El Rey

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Merlín, llevaba vagando 2 años por aquel pueblo, Nanashi solía verla en el bosque y rezaba para que su mente y su corazón se aclarara. Arthur estaba en un pueblo lejano, recibía sus cartas, era ayudante de un herrero y vivía bien junto al pequeño Mordred. Solía visitar el bosque como prometía, pero la pelinegra estaba decidida a no mostrarse frente a él.

-Se que los extrañas, no deberías castigarte de este modo- le había dicho el padre a la mujer en una de tantas noches de luna.

-¿Y si están mejor sin mi?

-No seas pesimista, además tu hijo te necesita, los de especie no suelen ser muy dependientes, pero Mordred es humano casi en su totalidad y los niños necesitan a sus padres. Además Arthur te necesita, tú eres parte de la clave que lo guiará a su destino.

-El cuento de la vieja espada.

-Sabes que no es un cuento y tú debes estar allí cuando pase.

Las palabras parecían surtir cierto efecto como en otras ocasiones, pero Nanashi comenzaba a perder su paciencia con ella, sabia que la pelinegra estaba cansada de vagar sin propósito, y en el fondo quería también ser parte de la vida de Arthur y de ese pequeño, aunque ellos fueran mortales y ella no. Y aunque el amor no conoce límites, no iban a lograr nada mientras ella no pusiera de su parte también. 

Pero aquel joven parecía estar destinado a hacer incluso lo imposible, posible. Y un día después de una de sus visitas al pueblo, finalmente el pelinegro no pudo encontrar a Merlín por mas que busco en el bosque, lo que lo hizo finalmente suspirar aliviado. 

***

El pueblo estaba concurrido, la gente iba de aquí para allá con algarabía, todos los monaguillos y sacerdotes preparaban un festín.

-¡El rey viene, ya vemos sus caballos y carruajes! - gritaban los niños desde las murallas.

La escolta de caballeros hace su aparición, un joven de cabello rubio y ojos rojos, otro de cabello blanco y heterocromía.

-Muestren reverencia ante sir Tristan y sir Lancelot- indica otro caballero- Miembros de la orden de Arthur Pendragon, rey de toda Brittania.

La gente se arrodilla y finalmente el carruaje real cruza las calles, tras él otros dos caballeros de alto rango, una joven de cabello oscuro y corto, y otro con cabello verde y alborotado.

-Sir Percival, Lady Gawain, sean todos bienvenidos- saluda el alcalde del pueblo. Los 4 bajan de sus caballos y abren la puerta del carro principal. No hay alfombra pero si una reverencia y Arthur se asoma por la puerta, su ropa color gris y oro, su capa azul, su espada en el cinturón.

-Larga vida al rey- exclaman sus caballeros.

Su mirada busca entre la multitud hasta encontrarse con la de Nanashi, habían pasado 6 años desde su despedida, por lo que casi salta a abrazarlo.

-Mira cuando has crecido- dice el pelinegro al ver que lo ha alcanzado en estatura- Te dije que la próxima vez que nos viéramos usarías una corona.

-Bueno, no lo logre solo- dice señalando el carruaje donde un pequeño niño se asoma, al lado de cierta mujer. Lucía mucho más radiante que antes, incluso más joven, nadie podría sospechar que no era humana. Merlín lo saluda con la mano, ser el centro de atención no era lo suyo, así que permanece dentro y Mordred parece volver a su actitud defensiva hacia Nanashi, por lo que la acompaña.

-Me alegra que se reencontraran. 

Las noticias iban y venían rápido, el rey Uther había muerto hace 3 años, el reino colapsaba, entonces aquella espada que cayó del cielo como una señal de Dios, finalmente había sido levantada por alguien.

En uno de sus viajes, Arthur quien ahora ya se encontraba en compañía de Merlín, decidió probar su suerte y allí estaban ahora como rey y reina de aquella región. Muchos caballeros como los 4 que lo acompañaban, le habían jurado lealtad a su causa y su legión iba en aumento.

Nanashi no podía ver más allá de eso, era la visión que tuvo el primer día que conoció a aquel niño, pero estaba seguro que esos 3 estarían bien, y que al reino le esperaba un futuro próspero y duradero.

Deseo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora