Amor Animal

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Hoy hace calor, veo a través de mi ventana a las palomas revoloteando por el piso del parque buscando migas de pan o algo que sacie su hambre, las veo todos los días, se ha vuelto un hábito algo inusual para mí, aún así disfruto viéndolas mientras dejo que los pensamientos pasen por mi mente uno tras otro, como si de la cinta de una película se tratara, pero hoy mi mente está nublada por el calor y el eco resonante de mi viejo reloj en la pared, por toda la habitación solo se escucha el compás de las viejas agujas "tic tac tic Tac". Ah ¿Que cuál es mi nombre?, ¿eso que importa? yo solo estoy viendo a las palomas. No importa quién soy. ¿Te puedo contar mis gustos? Me gusta hablar de mí, te habrás dado cuenta que me gusta mirar por la ventana, también disfruto de una buena comida, soy algo exigente con eso, estudié para ser chef, siento un gran placer cuando tengo carne de la mejor calidad frente a mí, quieta, esperando solo el suave roce de mi afilado cuchillo, para luego ser bañada con mis mejores especias, me hace sentir como un artista cuyo lienzo es toda la cocina ¿Todavía quieres saber mi nombre? Mejor sigamos hablando otro rato. El otro día ví a una chica a través de mi ventana, estaba alimentando a las palomas, no era especialmente linda pero tenía algo que llamó mi atención al instante, salí de mi departamento y fuí a verla mejor. Tenía una apariencia mal cuidada, andaba con ropas desgastadas, su cabello castaño estaba despeinado y reseco, no parecía comer bien, aparentaba unos veinte y tantos años. Me acerque a hablarle.
—¿Que tal? Chica de las palomas—. Me miró de reojo con una expresión de incomodidad. Creo que no tenía buen sentido del humor. No me rendí tan fácil a pesar de ese inicio y seguí intentando hablar con ella.
—Me gustaría salir volando de aquí—. Comentó ella con la voz baja.
—Al igual que vuelan las aves—. Cuando le dije eso ella volteó a ver a las palomas, yo le hablé sobre ellas, eso sí llamó su atención pues ella era una fanática de los animales, en especial de los que tienen alas. Antes de despedirnos le dí mi número de teléfono y ella lo aceptó, es como si hubiera apretado el botón correcto para conseguir un premio, solo que aquí el premio era una muchacha que se vestía como indigente. Ella siguió viniendo todos los días a la plaza y yo iba a hablarle, se volvió una rutina en poco tiempo. La conocí un poco más, su nombre era Anna, se había escapado de casa para cumplir su sueño de ser música o algo así, ahora estaba trabajando en un circo donde cantaba, tuve suerte, pues yo tuve una función especial de su canto solo para mí, la canción era bonita pero al estar perdido en sus ojos no prestaba mucha atención a lo que decía. Salí con ella varias veces, siempre tenía algo interesante que decir, me dijo que su primer mascota fue un pollo azul, se murió a los tres días. Le gustaban las aves, dejar atrás sus preocupaciones, problemas y sentirse libre era la razón por la cual quería volar, tanto así que se volvió adicta a estar entre las nubes.
Sigue haciendo calor, estás cuatro paredes desprenden mal olor y las palomas ya están comenzando a dejar el parque. Tengo hambre debería cocinar algo. Ah, perdón, creo que quieres que te siga contando la historia, está bien, te la contaré mientras cocino.
Ella me llamaba seguido para contarme sus problemas o para que la fuese a buscar a algún sitio. Luego de varias salidas podría decirse que ya teníamos "algo" aunque no fue formal, siempre que salíamos la terminaba llevando a algún motel barato. Hasta ese momento no la había invitado a mi departamento, ella quería saber más de mí pero a mí nunca me gustó que la gente supiera quién soy, ni siquiera yo lo sé bien, que sepa que soy un cocinero, que sepa que soy un artista, eso debería ser suficiente.
Recuerdo muy bien una noche en la que Ana me llamó para que la buscase en el circo, era de noche y no se veía a nadie en la calle, cuando llegué a dónde estaba Anna, ella estaba con la vista puesta en el cielo, sus manos estaban temblorosas y sus ojos parecían dar vueltas. Ella estaba "volando".
—Cocina para mí—. Dijo Anna. Fue la primera vez que alguien me lo pedía, no pude negarme. Esa fue la primera y última vez que la traje a mi departamento.
Esa noche hizo calor, ella estaba emocionada pero el mal olor de siempre transformó su sonrisa en una mueca de asco, la hice esperar al lado de la ventana pues ahí no llegaba la peste y comencé a cocinar.
—Pienso que no hay mucha diferencia entre personas como nosotros y los animales—. Le dije.
—¿Que quiere decir?—. Me dijo mientras observaba la luna desde mi ventana.
—Tus ganas de volar no son muy diferentes a las de un pichón que quiere salir del nido, sin embargo tienes miedo a caerte en pleno vuelo—. Dije.
— Puede ser, pero si fuera así ¿Tu que animal eres?—. Preguntó.
—...No me gusta hablar de eso, pero no creo ser un animal que tenga alas—. Respondí.
El platillo que prepare entonces es el mismo que estoy haciendo ahora, corté la carne con delicadeza, elegí los ingredientes más frescos, cociné a la temperatura perfecta y serví con una presentación sublime, al momento de servirle se vió encantada.
—Anna... La "mujer que alimentaba las palomas", eres la primera a la cuál le comparto esta receta—. Le dije
—No creo ser tan afortunada, seguro que hubieron otras "chicas de las palomas" antes de mí—. Me dijo
—No es así, todas las mujeres que he visto caminar por la plaza a través de mi ventana, ninguna es como tú—. Lo que decía era verdad.
—Mmm la carne sabe algo raro, como si estuviera podrida—. Ella se estaba quejando de mi cocina, a la que le había dedicado toda mi vida.
—¡Te equivocas! este platillo lleva un poco de todas ellas, por favor ten un poco de respeto—.
—¿D-de que hablas? ¿Quienes son "ellas"?—. Esa pregunta la hizo víctima de su curiosidad.
—Cállate y come—. Dije mientras cerraba la ventana.
...Fuí algo drástico, creo que la debí asustar por eso, creí que podía ser diferente con ella, a pesar de todo, yo la quería, es la única a la que le he dicho mi nombre. Después de eso nunca más pude perderme en su mirada. Oh, mira la comida ya está lista, toma un poco y disfrútala, te quitaré esa mordaza ¿Por qué lloras? Deberías ser feliz de solo ver el paisaje. Veo a través de mi ventana y solo queda el rastro de un día que ya pasó, las personas que anduvieron por las calles todo el día ya no están, en la plaza están los mismos indigentes de siempre, todos los animales ya se fueron a sus refugios buscando dormir, es relajante ¿No lo crees? Anna se mantendrá volando por encima de nosotros como siempre quiso, dudo que caiga. En momentos como este la carne de paloma se siente tan suave.

La Espiral Infinita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora