Este semestre sería algo distinto al anterior, estaba un poco más flojo por ello decidí tomar clases de inglés por la noche. Eso me mantendría ocupada por unos dos meses, justo anoche tuve mi primera prueba de inglés presencial. Y la verdad jamás en mi vida me hubiera atrevido salir sola a esas horas, si no fuera por esa bendita prueba. De todos modos, viví una nueva experiencia más, claro que fui y regrese en taxi no me iba a exponer a qué me pasara algo malo. ¿Verdad?
Al llegar nuevamente a casa, me topé con mi vecino él estaba de salida y por su oloroso atuendo, supuse que saldría a bailar.
– Hola, ¿Cómo estás? Tan temprano en casa, pensé que llegarías más tarde.– pregunta divertido.
– Eh, no salí a divertirme, vengo de dar una prueba de inglés. Pero por lo que veo tu si vas a divertirte. ¿No?
– Y claro, hoy es el último día de las fiestas de Quito y en toda la semana no tuve chance, así que es ahora o nunca. ¿Quieres venir? No te preocupes te traeré yo mismo a casa.
¿Yo? ¿Salir a bailar?
– Me encantaría.– no claro que no. – pero mañana tengo que hacer muchas cosas y no puedo.– sonreí angelicalmente para que no notara que solo eran excusas para no salir.
– Ey, vamos te prometo que te traeré temprano.– antes que diera una respuesta, me agarró de la mano y me llevo hasta el Uber.
Mientras el Uber iba camino al Bicentenario, yo miraba a través de la ventana lo hermosa que estaba la ciudad en la noche. Y también lo solitaria y peligrosas que se veían las calles, no entiendo cómo los jóvenes se pueden atrever a salir a estas horas, que necesidad de buscar el peligro.Llegamos al lugar, me baje junto a mi vecino me agarró nuevamente la mano y me llevo hacia la puerta de entrada. Espera, esto no se parece al Bicentenario.
– ¿Dónde estamos? – pregunté desconcertada.
– Es una discoteca, lo que pasa es que me acaban de avisar que el Bicentenario está que explota de gente y lo que menos quiero es que te me vayas a perder, así que te traje a un lugar más tranqui.
¿Tranqui? A esto le llaman tranqui, wey la música está acabando con el tímpano de mis oídos.
– Ah vale, bueno pues vamos.
Al entrar al lugar pude ver otro mundo, un mundo que era totalmente desconocido a mí, muchas luces caían desde el techo, el lugar olía a cigarro y alcohol y ni se diga de las chicas que parecía que se iban a desbaratar con esos perreos exagerados. Nos sentamos en una mesa, el mesero llegó a ofrecernos la carta. ¡Dios, en qué momento me metí aquí!
Al ver la carta, lo único que pude leer es ALCOHOL Y ALCOHOL. ¿Acaso no hay alguna limonada o agüita de horchata?
– ¿Está todo bien? – pregunta curioso, y claro no era para menos seguro y estaba con una cara de espanto.
– Si, solo que no se que pedir. ¿Qué me recomiendas?
– Mira ya me di cuenta que en tu vida has probado el alcohol, así que no estaría nada mal para ti una piñacolada. ¿Te la pido?
Asentí con la cabeza y vi como se levantó en busca del mesero.
Y ahí quedé yo, sentada viendo a un montón de gente divertirse como loca en la pista. Solo espero y no se le ocurra sacarme a bailar porque solo haría el ridículo.
– Disculpe señorita, esta bebida se la envía el joven de la mesa de allá.– se acerca el mesero a dejarme una bebida un tanto exótica en la mesa. Y veo al chico quien la envía sonriéndome coqueto.
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La foránea
Teen FictionUn correo llega a cambiar definitivamente la vida de una pequeña soñadora, quien con total voluntad y valentía se atreve a dejar su cálido hogar para empezar a construir su futuro en la capital, dando como inaugurada la vida de universitaria y sobre...