IX

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El gentil canto de los pájaros que retumbaba a través de los tablones de madera del techo despertó a Akechi. No debían de ser más de las siete de la mañana por la cantidad de luz y porque los pájaros no habían salido hasta hacía unos minutos. Aun así el chico no podía pegar ojo; de por sí era una persona que le costaba mucho dormir, y su situación no le ayudó a conciliar el sueño. Además, su cuerpo entero le dolía al estar recostado en el suelo sin siquiera una almohada.

Si tanto se preocupaba por él, ¿por qué le tenía en esas condiciones? ¿Cómo funcionaba la mente de esa chica? Un completo misterio incluso para el mayor detective promesa de Tokio. Aunque ya no era detective ni era nada. Su vida había acabado, al menos a la que estaba acostumbrado. Todas esas veces que había maldecido su propia vida y existencia, que había deseado haber nacido en otro lugar y ser una persona distinta, todos esos días de angustia ahora parecían dulces para Akechi y anhelaba volver a ellos una vez más. Pero ya había caído demasiado hondo. Antes creía que no había otro motivo para seguir adelante que su venganza, ¿por qué solo ahora se daba cuenta de que sí había otro camino? No solo uno, sino infinitos, si tan solo no hubiera caído en la desesperación que sentía, si hubiese llevado una vida de estudiante normal y hubiera dejado atrás el dolor de su pasado...
Y ahora ya sí que no había vuelta atrás. Se preguntaba cuándo sería el momento en el que se le acabara de ir la cabeza a Haru y terminase con su vida. Probablemente sería en un arrebato y luego se arrepentiría, puede que incluso poco tiempo después se suicidara ella.

Un sentimiento fugaz atravesó su pecho. Recordó borrosamente el sueño que tuvo la pasada noche, en los escasos momentos de descanso que pudo tener. No pudo sacar en claro nada de lo que soñó más allá de una sensación de calor en su pecho y algo que le reconfortaba. Puede ser que también recordase la voz de un hombre pero no estaba seguro. Ojalá pudiera tener ese sentimiento por siempre.
Aunque ya le daba todo igual, estaba demasiado cansado como para pensar en nada.

***


Un día más en el instituto Shujin. Los estudiantes se dirigían apresurados a las clases y los gamberros se quedaban en el patio fumando a escondidas. Haru, aprovechando que la gente aún sentía pena por lo de su padre y tenía excusa para no aparecer por clases, se dirigió al baño de la primera planta para continuar con su pequeño trabajo.
Cuando entró, vio a través del pasillo a Yoshizawa. Al menos eso creyó en un primer momento, pero al fijarse, se dio cuenta que tenía puestos unos lentes y tenía el pelo suelto. Nunca, desde que empezó el año escolar, vio a Yoshizawa sin su característico listón ni con lentes. Aun así, definitivamente parecía ser ella. Puede ser que simplemente quisiera mantener una imagen mejor de sí misma, pensó Haru.

-¿Kasumi?

Yoshizawa se quitó los lentes como si su vida dependiera de ello y rápidamente se puso el lazo en el pelo.

-¿Ya estás, Haru? ¡Comencemos!

-Oye, Kasumi... No tienes que avergonzarte de los defectos que tengas.

-No te comprendo...

-Todos tenemos algo que preferimos esconder pero conmigo no tienes que sentirte incómoda. Por ejemplo, esto que llevo es una peluca -se sacó el pelo y dejó ver su reluciente calva que estuvo escondiendo hasta este momento-. ¿Ves? Además esas gafas no te quedaban nada mal.

-¿De qué gafas hablas? Si yo no tengo ningún problema de visión...

Lo dijo con tal honestidad que hizo que la piel de Haru se erizase. Realmente no tenía ni idea de lo que le estaba diciendo.

-Bueno, da igual... En fin, cambiemos de tema. ¿Tienes los paquetes?

-Claro que sí, toma la mitad. Tú encárgate de los de segundo.

[𝐏𝟓𝐑] Matrimonio de conveniencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora