Habían pasado dos semanas desde que Arm había estado fuera de la mansión. Muchos pensaron que finalmente se había tomado unas vacaciones; otros pensaron que estaba en algún tipo de misión. A Arm no le importó llevarse su teléfono celular, ya que había acordado con Kinn que solo regresaría si descubría algo relevante. Hasta ahora nada.
Suspiró y arrojó su marco contra la computadora. Sentí que Ken necesitaba ayuda, pero fue difícil convencer a Kinn de eso. Ni siquiera Porsche podría hacerlo. Pero siempre tenía planes para cada letra del abecedario, y Kinn sabía que Arm no se iba a rendir tan fácilmente.
Se recostó en la silla y respiró hondo pensando en los próximos pasos a seguir. Escuchó el tintineo de los platos en la cocina y sonrió cuando su madre se rió de un viejo chiste que le había contado su padre. Podrían pasar años pero nada había cambiado. Esta fue la buena sensación de volver a casa. La certeza de que siempre tendría un refugio seguro aunque el mundo se hubiera derrumbado.Australia
Ken se sintió mareado. Cerró los ojos para protegerse del mareo que sentía venir. Se agarró a la encimera de la cocina y respiró hondo para luchar contra el vómito que amenazaba con subir a su garganta. La puerta principal se abrió, sobresaltándolo. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas como advirtiéndole de la tortura que se avecinaba.
¡Dios, cómo odiaba Ken amar esa canción de vaqueros! Cada latigazo, cada insulto, cada roce con la muerte lo hacía sentir cerca de Big. Temía el día en que pudiera olvidar su rostro, su sonrisa, su voz... Sus sueños estaban obsesionados con los recuerdos de las promesas de amor y Ken abrazó su delgado cuerpo en un intento de recordar la sensación de estar en los brazos de Big.
Las previsiones meteorológicas para la semana siguiente sacaron a Ken de sus ensoñaciones. Se aclaró la garganta y se limpió la nariz con la manga de la camisa.
James suspiró ruidosamente y tomó un largo trago de su cerveza. Los pronósticos no eran favorables para ti. No sabía cuánto tiempo más mantendrían las cosechas sin precipitaciones. Se sentía frustrado por tener que hacerse cargo de un impedimento, un negocio que no era todo suyo porque su hermano quiere expandir el negocio a Inglaterra y encima ¡no cayó ni una gota del cielo!
Pasó la mirada por la habitación y su mirada se posó en la esquina de la izquierda. Su razonamiento no fue tan rápido de entender porque su mirada estaba fija en la canasta de mimbre pero sus acciones fueron rápidas como un gatillo.
-¡Ken, Ken! - gritó a todo pulmón, pateando la mesa de centro. El dolor lo enfureció aún más. - ¿Por qué diablos sigue ahí la cesta?
Ken se congeló contra el mostrador. Si el tío no lo golpeaba, lo haría. ¿Cómo pudo haberse olvidado de entregar el paquete a la familia Holmes? Rezó para que el viejo Alfred no se hubiera ido de Sydney todavía.James se quitó el cinturón y se dirigió a la cocina. Tragó saliva. Cuando cerró los ojos recordó el odio en el rostro de Big y el arma que le había apuntado.
"Deberías haberme matado". Pensamiento. Sería rápido. Ahora su muerte fue dolorosamente lenta.
James golpeó su cinturón contra los platos, tirando cosas del mostrador. Ken se encogió para protegerse de los pedazos de porcelana y levantó el pie izquierdo para evitar pisar los fragmentos.
Disparo por segunda vez. Una vez más. Otro y así sucesivamente. Golpeó los costados de Ken, nunca golpeándolo a él. Ken abrió los ojos con incredulidad. ¿Fue mala puntería o hubo algo más?
James se rió incontrolablemente. Ver a su sobrino respirar rápido, acurrucarse y mirar los fragmentos en el suelo fue muy divertido para él.
Se aclaró la garganta, sorprendiendo a Ken. Se acercó y le apretó las mejillas con fuerza.
- Esa canasta no va sola a la casa de los Holmes, alguien tiene que entregarla... ¡Y ese alguien seguro que no soy yo!
Ken arrugó la nariz. El aliento del otro apestaba a cerveza. Gimió cuando el agarre se hizo más fuerte, obligándolo a sostener la mirada amenazadora de su tío.
- Nadie puede sospechar nada. ¡Ni una sílaba! De lo contrario, esa pequeña caja podría arder misteriosamente.
Ken dejó escapar un suspiro cuando dejó de escuchar los pesados pasos del otro hombre y se permitió deslizarse por el banco. Abrazó sus piernas y apoyó la cabeza en sus rodillas. Cuando se sintió más tranquilo y sus sollozos cesaron, se levantó y se preparó para enfrentar los desafíos que traería este día.Tailandia
Se preguntó si debería enviarlo. No había sido capaz de reunir las pruebas que quería. Tal vez estaba siendo paranoico. Kinn tenía razón. Se sintió culpable y trató de convencerse de que Ken estaba en peligro para salvarlo. No es que quisiera el daño del otro, pero sentía una conciencia culpable y quería, desesperadamente, salvar al otro para quitarse el peso de encima.
Nadie entendía por qué Arm se sentía así. Antes de irse, Ken había dejado en claro que no estaba resentido ni lo culpaba por nada.
Todavía enviado. Tal vez alguien pudiera ver lo que él no pudo. Los archivos consistían principalmente en información sobre los amigos y la familia de Ken. No hubo sorpresa por eso. Eran personas normales, con vidas ordinarias. Nada turbio, ningún asunto extraño, nada que pudiera poner en peligro a su amigo. Por cierto, Arm descubrió que el mejor amigo de Ken era un buen policía, así que si hubiera algo realmente raro, Ken lo habría descubierto y lo habría ayudado, ¿no?
Suspiró. Eso esperaba. Abrió la ventana del dormitorio y el aire frío adormeció sus sentidos. Se estremeció con la última carta que tenía en mente. Esperaba tener un largo camino por recorrer para usarlo.
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BigKen - Después de la traición
FanfictionKen estaba extasiado cuando vio su cabeza tallada en el escritorio de Kinn. Era demasiado real... Se pellizcó y se tocó la cabeza para asegurarse de que realmente no la había perdido y que aún estaba vivo. Arm había hecho un trabajo increíble... ...