Las manos de Yoonoh inevitablemente empezaron a temblar y sudar, esas palabras le daban miedo, mucho miedo.
—¿S-si? Dime.— Sus nervios incluso le habían quebrado la voz, esto lo que le podía hacer Lee Taeyong con unas simples palabras.
—Primero, no estés nervioso.— El pelinegro tomó las manos de Yoonoh, su mano derecha la dirigió a sus labios y le dio un pequeño beso. Yoonoh se sorprendió y sonrojó mirando petrificado lo que estaba sucediendo.— Estos últimos días han sido un poco confusos pero agradables, me has hecho reír y divertirme mucho... La verdad es que creo... Creo que estoy empezando a enamorarme de ti.—
En ese preciso momento el corazón de Yoonoh aceleró a mil latidos por segundo, sus mejillas estaban más rojas que los tomates, sus ojos abiertos de par en par amenazando con acumular lágrimas y dejarlas caer por sus cachetes hasta su barbilla y su boca temblando sin saber qué decir.
—¿E-esto es real? ¿No es una e-ensoñación?— Al ver como el mayor anegaba con una sonrisa, se vio en la obligación de cubrir su rostro y empezar a llorar de pura felicidad, su sueño se había cumplido.
—Hey, hey, no llores.— Taeyong se apresuró en quitar las manos de Taeyong de su rostro y limpiar sus lágrimas, aunque por más que lo intentará no cesaban.
—Estoy tan... Tan feliz... Gracias.— En menos de una décima de segundo ya Yoonoh se encontraba aferrado al tórax de Taeyong abrazándolo con fuerza, si apretaba un poco más duro podría ser capaz de asfixiarlo.
—No tienes por qué agradecerme Yoonoh, pero afloja la mano porque me estás dejando sin aire.— Mencionó rápidamente tratando de alejarlo sin éxito, pero al menos Yoonoh le había hecho caso y había aflojado su agarre.
Estuvieron en esa posición durante al menos dos minutos hasta que Yoonoh logró calmarse un poco y parar de llorar, Taeyong se encargó de terminar de limpiar sus lágrimas y acariciar un poco su rostro tratando de darle calma.
—¿Estás mejor?— Preguntó empezando a acariciar su cabello, en ese momento se dio cuenta de que era sumamente suave.
—Sí...— Yoonoh mostró una pequeña sonrisa mirando a cualquier otro lado que no fuera el rostro de su mayor.
Taeyong notó la evasión del contacto visual por lo que movió su mano posándola en la barbilla del rubio, este de inmediato entró en un pequeño estado de pánico intentando descifrar el próximo movimiento de su crush. Cuando sus ojos tuvieron nuevamente contacto, sus rostros empezaron a acercarse como si la cara del contrario le estuviera llamando, poco a poco la distancia se fue reduciendo a solo unos milímetros y entonces lo que ambos deseaban sucedió. Sus labios se unieron en un beso, estaban encajando perfectamente como la cerradura con su llave. Solo con eso lograron disfrutar de la suavidad de los labios del contrario, siendo mejor de lo que alguna vez imaginaron, se sentía totalmente increíble, no era el primer beso para Taeyong pero si para Yoonoh así que el que tomó las riendas de la situación fue el mayor. Yoonoh solo atinó a colocar una de sus manos en el cuello del pelinegro tratando de acercar un poco más sus cuerpos, así tendrían algo más de contacto, Taeyong empezó a mover sus labios de forma lenta para no poner en aprietos al menor, con tan solo ver su reacción al sentir sus labios notó que era su primera vez.
El beso terminó pocos segundos después de tanto movimiento lento, los dos estaban quedando con poco aire y se vieron en la obligación de separarse. En cuanto lo hicieron Yoonoh cubrió su boca con una expresión notoria de asombro, sus mejillas volvieron a tomarse de un rojo muy fuerte y sus ojos querían volver a derramar lágrimas de completa felicidad, ante esto Taeyong volvió a reír y tomó por la nuca al rubio para dejar su cabeza sobre su hombro al menos ahí Yoonoh no tendría que lidiar con la humillación.
—Te amo.— Logró formular aún con su rostro sobre el hombro del pelinegro, aunque estaba más cerca a su cuello que de otra cosa.
—Yo también.— Dijo volviendo a enredar sus dedos en las hebras pintadas de rubio que tenía Yoonoh.
Ambos estaban disfrutando de ese hermoso momento que probablemente jamás olvidarán y mantendrán en su memoria por el resto de sus vidas. Al menos para Yoonoh había sido el mejor día de su simple vida.
