Capítulo 4

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Auron respiro con dificultad, su cuerpo entero temblando del esfuerzo y sus piernas tambaleándose inestablemente sobre la tierra húmeda. Necesitaba llegar al pueblo central, tenía que reunir a todos en el parlamento.

Tomó aire en un solo respiro profundo y siguió corriendo, maldiciendo en silencio la lejanía del santuario y el mucho camino que necesitaba recorrer. Sacó su celular y empezó a escribir el mensaje con las manos temblorosas, cada tecla que escribía era un logro en su mente. Estaba exhausto, había dejado sus élitras en su casa y el teleférico no funcionaba desde hacía meses. Las escaleras de Juan eran una bendición arquitectónica y visual pero una maldición práctica, verlas era un deleite a la vista pero recorrerlas te hacía cambiar de parecer rápidamente.

Vio el mensaje un par de veces, pensando que tan correcto era enviarlo. "Esto es lo que quiere." Recordó con un golpe en su cerebro cansado. "Se lo debo." Era la mínimo que podía hacer si realmente quería que Juan cambiara de opinión. Tragó saliva con dificultad y envió el mensaje.

"ESTO ES UNA EMERGENCIA, TODOS AL PARLAMENTO EN CINCO MINUTOS."

Se maldijo en silencio y siguió corriendo, guardando su celular en su bolsillo izquierdo. La mente de Auron iba más rápido de lo que podía registrar, tantos pensamientos conjuntos abrumando la línea de pensamiento original que le decía por que no debía hacerlo y el por que tenía que detener al cuarto dios del todo, todo gritaba una trampa enorme y sus palabras lo dejaron marcado. "Si creyeron que el profeta era malo yo voy a ser peor." Todos creían que no quiso decirlo en voz alta, su mirada brillante atravesando la mesa con una intensidad preocupante.

Recuerda haber compartido miradas con Tanizen y Noni con los ojos abiertos y la mandibula ligeramente separada, el rubio teñido había fruncido el ceño y cambio el tema rápidamente, intentando distraer al Dios con el fin de que no se diera cuenta que todos lo escucharon. Evidentemente era una mensaje que Juan no quería que todos supieran.

Si eran completamente honestos ese Juan los confundía profundamente, parecía otra persona completamente distinta. Con esa mirada oscura y porte distante simplemente no cuadraba con la idea que tenían del hechicero amable y volátil, algo no estaba bien y eso era más que obvio.

Tal vez no era su Juan, tal vez no era el hechicero supremo que todos conocían por años y amaron. Tal vez los dioses enviaron a alguien parecido a ese maldito Juan qubico que no solo les causó una infinidad de problemas si no que resultó finalmente una amenaza considerable a su seguridad y la de los pueblos. Pero de nuevo esa teoría se derrumbaba cada vez más mientras Juan respondía preguntas que solo ellos sabían que podía responder.

Si Auron necesitaba decirle algo a alguien le diría que prefería creer que ese no era Juan, si no un doppelgänger de otra dimensión absurdamente parecida.

Le preocupaba que los demás se dieran cuenta de lo mismo y decidan atacar en vez de dialogar. Siempre lo hacían, y no creía que Juan podría soportar otro ataque sin responder con sangre derramada, había tomado demasiado sin responder como él personalmente hubiera respondido. Hasta la última ocasión que derrumbaron y destruyeron su santuario. Ahí vieron lo que la ira de Juan podía causar y dios sabía demasiado bien que si hubiera decidido unirse a su padre todos ellos estaban perdidos.

Si hubiera pasado lo que Tanizen advirtió en su momento la mayoría estarían muertos y los pocos que Juan hubiera dejado con vida estarían alabando a un dios encarnado y a su padre. Juan era aterrador, pero eso era algo que nunca estaría dispuesto a admitir en voz alta.

Se detuvo a unos pocos metros del parlamento y saboreó las palabras que había preparado con sus amigos, necesitaba apegarse al plan y no dejar ningún hueco que diera paso a preguntas que no podía responder. Cerró los ojos y reguló su respiración, manteniendo una postura y cara recta, en este momento más que nunca necesitaba que todos lo vieran como si líder.

~hombre con alas~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora