Capítulo 1

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"¡Gloriosus propositum!" Sus cuerdas vocales se quebraron, todo su cuerpo empezando a arder y su cabeza teniendo la desagradable sensación de estar a punto de explotar. ¿Realmente este era su final? Sacrificarse por sus amigos matando a su padre y salvando todo lo demás. Los dioses tenían razón, su destino era cruel. Él estaba destinado a morir de la manera más trágica posible, no le podía deparar otro destino.

No sabía como sentirse.

¿Feliz? Se supone que debía estarlo, esto lo hacía por ellos. ¿Pero como se lo pagaron? Destruyeron lo que más amaba, lo traicionaron de todas las maneras posibles. En lo más profundo de su ser sentía que debía odiarlos, sentía que de verdad lo hacía pero no podía, no era lo que él representaba, incluso si lo intentó. Quemó sus casas, destruyó sus propiedades y se rió en sus caras. Se sintió vacío, sintió que no era suficiente.

Teme de la ira de un amable, era lo que su madre adoptiva siempre le decía y tenía razón. Juan había llegado a su límite, estaba en su punto de quiebre y no sabía a quien dirigir esa ira reprimida por una década.
Su padre o sus amigos. Ambos igual de manipuladores, ambos igual de malos.

Antes de alzarse al cielo y pedir la ayuda de los dioses se encontró con la mirada cristalina de Zorman, tenía una expresión fatalista en su rostro y el dolor era palpable. Sabía lo que estaba a punto de suceder, ambos sabían cual era su destino. Noni y Tanizen lo llamaron a gritos, pidiendo que no lo hiciera. "¡Todos juntos señor hechicero!" La vaca sollozo, aferrándose a Tanizen como si su vida dependiese de ello. Realmente debió ser una pelea grupal pero esa no era su batalla. Juan era el hijo pródigo del profeta, era su deber destruir a su creador.

Su piel se deshizo en un grito doloroso lleno de tristeza y doló. Lo hizo todo para vivir en paz, fue en vano. Miro al profeta, a su padre, una expresión llena de emociones difusas y contraídas. Parecía traicionado y confundido, emociones que el hechicero estaba reflejando en su expresión. Fueron unos segundos en los que realmente quiso abrazarlo, apreciar los momentos que aunque falsos fueron hermosos.

El profeta alzó la mano, la mitad de su cara empezando a deshacerse, en la otra mitad una sonrisa triste. Juan tragó saliva y como pudo alcanzó la mano de su papá. "Te quiero Juan, perdóname." Su voz profunda apenas fue audible. "Te quiero papá, te perdono. Por todo." Ambos se acercaron a un abrazo final que terminó por destruirlos a los dos.

Juan cerró los ojos, sabiendo que no los iba a volver abrir.

"Juan." La voz de azul resonó en sus oídos, sonaba triste, desolada incluso. Justamente así se sentía, lentamente abrió los ojos, la sala donde conoció a los dioses por primera vez siendo lo único que veía. "Estoy muerto." No era una pregunta, tampoco una aclaración. Simplemente lo dijo, sin ningún tipo de sentimiento detrás. "Me temo que si chico." La voz de naranja resonó en sus oídos con fuerza, el anciano parecía afligido, tan triste y miserable como el dios más joven se sentía.

"Realmente no esperaba decirte esto tan pronto mi querido Juan. Pero bienvenido al consejo de los dioses." El dios verde miró a su alrededor un poco, tomando un par de pasos hacia atrás. "¿Ellos están bien?" Su voz sonaba cansada, simplemente quería descansar. Quería dormir. "Si Juan, un poco heridos pero bien." Rojo respondió con una seriedad poco común en él. "Están llorando tu muerte, preparando tu funeral. El chico que te sustituirá no ha parado de llorar."

Juan abrió los ojos, mirando hacia atrás como si pudiera verlo. "Zorman." Su solo nombre le causaba sentimientos demasiado complicados, su mejor amigo y compañero. Su sucesor. "¿Realmente esa fue la última vez en la que nos veremos?" Parecía desconsolado, mirando a los que ahora eran sus compañeros con ojos dolientes y boca torcida de preocupación.

~hombre con alas~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora