Siempre tuve la necesidad de escapar de los que me rodean. Desde hace años sentía que todos eran peligrosos y que hasta yo misma era el mismo peligro.
Pero por supuesto, mi vida cambió cuando me mudé con mi nueva familia y dio un giro de más de 180° al entrar al equipo de atletismo por una simple equivocación.
Sí, la señora Lark; quien en ocasiones le digo madre. Me anotó en el equipo de atletismo para que no me pasara tanto tiempo encerrada en mi habitación y porque anteriormente ella había visto mi velocidad de correr.
Al principio me costó acostumbrarme a mi nueva vida de aquí, en Boston. Era la típica estudiante de intercambio que se alejaba de todos por tratar de mantener la mejor calificación. Aunque era más por tratar de no volver a aquel oscuro pasado, pero sobre todo para no volver a ver a las personas que me estaban dañando.
He de aquí, mi razón para mi intercambio de Londres a Boston. Un nuevo comienzo que me ha cambiado por completo como persona gracias a la familia Lark. No sé dónde estaría ahora mismo si ellos no me hubieran aceptado. Posiblemente perdida en el mundo sin un hogar a donde ir.
Ya no soy la misma Ada de hace cuatro años ni la misma chica rota que soñaba con sonreír y vivir una y otra vez.
Ahora soy más fuerte, o por lo menos es lo que piensa mi entrenador.
Es por eso que mi corazón late con fuerza cada vez que aumento mis pasos y corro con mayor velocidad. Tratando de alcanzar el mayor aire posible aunque este no llega por completo a mis pulmones. El cansancio se apodera de mí, pero sigo corriendo sin importar el dolor que se implementa en mis piernas.
No importa cuan agotada esté, me gusta este sentimiento que siento todas las mañanas cada vez que salgo a despejar mi mente. Porque cuando corro no siento que mis pies tocan el suelo, sino que siento que estoy volando entre las nubes con unas alas hermosas e invisibles.
Bajo la velocidad al ver que ya estoy cerca de mi apartamento y comienzo a trotar para ir relajando mi ritmo cardiaco.
—¡Ada!—saluda uno de los guardias, vigila los apartamentos de la universidad.—Has salido más temprano de lo usual.
—Señor, Rocket—le devuelvo el saludo con una sonrisa.—La mañana estaba muy bonita como para desperdiciarla—concuerdo con sus últimas palabras.
—No contradigo verdades—ríe mientras lo dice y paso por su lado.
Algunas veces pienso que es posible que sea familia de Santa, se ríen igual. El señor Rocket fue de los primeros que me ayudó a no rendirme en este proceso de adaptarme a un nuevo lugar. A pesar de los años que ha pasado desde que llegué a la Universidad de Boston todavía no me acostumbro por completo.
Apenas son las seis de la mañana, por lo que significa que todavía hay universitarios durmiendo. Menos los que tienen clases extras o son atletas como yo. Nosotros tenemos que hacer ciertos sacrificios a diferencia de los demás. Aunque en realidad, todos tenemos deberes por lo cuales hay que sacrificarse.
Observo de reojo a las personas mientras camino hacia las escaleras para subir a mi piso, hasta poder llegar a mi habitación. La cual, lamentablemente, comparto con otra persona.
Es una de las desventajas de vivir en un apartamento universitario si eres una persona que no le gusta estar conviviendo con un extraño.
Al entrar silenciosamente a la habitación encuentro dormida a mi compañera de cuarto, Charlotte Green.
Ella es muy diferente a mí. Llevamos tres años viviendo en un mismo apartamento y aunque no somos del todo amigas, no nos llevamos mal. De hecho, nos ayudamos en las tareas o cuando una necesita cubrir a la otra. Lo único, es que mientras yo soy una completa chica introvertida, ella es 100% extrovertida.
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ÁMAME POR UNA ÚLTIMA VEZ © (Pausada)
RomanceAda llegó a Boston como estudiante de intercambio para encontrar la felicidad y escapar de su vida tormentosa. Ella espera no volver a ser como lo era en Londres y olvidar todas las personas que la dañaron. En las vacaciones navideñas, Ada tendrá q...