CAPÍTULO 11. EL TESORO DE LOLA

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Era el primer día de sanción, para mamá al menos sería provechoso tenerme en casa, no tenía que levantarse tan temprano para dejar comida preparada.

—Te preparas algo de comer y si vas a salir con Joel, avísame. Te quiero aquí en casa antes de las ocho —ordenó mientras se ponía su chaqueta.

—¿Antes de las ocho? Eso es mucho tiempo, además no creo que nos vemos hoy, tiene una reunión con su familia.

—¿Y no vas a ir con él?

—No me lo ha pedido.

—¿Están peleados? —Mamá preguntó, cogiendo las llaves.

—No mamá, pero no creo prudente ir, la verdad es que su padre me da miedo, por lo que se es bastante malgeniado.

—Sea como sea me avisas.

—Si mamá.

—Ya, me tengo que ir, cuídate.

En la puerta, a punto de irse, le hice una pregunta fuera de lo común:

—Mamá, ¿alguna vez en tu juventud probaste algún tipo de droga?

Ella se detuvo y me miró con el gesto más confundido, saliéndose de su órbita.

—¿A qué se debe tu pregunta?

—Me ha dado curiosidad. Hemos tenido una plática sobre las drogas hace unos días, ya sabes, las campañas de prevención, dicen que 9 de 10 adultos la han probado así sea una vez en su vida.

Su rostro se suavizó.

—Bueno, en mi caso tuve un par de compañeras que consumieron drogas, estuve en un par de reuniones de prevención y los que daban esas charlas decían que se debía a diversos factores,  por problemas familiares, privados, traumas en su niñez, falta de amor, falta de comunicación con sus padres o llegan casos en que sienten que el problema son ellos —explicó, —O simplemente porque quieren hacerlo y ya. Hija, recuerda que esto de la drogadicción es un problema serio, pero es importante no estigmatizar a los consumidores, más bien escucharlos, brindarles apoyo.

—De acuerdo. —Fue lo único que dije y mordí mi labio, intentando comerme las palabras, no sé qué tan conveniente sería comentarles el "problemita" de Joel, aunque él me prometió que dejaría eso a atrás.

Se fue a trabajar, y yo me quedé limpiando la casa. La carta que había dejado mi abuela estaba sobre la mesa. No me había percatado que en el sobre había una llave con un número de serie, me metí en internet a buscar el código y decía que era del banco central, inmediatamente llamé a Joel.

—Hola nena, ¿Cómo estás?

—Bien, necesito tu ayuda.

—¿Qué sería?

—Que me lleves al banco central.

—¿Y eso?

—En el camino te cuento.

—Dame media hora y te llego, organizate mientras tanto.

Me bañé y vestí a toda carrera, de inmediato llegó y subí a su auto.

— Bien, dime qué sucede.

—Resulta que cuando estaba haciendo aseo, recogí el sobre de la carta que me envió mi abuela y en ella encontré esta llave, —se la enseño y el la observa detenidamente.

—Lo que abre esa llave debe ser muy importante, porque es de una bóveda de alta seguridad.

—¿No será del dinero que dijo para los estudios?

LOS CHICOS DE LOS QUE ME ENAMORÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora