Capítulo uno

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El día en que Merlina conoció a Enid, la menor no la había mirando ni escuchado, ni siquiera un segundo. Por más que la pelinegra la había saludado con suavidad, Enid no se encontraba conectada al mundo ese día.

—Oh, ella es mi hermana del medio —había dicho, tenía otro hermano además de Enid, Lucas, pero no se encontraba en la casa en ese momento—. Tiene autismo, no te va a hacer caso.

Ese día, Merlina tenía dieciséis años, y Enid catorce, su estado aún era en un autismo severo, estaba en su mundo la mayoría del tiempo, y la única persona que reconocía completamente era a su padre, y otras veces a Bianca y a Lucas, aunque también los ignoraba de vez en cuando.

Algo que Bianca le explicó después, es que Enid era adoptada, tenía el apellido de otra familia y había sido abandonada una y otra vez, primero por sus padres biológicos, después por sus otros hogares. Nadie sabía cómo tratarla y la chica cada vez se había vuelto más cerrada en sí misma, cada vez confiaba menos en las personas y su autismo empeoraba un poco más.

Con el paso del tiempo, y con las visitas a la casa de su mejor amiga, Merlina comenzó a observar a la pequeña con mayor y mayor curiosidad.

Debía de admitir que era muy tierna.

Tenía el cabello rubio, además de llevarlo por los hombros, aunque era difícil cortarlo porque no le gustaba, así que sólo esperaban a que ella no lo aguantara y dijera que lo quería distinto.

Le gustaban las estrellas, tenía pósters de constelaciones por todo su dormitorio, junto con libros de astronomía.

También le gustaban las cosas con brillos, porque decía que parecían estrellas también.

Su color favorito era el azul y solía coleccionar cosas de ese color, su programa favorito era "El Universo" que pasaban en un canal de ciencias, también le gustaban algunas películas de ciencia ficción pero que no tuvieran mucha violencia, Enid odiaba la violencia.

Casi nunca hablaba, incluso cuando parecía hablar sola, no hacía ni un ruido, era prácticamente muda.

Merlina la había conocido en muchos aspectos, sin que Bianca le dijera nada, y sin que Enid la hubiera notado a su lado siquiera una vez.

Bianca no era de pasar mucho tiempo con su hermana, no la odiaba, no le caía mal, no era mala con ella; es sólo que nunca había logrado conectar con la menor del todo, así que intentaba pasar poco tiempo y enfocarse en otras cosas, solía evitarla también, principalmente en los momentos donde sentía no tener paciencia para nadie o cuando se molestaba.

Y fue un día donde la Bianca estaba especialmente molesta porque su celular nuevo había desaparecido, Merlina estaba con ella y negaba haberlo escondido en forma de broma, en que Enid conoció a Merlina finalmente.

Fue cerca de dos años después de que Addams conociera a Enid, la mayor tenía dieciocho y la otra dieciséis.

Mientras la rapada buscaba por toda la casa con cara de que iba a matar a alguien, a Merlina se le ocurrió la brillante respuesta a los diez minutos de empezar el drama por el celular perdido, y comenzó a buscar a la rubia por toda la casa, hasta encontrarla en su cuarto, con el celular de su hermana entre sus manos.

Vio con una sonrisa como jugaba con la funda de esta, era de color azul claro, tenía agua y brillos flotando en esta, Bianca era una idiota si creía que Enid no se quedaría con la funda y el celular incluído.

Con algo de nervios, se agachó frente a ella, para hablarle por primera vez.

—Enid, eso no es tuyo —los dedos de la menor se detuvieron, supo que la había escuchado, estiró sus manos hacia el teléfono y lo tomó con suavidad, sin hacer fuerza, sólo apoyando sus dedos sobre este, no sabía cómo reaccionaria la pequeña al contacto físico—. ¿Me lo das? Bianca lo está buscando.

Enid comprendió y dejó que tomara el aparato, pero después se dio cuenta que lo quería y que no podía dejarlo, se estaba entreteniendo demasiado. Un sonido quejoso como un pequeño llanto escapó de ella al frustrarse, sin poder dejarlo ni quedarselo.

—Muy bien, Enid, muy bien —susurró, y con un leve tirón se llevó el móvil. Una vez que ya no estuvo en sus manos, Enid se sintió mejor y en un reflejo alzó la vista hacia la pelinegra.

Por primera vez en su vida, Merlina y Enid se miraron a los ojos, los ojitos de la pelicorto eran azulinos, los de la mayor casi negros.

Merlina la vio sonreír, sus ojitos se hicieron un más pequeños, como dos rayas, y sus manos se agitaron de felicidad.

No pudo evitar sonreir con ella, totalmente encantada de esa primera vez que Enid conectaba con ella.

La rubia sintió su rostro más caliente al verla hacer aquel gesto, no sabía por qué. Era esa perfecta sonrisa y esos ojos pequeños que le provocaron emociones que le gustaron, llevó sus manos hacia sus mejillas con fuerza para apagar ese calor, al golpearse sintió dolor pero estaba acostumbrada a regularse con eso, así que se sintió más aliviada. Pero quien no entendió aquello fue Merlina, que su sonrisa se borró.

—Enid, no te golpees así... —llevó sus manos a las contrarias, acariciandolas suavemente, los ojitos de Enid la volvieron a mirar pero se sintió extraña, como si la mirara con miedo, así que se separó, llevándose el celular de su amiga. Al voltear de nuevo hacia Bianca antes de salir del cuarto, Enid ya había vuelto a su mundo.

Fue hasta el cuarto de su amiga, donde ésta seguía molesta y no le hablaba a nadie mientras miraba el suelo cruzada de brazos.

—Toma —dijo, extendiendo el celular

—Sí lo tenías tú, idiota, te odio. ¿Todo el puto día-?

—Lo tenía Enid, no me jodas. ¿No se te ocurrió que tu funda le iba a gustar demasiado y se lo llevaría?

—¿Qué tiene mi funda? —la observó, viendo el líquido y los brillos algo desacomodados aún por el resiente toqueteo.

—Es azul, a Enid le gusta mucho el azul, tiene brillos y a ella le gustan las estrellas, y además se puede quedar horas jugando con el agua que tiene, estaba haciendo eso cuando la encontré.

Bianca se quedó mirándola un momento, y se preguntó de dónde sabía tanto de su hermana, muchas veces Enid era un misterio para los demás y no podrían comprenderla por más que intentaran, estaba algo sorprendida.

—Bueno, tienes razón —le dijo finalmente, miró la carcasa y suspiró—. Toma —la quitó rápidamente—, dásela a Enid.

—¿Yo?

—Sí, tú —se ve que seguía estando enojada, Merlina rodó los ojos con fastidio, tomó la funda y fue por segunda vez al cuarto de la chica.

Ella seguía allí, ordenando sus cositas de color azul en la estantería, tenía muchísimas cosas diferentes, le gustaban las cosas pequeñas porque podía juntar muchas, tenía desde tapas de botellas, dinosaurios de juguetes, accesorios como anillos y aros, útiles escolares y un par de flores azules también, pero solía tirarlas a la basura cuando se marchitaban y cambiaban a color marrón.

—Enid.

No reaccionó a su voz, así que se acercó de todas formas, colocándose a un lado y mostrándole la funda de celular que tanto le había gustado, poniéndola a la altura de sus ojos, haciendo que la ojiazul la viera enseguida.

La vio sonreír de nuevo y tomó la funda entre sus manos, y por un momento se quedó allí, esperando que la mirara, pero no lo hizo.

Sonrió con algo de pena, en verdad le encantaría conectar con ella, pero no era muy fácil.

—De nada, En —dijo, al retirarse.

—Gra-cias.

En verdad no esperaba que hubiera una respuesta y tuvo que detenerse un segundo para mirarla sin creer que había escuchado su voz después de tanto tiempo de sólo silencio.

Con una sonrisa, conforme, demasiado feliz por algo que no debía de ser para tanto, se fue a su casa sintiendo como si hubiera ganado un premio.

sarang; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora