2 de diciembre
Gruño al no volver encontrar el sueño. Me volteo para quedar boca abajo y presionar mi rostro contra la almohada, pero no consigo ningún cambio. Cierro los ojos frustrada sin saber qué hacer e inhalo lo suficiente para poder controlar mi enojo y no desquitarme con la almohada. Ni siquiera me di cuenta que estaba enojada hasta que me encontré a mi misma con el ceño fruncido cuando me volteé para quedar de lado y encontrarme con el espejo de la habitación.
Masajeo la parte trasera de mi cuello y lo muevo de lado a lado. Tomo mi celular de la pequeña mesa y miro la hora. Suspiro al ver que son las tres de la madrugada y que en unas tres horas tendré que despertarme otra vez para hacer mi rutina mañanera. Dejo el celular en el lugar que estaba y decido levantarme al sentir la garganta un poco seca.
Cierro la puerta de mi habitación con cuidado para no despertar a nadie y veo que todo el pasillo está oscuro, por lo que decido entrar nuevamente y coger el celular. Enciendo la linterna que trae antes de comenzar a bajar por las escaleras y trato de no mirar hacia los lados.
No importa si hay personas en la casa o si están todas las luces encendidas y estoy sola, siento que alguien aparecerá de la nada o me está mirando. Sé que no pasará, pero de todos modos me asusto.
En el orfanato siempre apagaban las luces y nos dejaban solos en el dormitorio. Algunos lograban dormirse; otros no. Mientras que yo me quedaba en silencio, abrazada de mi oso de felpa. Mirando a la nada, hacia el vacío. Esperando ser rescatada.
Llego a la cocina y apago la linterna del celular luego de encender las luces de la cocina. Camino hacia la nevera y tomo una botella de agua. Cierro los ojos al sentir en la manera que el agua refresca mi garganta y a su vez me relaja.
Siento mi estómago rugir de hambre, así que me giro hacia los gabinetes en busca de qué comer. Miro y leo las etiquetas de cada produzco para poder encontrar algo que no sea tan trabajoso de hacer.
No es que no me guste cocinar, pero ni siquiera es de día. Con la suerte que tengo podría hacer un desastre y despertar a todos.
Mis ojos brillan al encontrar mantequilla de maní y a su lado mermelada de uva. Agarro los recipientes y busco el pan en el otro lado. Llevo las cosas hasta la mesa del centro.
Las ganas de comer aumentan cuando abro el recipiente de la mermelada y su olor inunda la cocina. Amo su aroma, su sabor y todo lo que tenga que ver con la uva y mermelada. Unto la mantequilla de maní y luego la mermelada encima de esta. Al terminar, junto las dos tapas de pan creando un delicioso sándwich.
Me trepo a la encimera, meciendo mis pies como si me hubieran dado mi mantecado preferido. Desde que tengo memoria me encanta. Sin importar la hora en la que tenga hambre, siempre será mi platillo favorito.
Gimo sin pensar, cerrando los ojos cuando saboreo esta obra de arte.
—He escuchado diferentes tipos de gemidos, pero nunca he visto gemir a una mujer por un sándwich—dice una ronca voz.
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ÁMAME POR UNA ÚLTIMA VEZ © (Pausada)
RomanceAda llegó a Boston como estudiante de intercambio para encontrar la felicidad y escapar de su vida tormentosa. Ella espera no volver a ser como lo era en Londres y olvidar todas las personas que la dañaron. En las vacaciones navideñas, Ada tendrá q...