CAP 9: Decisión

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La campana sonó, resonando en el aire como un canto de libertad que marcaba el final de un día que había superado todas mis expectativas. Desde que Fabián me dejó aquella nota y la rosa de papel, había una chispa en mí que se sentía nueva y emocionante. Caminé hacia la salida, sintiendo que mis pasos eran más ligeros, como si flotara en una nube de felicidad. A medida que buscaba a Fabián con la mirada, mi corazón se aceleró. Cuando finalmente lo encontré, levanté las manos y le hice una señal de despedida, sintiendo una sonrisa cálida dibujarse en mi rostro.

Su sonrisa iluminó mi mundo, llenándolo de colores vibrantes. Cada vez que me miraba de esa manera, el tiempo parecía detenerse, y todo lo demás se desvanecía. Era como si el universo estuviera conspirando para acercarnos, y mi corazón latía desbocado al pensar en lo que sentía por él. A medida que me alejaba, la dulzura de su nota seguía resonando en mi mente, "No sé qué es lo que hiciste conmigo, pero cada minuto, cada segundo de mi pensar te pertenece." Nunca había recibido palabras tan conmovedoras, y mucho menos de alguien tan especial como Fabián.

Al salir del aula, me encontré con Mathius, y una ola de nervios me recorrió al darme cuenta de que debía ocultar la rosa y la nota. No quería que él se diera cuenta de lo que significaban para mí, así que, con un gesto rápido, las guardé en mi mochila.

—¡Hola, amor! —dijo Mathius, sonriendo con esa confianza que a veces me hacía sentir bien, pero otras veces me dejaba un vacío.

—Hola, Mathius —respondí, tratando de mantener mi voz despreocupada, aunque mi mente divagaba en pensamientos sobre Fabián y la conexión que estaba empezando a formarse entre nosotros.

Mientras caminábamos, intenté iniciar una conversación sobre el día, los deberes y cosas triviales. Sin embargo, me di cuenta de que Mathius estaba más enfocado en su teléfono que en lo que yo decía. Hablaba sobre la última serie que había visto y cómo algunos amigos estaban organizando un juego de baloncesto. Era una conversación superficial que, aunque me parecía interesante, no despertaba en mí la chispa de emoción que había sentido con Fabián.

—Así que, ¿qué tal el día? —pregunté, intentando mantener la conversación.

—Bien, ya sabes, el mismo viejo cuento —respondió, sin levantar la vista de la pantalla. Su tono era casual, pero yo no podía evitar sentir que me menospreciaba un poco. Mis palabras parecían perderse en el aire entre nosotros.

Cada minuto que pasaba, me sentía más distante de Mathius. Mi mente divagaba hacia Fabián, cómo me había hecho sentir especial y valorada. Recordaba su risa, cómo iluminaba la habitación y cómo su mirada podía atravesar cualquier muro que intentara construir. Quería más momentos como el de la nota, más conversaciones donde ambos pudiéramos reír y compartir nuestras vidas.

—¿Tienes planes para el fin de semana? —le pregunté, intentando encontrar un hilo de conexión.

—No lo sé. Quizás jugar con unos amigos o salir a cenar. Lo habitual —dijo, mientras se pasaba el dedo por la pantalla de su teléfono.

Una pequeña decepción me invadió. Quería más que lo habitual. Quería compartir algo significativo. Miré hacia el horizonte, recordando el brillo en los ojos de Fabián, cómo me hizo sentir valorada. A medida que la brisa suave acariciaba mi piel, deseaba que las cosas fueran diferentes.

—Eso suena divertido —respondí, aunque mi voz sonaba apagada, sin el entusiasmo que deseaba.

Me encontraba en un lugar intermedio, entre la realidad y la fantasía, entre el interés que sentía por Mathius y la conexión que estaba empezando a desarrollar con Fabián. En el fondo, sabía que solo Fabián era capaz de hacerme sentir así, con esa mezcla de nervios y emoción. La rosa de papel que él me había dado se deslizó de mi mochila y cayó al suelo. Antes de que pudiera reaccionar, Mathius, que estaba a mi lado, la vio primero.

Atardecer EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora