5. Transitium
Daniel
Desperté próximo al amanecer puesto que las primeras aves repiqueteaban en el exterior y los primogénitos asalmonados rayos del sol acariciaban las tupidas cortinas tras los cristales. No hice ningún movimiento, sólo abrí los ojos, entonces le vi. Allí, postrado junto a la chimenea apagada de la habitación, meditabundo y absorto en sus pensamientos, como una sombra más de aquella enorme habitación. Podría confundirse con la sombra gris de la majestuosa cama, pero aquella figura estaba tan alerta como el centinela que vigila a su presa momentos antes de morir. Nada más verlo, me percaté de que había algo en él que me extrañó. Bajo aquella percha y fortaleza varoniles de hombre, sentía que aquella extrema perfección en sus casi inapreciables movimientos y la gracia con que repasaba los surcos del suelo mecánicamente con la mirada mientras su mente volaba a miles de años luz buscando algo que le reconfortara más que vigilar a un pobre tullido, no era del todo normal. Ese semblante, su postura, los movimientos, todo me indicaba que aquel sujeto no era humano. Para mis adentros me dije que estaba paranoico, entonces, con un veloz movimiento de su cuerpo desapareció; confirmando mis sospechas. Lo había perdido de vista. La sombra se había fundido en la oscuridad. Miré al ventanal y allí estaba de nuevo. Entonces me miró.
«¡Maldición!», —pensé. Cerré los ojos súbitamente esperando que nuestras miradas no se hubiesen cruzado. Pero ya fue demasiado tarde. Cuando entreabrí mínimamente los ojos de nuevo, para comprobar si seguía repasando la solería al lado del ventanal, estaba justo a mi lado; en la almohada, casi rozando mi rostro. Me sobresalté al verle tan cerca, sobretodo porque ni siquiera le había escuchado moverse y, porque a menos que fuera más veloz que la luz, no había tenido tiempo humano de llegar hasta mi cama. Apenas si pude moverme debido a mi estado de debilidad. Había más de diez metros entre nosotros. Nadie, por lo menos, un humano no, podría haber recorrido esa distancia sin haber tardado al menos unos segundos y haber hecho crujir el suelo bajo sus zapatos. No sabía qué quería ese ser de mí, pero estaba seguro que podría hacerme desaparecer sin siquiera poder defenderme.
—Veo que te has despertado— dijo con su voz grave y penetrante. Acercando su cincelada cara a la mía—. Estábamos todos muy preocupados por ti. Sobretodo anteanoche, cuando gritabas y tenías esas horribles pesadillas.
—¿Quién eres? —Interrumpí— ¿Dónde estoy? No sé si me puedo fiar de ti...
—Veo que no pierdes el tiempo y que vas directo al grano. Pero no debo ser yo quien haga las presentaciones. Llamaré a Saduj y él será quien aclare tus dudas —aseveró y salió de la habitación, casi tan fugaz como un relámpago— Mandaré a alguien con algo de comida, supongo que tendrás hambre.
Al oír sus últimas palabras, noté como si alguien me hubiese vaciado todo el estómago y en su lugar hubiese un enorme pozo negro, vacío y hueco, por el que se podía mirar através. El hambre me invadió de la cabeza a los pies, era devorado por mi propia hambruna. Ahora que lo había mencionado, no podía pensar en otra cosa que no fuese comer.
No tuve tiempo de verle salir de la estancia, pensé en lo veloz que era, o en lo lento que eran mis sentidos, todavía. Atontolinado por los sedantes o la medicación que me habían estado inyectando a través del suero. Intenté incorporarme, pero las fuerzas aun no me respondían. Mientras me peleaba con mi cuerpo y mi mente para que llegasen a un acuerdo, volvió ese extraño hombre con la doctora y otras dos personas más.
—¿Cómo te encuentras? —dijo la voz que había escuchado anteriormente. Parecía ser el cabecilla o jefe de todo aquello ya que todos aguardaban su turno de palabra cuando él hablaba. Además, del poderío que rezumaba con su presencia y lo señorial de sus movimientos y actos—. Soy Saduj Droweurt. En primer lugar quisiera decirte que estás a salvo, entre amigos, por el momento no necesitas saber más. Cuando estés recuperado, hablaremos con más calma y responderemos a todas las preguntas que en estos momentos inundan tu mente. Ahora sólo debes pensar en descansar y recuperarte. La doctora Kate Holland ha estado cuidándote estos últimos días; desde que Radgüll y Arish te trajeron. En pocos días estarás recuperado, pero deberías empezar a comer algo.
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Alas Negras
Fantasy¿Puede el amor desafiar el destino del bien y los planes del mal? Kassandra y Daniel son un chico y una chica normal, aparentemente. Sin embargo, los secretos de sus respectivas familias les han mantenido oculto los seres tan especiales que son. Ka...