Nos vemos cara a cara

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Los días siguientes transcurren con cierta paz, el clima invernal comenzaba a sentirse y Arthur acomoda el heno dentro del granero. Sus sueños no habían vuelto, pero seguía despertandose con cierta parte de su anatomía incómodandole de forma dolorosa.

Había tratado de auto complacerse, pero eso trajo el recuerdo de las manos de la pelinegra tocándolo con gran habilidad y a la vez tanto descaro; así que esa opción fue descartada casi de inmediato, prefería pescar una pulmonía bañándose con agua fría apenas empezado el día.

Pero había algo que seguía rondando su mente, aprovechando que tenían pocas tareas ese día, vuelve a seguir el cauce de aquel río. No escucha la melodía de la primera vez y ahora el paisaje luce diferente, en la parte más baja aún quedaban pequeños espacios de vegetación que no se habían marchitado, se detiene en cerca del agua y voltea a ver en todas direcciones, el sol se pondría temprano debido a la época, así que no podía quedarse mucho tiempo.

-Veo que me extrañas- escucha entonces la voz detrás de él- ¿Has venido con una nueva idea para tratar de exorcizarme?

-En realidad… Quiero respuestas- dice el pelinaranja, quien mira su reflejo en el rio, aunque sabe que no encontrará el de Merlín- ¿Por qué me elegiste?

-Tú ya deberías saber esa respuesta- responde sería.

Era verdad, desde todo lo ocurrido, fragmentos de memoria habían venido a su mente. Pesadillas que lo atormentaban de niño, sombras que reptaban las paredes o se deslizaban bajo su cama, pero que nadie más parecía ver.

Fue entonces que conoció a Nanashi, él había sido el primero en creerle, había rezado y bendecido su habitación en aquel orfanato, le enseñó a colocar la vela y rezar un rosario cada noche y de alguna forma esas apariciones fueron menguando, hasta no ser más que un recuerdo, mezclado con las fantasías de la niñez.

-Tu aura es realmente especial- dice Merlín pasando su mano por el rostro del ojivioleta, quien sentía los movimientos pero no podía verla.

-Sé lo que eres y lo que buscas de mi- trata de mantenerse tranquilo a pesar de que las manos de Merlín ahora viajan a su pecho.

-¿Y has venido a entregarte voluntariamente?

-¿No hay otra forma en que podamos arreglarlo?- trata de negociar- Se que no eres un mal espíritu, sanaste mis heridas y… - Merlín ríe divertida.

-No creas que por leer un poco sabes todo sobre mi, los humanos jamás han entendido nuestro poder.

-¿Entonces no quieres alimentarte de mí alma y la energía de mi cuerpo, al tiempo que me llevas hasta la locura?- trata de darle un tono sarcástico.

-Me alimento de tus deseos, no de tu alma, esa es nuestra naturaleza. Y puedo llevar a un hombre a la locura en más de una forma.

-No vas a dejarme en paz, ¿verdad?

-¿Realmente lo quieres? ¿No quieres conocer lo que tengo por ofrecerte? Te debilitas por que sigues luchando, pero si te dejas llevar, todo será más sencillo.

-Es un juego para ti, ¿No es así Merlín?

-¿No vas a rendirte, verdad?- dice aparentandose más contra su cuerpo, Arthur siente de nuevo ese extraño mareo y sus manos se aferran a las de la pelinegra, guiado nuevamente por algo en su mente, comienza a caminar, sus pies avanzando solos hasta llegar a una cabaña dentro del bosque, mientras ella flotaba sobre su espalda, estaba seguro de esto último por que jamás escuchó sus pasos- Aquí nadie va a molestarnos.

El peso desaparece y la puerta se cierra de golpe una vez que el monaguillo cruza por ella, seguía sintiéndose confundido, pero trata de mantenerse consciente, entonces la ve, bajar por las escaleras de madera, su ligera ropa negra que dejaba descubiertas sus piernas y sus brazos. Además de detalles que no había visto en sus sueños, un par de cuernos negros entre su cabellera y una cola en forma de látigo que terminaba en una punta triángular.

Definitivamente no se parecía a los demonios que describían los textos, no eran criaturas abominables, sino ángeles caídos, recuerda el muchacho, incluso el primero que se reveló contra Dios, había sido una vez el más hermoso de ellos. Pero el cuerpo de Merlín no se quedaba atrás, ella era básicamente la tentación andante, un ser que haría pecar a cualquier mortal.

-¿A cuantos viajeros desprevenidos has traído aquí?

-No estoy para reclamos, ni para contarte mi vida- niega con la cabeza mientras se para frente a él.

Arthur busca entre su ropa un frasco que había tomado con agua bendita, dudaba que eso ahuyentara a Merlín, pero quizás le diera algo de tiempo, aunque toda intención que tuviera de luchar o huir, desaparecere cuando ella se acerca a su rostro y lo besa. Sabía que estaba mal, pero no le resulta desagradable, ella sonríe por su reacción así que continúa.

Deseo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora