4. ¿Estoy viva?
Kassandra
Siento frío. No puedo moverme. Quiero tragar, pero no puedo. No sé dónde estoy. Tal vez sea el hospital o quizás estoy tirada en la carretera esperando que llegue la ambulancia. Lo primero en lo que pienso es en mi madre, aunque, tal vez, no se lo merezca.
«¿Qué será de ella si yo desaparezco?» —pienso más en ella como en una mascota que dejas abandonada, a su suerte, que como en una madre.
Ella siempre ha basado nuestra relación en la dependencia de mí, en el hecho de que me trajo al mundo y por eso tengo que estarle eternamente agradecida. Jamás me ha comprendido o me ha preguntado cómo me siento. Si estoy cansada o los demás se portan bien conmigo. Tan solo se preocupa en ella, sus cosas y en conseguir aquello que quiere para ella. Es frustrante tener a una madre tan egoísta; alguien que jamás me ha facilitado la vida o ha hecho algo por mí; al menos desde que tengo uso de razón. Esto me ha llevado a la conclusión de que cuando llegue el momento no querré tener hijos. Tampoco tengo otra familia conocida que no sea mi madre, así que no tengo otros ejemplos positivos para imitar. No quiero repetir lo que ella ha hecho conmigo.
Trato de mover alguno de mis miembros, aunque sigo sin sentir nada. Abro los ojos, sé que los tengo abiertos, pero tan solo veo oscuridad. Un velo negro e impenetrable que me impide poder ver nada. Comienzo a asustarme, a agitarme, quiero salir de este letargo. Me siento atrapada como en una especie de noche infinita que me impide moverme. Quiero gritar que estoy viva, que estoy aquí, que no me den por perdida...
—¿Qué opinas? —Pienso que está demasiado agitada...
—No sé, ni idea. Tú eres la sanadora.
—Y tú eres un vampiro curandero, Elissio —Samira resopla.
—Bueno, está bien. Tienes razón, no es normal, no han pasado ni veinticuatro horas. Debería estar KO.
—Cuando un humano muere y es traído al Transitium tarda al menos un día en poder moverse. Esta chica es diferente... —Samira observa su ficha durante unos instantes y arquea una ceja—, ya lo entiendo todo. Mira quién es su padre...
El viejo vampiro lee el nombre del padre de Kassandra y se lleva las manos a la boca para ocultar su asombro.
—¡Alucinante! No sabía ni que él tuviese descendencia... entonces, esta chica será uno de los de abajo, ¿no? ¡La mandamos ya, directamente!
—¡Quieto! Pero qué dices, ¡insensato! Los orígenes no condenan a nadie a tener o no alas o su color. ¡No tengas prejuicios! Parece mentira... ¿ya has olvidado de dónde vienes tú, Elissio?
—Usted disculpe, su ilustrísima. —La mira y sonríe.
Intento gritarles que estoy escuchándolos, que estoy aquí y no estoy muerta. No entiendo porqué dicen semejantes sandeces...
«No estoy muerta, ¡joder!»
Trato de moverme una y otra vez. Un calor interno comienza a reverberar dentro de mí.
—¡Tranquila, preciosa! Estás a salvo. No seas impaciente. Todo camino sigue su curso. No te precipites y descansa. Vas a necesitar esa energía pronto —me susurra al oído,—Ponle un poco de elápiduim... un poco solo. No te pases. A esta chica no podemos perderla...
—¿Por quién me tomas? —Pregunta más serio.
—Elissio, no me provoques o vuelves a tu penosa vida en la tierra, mendigando sangre por cualquier esquina.
Siento que vuelvo a dormirme. Mi consciencia se desvanece en la negra nebulosa que me rodea. Tal vez ahora sí que esté realmente muerta. Sin embargo, no me importa, empiezo a notar una paz y un descanso indescriptibles. Descansar por fin ... no sé cuánto hacía que no tenia una sensación tan placentera o si alguna vez la he tenido.
No sé cuánto tiempo he permanecido en la oscuridad, pero cuando vuelvo a tomar consciencia, siento que puedo moverme. Abro los ojos, pero la claridad me ciega. Me duelen tanto los ojos que tengo que cerrarlos con rapidez. Muevo un brazo y puedo tocar mi pierna derecha. Sonrío de emoción.
«¡Estoy viva!».
Trato de incorporarme pero estoy demasiado cansada para hacer el esfuerzo. Entonces me concentro en tratar de abrir los ojos poco a poco. La habitación es blanca, aséptica. Estoy tumbada en lo que parece una cama de hospital, sin embargo, la ventana es más como la de una casa normal. Las paredes y el armario del fondo, junto a la ventana, también es blanco. No puedo ver qué hay detrás de las cortinas. Solo hay claridad. Una luz que me ciega y que hace que tenga que cerrar los ojos que lagrimean. Estoy llorando. En parte por la Claridad y en otra porque estoy viva. Respiro despacio antes de que la maquina que toma mi tensión empiece a pitar y las enfermeras que escuché antes vengan corriendo. Me apresuro a mover los dedos de los pies debajo de las sábanas blanca. Veo movimiento debajo de la tela. Sonrío. Después del accidente, parece que podré caminar.
Poco a poco mis ojos comienzan a tolerar la luz, cada vez más. Siento que puedo empezar a moverme y comienzo a incorporarme. No tengo muchas fuerzas, pero las suficientes para intentarlo. Necesito asomarme a la ventana y averiguar dónde estoy. Necesito mi móvil y mis cosas. Mi madre y los Smith deben estar preocupados, aunque probablemente ya sepan lo de mi accidente. Las malas noticias, vuelan.
Veo de reojo el armario, pero está muy lejos. Así que, cuando consigo levantarme de la cama, tambaleándome, me apoyo en una mesita de noche metálica que hay junto a la mesa. Me desconecto algunos cables, pero la máquina no suena. Camino con el porta sueros hacia la ventana. No serán más de tres metros, pero al quinto paso, noto que me estoy cansando como si hubiese recorrido toda Oxford street en hora punta. Para llegar a la ventana, debo sobrepasar el espejo. Estoy a punto de pasarlo, cuando caigo en la cuenta de que necesito verme, saber qué me ha pasado. Entonces me veo. Mi cara está hinchada y amoratada por la frente, las mejillas y la nariz forman una masa deforme debido a la hinchazón. Tengo el pelo pegajoso y de color marrón. Me giro para verme por detrás. Entonces, contemplo un enorme agujero en mi cráneo que está aplastado por detrás.
Siento ganas de vomitar y me mareo al verlo. No es posible caminar con semejante herida en la cabeza. Debería haber perdido tanta sangre que habría sido imposible operarme. Máxime, cuando aún tengo la herida abierta, como si ni siquiera se hubiesen preocupado por cerrarla porque ya era demasiado tarde para salvarme...
Eso significa que... «¿he muerto?» Entonces, «¿cómo es posible que me esté viendo aquí y ahora?».
Las piernas me fallan y siento que me caigo al suelo. En ese instante, alguien llega y me agarra, justo a tiempo para evitar darme de bruces contra el suelo.
—Ey, ey. ¿Qué haces levantada? ¡Madre mía, qué energía tienes! ¡Samira! Tienes que venir a ver esto. Esta chica ya está casi recuperada. Debemos prepararla para comenzar el entrenamiento. En dos semanas es el Inquisitio, la gran prueba.
—¿Cómo es posible? Le suministré algo más de la cantidad estandar de elápidium... tienes razón. Es hora de prepararla y, sobre todo, de darle una explicación.

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Alas Negras
Fantasía¿Puede el amor desafiar el destino del bien y los planes del mal? Kassandra y Daniel son un chico y una chica normal, aparentemente. Sin embargo, los secretos de sus respectivas familias les han mantenido oculto los seres tan especiales que son. Ka...