CAPÍTULO 30. AUTOPERCEPCIÓN

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En unos meses sería mi cumpleaños y decidí ponerme a dieta extrema, no quería llegar a mis 18 pesando tanto, bajé potencialmente la ingesta de calorías, cuidaba todo lo que comía, consumía mucha agua, eliminé grasas, azúcar, fritos y pan de mi dieta.

Para deshacerme de dichas calorías y evitar aumentar de peso, estaba dispuesta a hacer lo que fuera, en ocasiones donde si o si debía comer bastante, me inducía el vómito, ademas que empecé a usar laxantes de manera inapropiada, suplementos para bajar de peso, diuréticos y hasta enemas. En ese momento pensaba que yo controlaba la situación y me metí en la cabeza que era por mi salud.

La pasaba en foros de internet buscando otras maneras de evitar aumentar de peso, como ayunar, adoptar una dieta estricta o hacer ejercicio de forma excesiva.

Me preocupaba de sobremanera mi peso y forma corporal, me juzgaba severa y duramente por los defectos que percibía que tenía, aunque ya empezaba a ver el cambio en la báscula, seguía sin ver algo que me gustara frente al espejo, era algo muy difícil de superar

Me preocupaba la forma de mi cuerpo y el peso vivía con miedo de aumentar de peso, así fueran unos gramos.

Empecé a sufrir episodios de comer cantidades excesivas de alimentos de una sola vez, luego llegaba la culpa y corría a vomitar, era una pérdida de control durante el atracón, como si no pudiera dejar de comer o no pudieras controla lo que comía.

Forzaba el vómito, hacía demasiado ejercicio para no aumentar de peso después de un atracón.

Cuando no podía vomitar, usaba laxantes, diuréticos o enemas después de comer, ayunaba, restringía las calorías al máximo, usaba suplementos dietéticos o productos a base de hierbas en exceso para bajar de peso, aún así no veía los resultados que tanto deseaba, hasta que me encontré con unas milagrosas pastillas en el mercado...

Si alguien se percataba de lo que me sucedía, me mandarían a terapia, algo que obvio yo no quería, muchas cosas podrían pasar.

Que algún médico empezara a indagar acerca de mis hábitos alimenticios, mis métodos de pérdida de peso (que a este punto ya era notorio) y mis síntomas físicos.

Exámenes físicos, análisis de sangre y orina, y lo más tedioso, realizarían una evaluación psicológica, inclusive las interminables charlas sobre mi actitud hacia mi cuerpo y peso.

Seguí a escondidas, bajé muchos kilos... Y eso, me llevó al hospital.

Tuve que tomar mi terapia y después de una supuesta recuperación, debía dar mi testimonio.

"Hola! Mi nombre es Alexa y me han animado desde la Clínica a compartir con ustedes mi testimonio. Todo empezó hace unos meses.

Era muy perfeccionista, exigente conmigo misma, reservada y egoísta para muchas cosas. Aun así tenía amigos. Estuve bajo tratamiento en la Clinica la colina y mis padres y yo aprendimos muchas cosas, entre ellas a fortalecer nuestros lazos familiares, a quererme, a disfrutar, valorar mí alrededor, y a comer.

Me dieron el alta, pero sobre la línea de una posible recaída. Fué muy duro volver a aceptar que tenía un trastorno alimenticio.

Sin darme cuenta usaba la comida como vía de escape a mis problemas y frustraciones, exigencias con los estudios, el selectivo, y ahora con ganas de salir y pasarlo bien.

Me costó aceptar que caí en la bulimia, pero lo hice y me centré en curarme dejando de lado los pensamientos negativos de mi imagen y mi cuerpo.

Aquí aprendí a ponerme límites, a elegir, a escucharme, a quererme y a ser feliz. Mis padres también continuaron aprendiendo. Aprendí a quererme viéndome en el espejo, a verme cada día y gustarme. Esto último fue lo más difícil.

Mi pareja siempre fue incondicional conmigo, desde siempre me amó con mi cuerpo redondito, era yo la que no amaba lo que veía, aprendimos juntos algunas cosas como en el tema de la imagen corporal.

Dejé el tratamiento hace unos días nada más, tengo fe en mi y en que no voy a recaer.

Por ahora, me siento muy bien conmigo misma, aunque no fue con mi peso "ideal". ¿Porque me fui sin un peso "ideal"? Porque llegó un momento en que no necesitaba ningún peso para ser feliz, sólo un peso sano, y me había llevado ya todo lo que quería de la Clínica de la colina.

Si necesito ayuda de nuevo, la buscaré sin dudar".

—¿Crees que suene bien? -pregunté a Joel.

—Está perfecto, lo vas a lograr, vas a impactarlos.

—Eso espero.

Pues si, fue bien recibido, mis padres estaban ahí, Joel y sus amigos también, orgullosos de mi, de haber superado todo este proceso.

Pero dentro de mi, sabía que no era así, que apenas era el comienzo de la recuperación, debía ser muy fuerte y tenía miedo, porque aún seguía odiando mi reflejo en el espejo.

Necesitaba desesperadamente controlarme, pero no sé cuanto duraría mi voluntad.

Cuando comer nos genera sentimientos de culpabilidad de manera casi persistente, corremos el riesgo de entrar en un peligroso círculo de malestar que puede derivar en un trastorno de la conducta alimentaria de nuevo, eso era lo que no quería.

Así como en la vida diaria sentimos culpa por algunas cuestiones de nuestro entorno personal, en el ámbito alimenticio también podemos sentirnos así.

Las causas más usuales son por comer demasiado o por comer determinado plato y luego sentirse mal por pensar que se va a aumentar de peso.

La realidad es que las consecuencias de sentirse culpable por comer existen y engloban trastornos psicológicos. Yo los viví y creo que aun lo hago.

En este caso, yo experimentaba vergüenza y culpa. El hambre responde a la ansiedad, al malestar y a la inestabilidad emocional. Surge entonces el fenómeno del hambre emocional.

Tuve que aprender a comer de nuevo, siempre con en miedo de aumentar.

LOS CHICOS DE LOS QUE ME ENAMORÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora