No tengo tanto que explicar, porque el final de esta historia todavía no lo sé. Podría decir que estoy en un punto bueno de mi vida, uno que mejoró exponencialmente con el pasar de las semanas.
El cambio no apareció de un día para otro, costó un centenar de lágrimas estabilizar la situación; decenas de peleas que dejaron tensa mi amistad con él, así a tal extremo de cuestionarnos si seguir siendo amigos o no.
Fue difícil, doloroso, como romperse una pierna y tener que ir a casa porque nadie te ha visto. Lloré más de lo que hice antes, maldije en voz alta lo mucho que lo odiaba, las enormes ganas que tenía de patearle el rostro por hacerme sufrir de esta manera, siendo un completo ignorante con lo que los demás sentían.
Haewon no debía estar muy lejos de mi dolor, pero me olvidé de ella luego de irme a casa el día del cumpleaños de Minho. Tampoco hablé con él sobre el beso, lo que significó, como si nunca hubiera pasado.
Mi cara ardía del enojo, porque, Dios, las ilusiones alcanzaron su punto máximo, uno en el que ya creía poder quemar ese título de amigos y firmar uno de algo más. Me sentí el más ingenuo del universo al caer en los encantos de Minho.
Días después, él intento hablar conmigo, diciéndome que quiso un espacio para pensar, calmarse, reflexionar sobre qué sentía por mí. Lamento que me haya visitado cuando me sentía terrible, porque no hubo cosa que no escupiera en su cara.
Era un escenario que no imaginé luego de su cumpleaños. En mi cabeza todo comenzaría a ser lindo, sencillo, lleno de flores y pájaros cantando, para que al final terminara siendo una asquerosa y repugnante cloaca de bastardos sin corazón.
Me llevé una sorpresa cuando lo hice enojar. Era complicado que pasara, pero al parecer colmé su paciencia. Me dolió lo que dijo, pero de esa manera pude darme cuenta cuán desagradable era mi actitud.
Esa fue una de las primeras peleas que tuvimos, las siguientes no tenían un peso tan grande para mis emociones o las suyas, puesto que eran las discusiones necesarias para saber qué era lo que íbamos a hacer.
Ninguno quería perder la amistad, pero tampoco queríamos seguir siendo amigos. Era raro y muy ambiguo, siquiera hemos sabido responder a eso hasta ahora.
Y sí, pareciera como si la primera página de mi historia de amor con Minho se definiera como una mierda llena de gritos y conflictos, pero no es así, insistiré en lo necesario que fue gritarle lo mucho que lo odio.
Suena gracioso.
Después de la tempestad, vino más tempestad; así que perdía mis esperanzas. Lluvias pequeñas aparecieron, gotas diminutas salpicándome el rostro mientras que el sol parecía asomarse entre las nubes grises.
Ya no había tanto caos.
Lo supe cuando me vi capaz de observar los tenues colores de ese arcoíris a lo lejos. Era ese mismo escalón inservible que antes iba a llevarme a una superación, pero esta vez tenía otro propósito, uno que me daría calma que quise desde un primer instante.