Advertencia: Ya sabéis que las partes de Deniz son bastante fuertes, y esta tampoco se salva. Discreción, porfavor, no apto para personas sensibles :3
Deniz.
17 de noviembre.
Mendefera, Eritrea.
Vislumbro los nuevos laboratorios que hemos logrado crear; uno de los tantos, más bien dicho. Después del de Solenzo, creamos uno en Pemba, Mozambique y en Hawassa, Etiopía. Las construcciones han sido increíblemente rápidas, y es que la mafia no tiene escrúpulos para nada y sus trabajadores cuentan con lo mejor para construir a cambio de lo más mínimo, aparte de la ayuda de los habitantes de la zona a los que se le promete el cielo y la tierra y no se les da casi nada. Sin duda, África es el mejor continente para crear este tipo de negocios, las leyes son bastante flojas y en pequeños lugares apenas vienen a revisar, además tenemos coartada.
—Bonito, ¿eh? —me dice Adâo Caveira a mi lado.
—Sin duda. —contesto lacónico.
Observo las construcciones que se encuentran a las afueras de Mendefera; grandes complejos de laboratorios que supuestamente estudian farmacología. Edificios marmóreos y blanquecinos, con grandes ventanales limpios y transparentes que dejan ver personas de lado a lado que trabajan imitando la fórmula de la Korsmitovina.
—¿Cuánto tardarán en imitar la droga aproximadamente? —cuestiona Akim Morozov desde atrás.
El portugués se gira para responder.
—Lo suficiente para que cuando se nos acabe lo que hemos recolectado en Solenzo, tengamos para vender más. —se gira sonriendo. —¿Vamos?
Andamos hasta los edificios entrando por una puerta automática, esta se abre dándonos paso al interior del edificio que es, sin duda, deslumbrante. Está impoluto, las paredes de mármol blanco casi permiten ver tu propio reflejo. La primera sala no es mucho más ancha; la secretaria nos mira y Adào saca su identificación.
—¿Dónde desea bajar, señor Caveira? —cuestiona la mujer sacando el manojo de llaves que el portugués le arrebata.
—Estaremos inspeccionando la zona. —es lo único que dice antes de abrir la puerta al lado de la pared marmórea con una de las llaves.
Los tres pasamos por la puerta llegando a la primera zona de investigación de los complejos científicos. Es una sala de aproximadamente ciento veinte metros cuadrados, con largas mesas en las que trabaja un científico con todo tipo de artilugios. Embudos, microscopios, tanques de hierro para guardar sustancias e incluso pequeñas bandejas con animales como cobayas o ratones para experimentar.
Avanzamos por la habitación según Adâo indique.
—Todos estos científicos trabajan arduamente para lograr una imitación igual de buena de la Korsmitovina, —en una mesa hay un hombre con antifaz y máscara de gas que disuelve en un mortero una cantidad de cocaína en gasolina— y estamos seguros de que pronto lo lograrán. Tienen cobayas, ratones para experimentar.
—¿Y humanos? —cuestiono intentando que el atisbo de preocupación que me cruza sea innotable, pero creo que no lo logro.
—Seguidme, por favor. —es lo único que dice el portugués cuando llegamos al final de la sala, donde hay una puerta de acero con un teclado al lado.
Coloca una contraseña y esta se abre revelando unas escaleras de caracol que bajan dos pisos; allí, encontramos un pasillo angosto con dos puertas en el lado derecho y una en el izquierdo.
ESTÁS LEYENDO
HISTORIAS EN EL MAR MÁRMARA © ✓ [1]
RomanceLIBRO 1: TRILOGÍA ESTAMBUL Bella Jones es una abogada bastante reconocida en todo Chicago por su fascinante labor; no pierde un solo caso y es de las mejores de todo el bufete de la ciudad. Adrer Bulshoy es un mercader que corre de aquí para allá po...