Victoire Weasley.

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Maratón 3/8.


Una chica se levantó y se dirigió al centro del escenario.

—Me toca a mí.

— ¡Correrá la sangre! —exclamó un encapuchado, soltando una carcajada.

—Cállate, Jamsie —dijo la chica.

—Nadie me llama Jamsie —protestó el mencionado.

— ¿Nadie?

—Nadie salvo tú, amor, y mi madre —corrigió, dándole un beso en la mejilla a la chica que había hablado.

—Demasiado amor, empieza Vic —dijo otro chico.

—Bueno, yo soy Victoire Apolline Weasley, pero me llaman Vic o Vicky.

Se quitó la capucha dejando ver a una chica preciosa, alta y delgada, con el pelo rubio como el de una princesa, ojos azules y sonrisa perfecta.

— ¿Una Weasley rubia? —exclamaron Fred y George, al unísono, dramatizando como solo ellos sabían hacer.

—En esta generación cambian muchas cosas —comentó Victoire, enigmáticamente—. Bien, mis padres son Bill y Fleur Weasley.

Los mencionados se besaron felices.

—Y mis padrinos son tío Charlie y tía Gabrielle. Tengo veintiún años y fui Gryffindor —la mesa aplaudió con efusividad—. Soy una octava parte veela. Mi patronus es un cisne, como el de mi madre. Fui prefecta y premio anual, y aunque yo no hacía bromas, sí que era un poco flexible con los demás alumnos.

— ¿Ves, Hermione? Deberías relajarte con lo de ser prefecta.

—Cállate, Ronald, y deja seguir a tu sobrina.

—Gracias ti-digo Hermione —agradeció, disimulando su pequeño error con una deslumbrante sonrisa, consiguiendo que nadie se diera cuenta de lo que iba a decir—. Bueno, en Hogwarts no jugué al Quidditch, pero cuando jugaba con mis primos jugaba como cazadora. Aunque no lo parezca, lo hago bastante bien. De hecho, fui yo quien enseñó a volar a Teddy cuando él tenía ocho y yo siete.

—Ya me dejaste en ridículo. ¿Puedes seguir? —preguntó el chico, con una sonrisa fingida.

—Claro. Bueno, mi asignatura favorita era Herbología. Cuando salí de Hogwarts estudié para convertirme en medimaga en San Mungo, pero finalmente decidí quedarme en Hogwarts como ayudante de la enfermera.

— ¿Por qué no te quedaste en San Mungo? —preguntó Fleur, haciendo que un delicado sonrojo coloreara las mejillas de la chica.

—Supongo que no me convencía lo de estar encerrada entre azulejos blancos en silencio. Siendo una Weasley no estoy acostumbrada al silencio.

—Seguro —se burló una chica, que estaba sentada entre los encapuchados de la tercera generación—. ¿No querrías estar cerca de alguien?

—Sí, de mis maravillosos y metepatas primos —contestó con una sonrisa forzada.

— ¿Tienes novio?

Vic suspiró ante la pregunta de su padre.

—En realidad, no.

—Esa es mi chica —sonríe Bill, sin saber lo que diría su primogénita a continuación.

—Estoy felizmente casada y esperando un bebé —sonrió, mientras acariciaba su delgada barriga, que, todos supieron, después de unos meses no estaría así.

Bill no reaccionó. Al menos hasta que pasaron dos segundos.

— ¡Lupin! —exclamó poniéndose de pie.

— ¡Vic! ¡Tu padre me mata! ¡Otra vez!

— ¡Papá! ¡Basta!

— ¡Bill Weasley, ni se te ocurra hacerle algo a mi ahijado! —exclamó la mediana de los Potter, que se había enfadado por la reacción tan infantil que tenía el mayor, apuntándole con la varita.

Teddy subió corriendo al escenario y se colocó tras su esposa, utilizándola como escudo contra su suegro.

—Te aprovechaste de mi niña —siseó Bill, después de restarle importancia a los gritos de Lils.

—Creo que más bien fue Vic la que se aprovechó de él.

— ¡Fred!

Esta vez fue el turno de George de sonrojarse y de Fred de mirarle pícaro.

— ¡William Arthur Weasley!

Todos se callaron frente al grito de Fleur, que raras veces se la escuchaba elevar la voz.

— ¿Si, amor? —preguntó, haciéndose el inocente.

— ¡Deja al chico en paz!

—Pero. . .

— ¡Nada de peros! Victoire es suficientemente inteligente para saber lo que hace.

—Está bien —aceptó, sentándose en su sitio, pero con los ojos entrecerrados, sin quitar la vista de su yerno.

—Estoy casada con Teddy Lupin. Así que podéis llamarme Victoire Lupin, por mi apellido de casada —añadió, sonriendo.

Bill gruñó.

— ¿Qué hice en el futuro cuando me enteré?

—Le mandaste a San Mungo —contestó la rubia, bajando del escenario con Teddy.

Alguien rio en la mesa de la tercera generación.

—Sí, pero tenía una buena enfermera. ¿No, Teddy?

— ¡Cierra la boca, Thomas! —gritó la embarazada.

✓ | A través del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora