atónito ante la revelación.

El rostro de Finlandia se llenó de horror, los temblores se intensificaron y se vio incapaz de hacer algo. Su mente estaba en blanco. ¿Había escuchado correctamente? No, eso no podía ser real. No quería ser llevado de vuelta a la casa de Iván, ese lugar lleno de terror donde todos sufrían.

Rusia lo observaba con su sonrisa dulce pero aterradora. No esperaba resistencia por parte del finlandés, así que se acercó decidido a llevárselo de una vez por todas.

En ese momento, Tino recuperó la conciencia y trató de alejarse de Rusia, pero este le arrebató el bastón y lo lanzó lejos, provocando que Finlandia perdiera el equilibrio y cayera al suelo.

"Aléjate de mí..."  Lágrimas comenzaban a brotar. No quería que se vieran, no quería mostrar debilidad frente a los demás, y mucho menos frente a la nación más grande.

Desesperado, lanzaba pequeños puñetazos y patadas con su pierna, logrando golpear a Rusia y hacerle perder la paciencia.

"No lo hagas más difícil, Finlandia"

Harto del comportamiento de Finlandia, Rusia le propinó un fuerte golpe en la nuca, provocando que este perdiera el conocimiento y se desmayara.

"Ay, Fin... No quería hacerte daño, pero tú me obligas a hacerlo..." suspiró. "No has cambiado en absoluto..."

Sin rodeos, Rusia agarró a Finlandia y lo cargó como si fuera un saco de patatas, saliendo de la casa con una expresión de alegría.

"Ya verás, Finlandia, he cambiado... Volverás a ser mi hermanito..."

La caída de la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora