Vestido de Rosie

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Capítulo 3

Los ojos de Rosie bailaban por toda la habitación, mirando cualquier cosa menos los de Nathaniel. La pregunta había sido tan especifica y tajante que era imposible echarse para atrás. Quería saber, pero se sentía como un insensible, cosa que sí era, pero no por decisión propia.

Agachó un poco la mirada, estaba avergonzado.

—Lo siento —su voz, ahora desanimada, hizo sentir peor a Nathaniel—. Tuve que considerar que te enterarías tarde o temprano.

—¿Por qué mentiste? —indagó Nathaniel.

—Porque no quería hablar de un intento exitoso en esa situación —Rosie seguía sin buscar sus ojos—. Eso y, qué deprimente anda por ahí diciendo que se murió tu hermano de una forma tan horrible.

—Lo lamento —como pocas veces antes, Nathaniel fue amable.

—Era un idiota... aun así lo amaba mucho. Es normal cuando se trata de tu hermano —Rosie se levantó solo para sentarse al lado de Nathaniel—. Vivió de excesos, no sabía controlarse, y siempre al volver a la lucidez se sentía como el peor ser humano existente —la chica jugaba con sus manos mientras hablaba—. A veces pienso que murió por mi culpa.

Esas palabras inquietaron al chico, quien estaba a solo centímetros de rozar el brazo de la castaña.

—Fue su decisión, no tuvo que ver contigo —le intentó consolar.

—Eso es lo que diría alguien que solo se leyó el encabezado del periódico —soltó una risa sin humor—. Ya que para ser amigos debes conocerme mejor, podría contarte sobre esa bonita noche —dijo ella con sarcasmo.

—Creo que ya he sido bastante cruel como para hacerte hablar de algo así —aunque, en el fondo, quería saber.

—Esto será un intercambio, yo te cuento mi tragedia y tú me cuentas la tuya.

—No tengo una.

—Claro que tienes una.

¿La tenía? El abandono de un padre y la ausencia emocional de una madre no se sentían como tragedias si estaban al lado del atropello de una embarazada y un suicidio.

—Si insistes... —Nathaniel se encogió de hombros.

—Mi madre nos abandonó cuando yo tenía unos tres años y mi hermano ocho, a él le afectó más. Nos criaron mi padre y mi abuela, hicieron lo que pudieron.

Rosie suspiro antes de seguir contando la historia de su infancia.

Ella era muy apegada a su abuela, y al perderla unos años después, se sintió sola. Le consolaba la idea de tener que ser fuerte por su padre y su hermano, quienes estaban aún más dolidos. Siempre fue una niña modelo gracias a eso, buenas calificaciones, comportamiento excelente, buenos modales y disposición de hacer todo con tal de que su familia estuviera tranquila, y así fue hasta que su hermano empezó a empeorar con la bebida, llegando borracho entre semana, causando problemas a las fiestas a las que iba... Quien pagaba los platos rotos era su padre, y quien pagaba su desequilibrio mental era Rosie, a quien su hermano proporcionaba una avalancha de insultos cuando no estaba con sus sentidos bien puestos.

''Llegaste tú y mamá se fue, es tu culpa'' era lo que solía repetir cerca de su rostro, con aliento a alcohol y ojos perdidos.

Esos comentarios se convertían en peleas con su padre, donde su hermano terminaba inconsciente luego de lanzar uno que otro golpe. Cada vez que despertaba pedía disculpas, juraba que no volvería a pasar, y a la semana siguiente el ciclo se repetía. La noche que el ciclo acabó, fue porque Rosie alzó la voz.

El puente de los solitariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora