13. La Biblioteca

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13. LA BIBLIOTECA

Kassandra

Empezamos el día entrenando algunas prueba de ingenio en una especie de biblioteca antigua. Los volúmenes forran las altísimas estanterías, pero los lomos de los libros no tienen ningún título escritos en ellos. Solo cuando alguno de los alas rotas, una especie de bibliotecarios ataviados con túnicas blancas, los tocan, los títulos de los libros aparecen. Intento adivinar alguno de los títulos en las estanterías desde la mesa en la que Kraus me instruye sobre cómo desarrollar algunas habilidades de ingenio para las pruebas de ASTUCIA o CONOCIMIENTO. No para de hablar y, a pesar de ser muy convincente, y conseguir hacer que me centre en sus consejos y enseñanzas, no puede evitar tratar de desconectar y mirar por encima de su hombro a otros participantes del Diaberum. No sé por qué, pero siento ganas de ver al chico ese que conocí ayer en la cafetería. Es probablemente la única persona aquí y del mundo que sabe por lo que estoy pasando. Recuerdo sus últimas palabras y parece que tenemos una especie de pacto. 

–Céntrate. ¿Qué te pasa? –pregunta Kraus exasperado. No sé qué pretendes... eres la última que ha llegado aquí, y aunque sepas pelear y tengas ciertas habilidades para sobrevivir... eso no es suficiente para superar las diez pruebas... señorita, ¡céntrese! O tendré que abandonarla a su suerte; aún cuando tenga que dar muchas explicaciones a aquellos que estén interesados en que pases el Inquisitio. 

–Lo siento. Esto es superaburrido. 

–¿Se te ha olvidado que si la pifias en dos pruebas estás muerta? No habrá más oportunidades. Este es tu último tren, lo tomas o lo dejas, jovencita.

–De acuerdo. Tienes razón... oye, una pregunta... de aquí, ¿cómo se sale?

Klaus sonríe, enseñando sus afilados incisivos. Su dentadura blanca y perfecta reluce a la luz de las velas que hay sobre la mesa. 

–Con los pies por delante...

–¿Cómo? 

–¡Muerta! Nadie puede escapar del Transitium sin sus alas.

–¿Qué ocurre con los alas rotas? Ellos no tienen alas, supongo que pueden bajar a la tierra. Por lo que me habéis contado, los brujos, vampiros, licántropos, pueden campear libremente entre los... humanos.

–Ellos tiene aun salvoconducto en su adn... es decir, pueden atravesar las puertas del Transitium para entra y salir. ¡Este es su reino! NO estarás pensando en fugarte...

–No, no, para nada –miento– es solo curiosidad.

–Pues la curiosidad mató al gato, ¿sabes?

Entonces, las puertas de la majestuosa biblioteca se abren sin hacer ruido. Aquí parece como si todo el mundo flotase en vez de caminar. Entonces,  aparecen varias figuras en la puerta, entorno los ojos para verlo mejor y descubro que es él. No recuerdo bien su nombre al principio... lo tengo en la punta de la lengua y al fin lo recuerdo: ¡Daniel! Eso es... Lo veo caminar con soltura, pero obediencia junto a quienes lo acompañan. Es alto, y por primera vez reparo en su complexión fuerte y atlética. «¿tiene los ojos claros?». 

–¿Quiénes son esos? –le pregunto a Kraus.

–La competencia... 

Muestro cara de extrañeza, pidiéndole más información con mis gestos. Debemos hablar en voz muy baja porque todo el mundo parece estar concentrado, trabajando en grupitos apiñados en torno a grandes mesas de madera oscura. 

–Creo que Alister te dejó claro que ese chaval estaba fuera de tu alcance. Es un ¡Chiaroscuro!

–Fue muy simpático... no veo por qué no puedo entablar amistad con él. Se supone que cuantos más apoyos consiga aquí dentro, más posibilidades tendré para entrenar mejor y superar más pruebas con éxito. 

Alas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora