Capítulo cinco

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Enid y Merlina eran novias, algo que todos sabían, algo tan obvio y esperado, ninguna de las dos tuvieron que aclararlo, ninguna tuvo que preguntar nada, sólo lo eran y punto.

Enid aprendió esa palabra unos meses después, y cada vez que alguien se le acercaba a Merlina con otras intenciones (porque ella no era ninguna tonta como para no darse cuenta), sólo tenía que ir, abrazarla, mirar a la cara a quien sea el sujeto, y decir "Merlina es mi novia" y esperar a que se vaya.

No lo había hecho muchas veces, con suerte habrán sido tres o cuatro, pero debía admitir que le parecía divertido y solía ponerse muy feliz cuando se iban.

Paseaban de la mano juntas, se besaban, se decían apodos lindos, se entendían y se apoyaban la una a la otra siempre.

Incluso, a sus veintitrés años y a los veintiuno de la menor, cuando Merlina terminó su carrera de Terapia Ocupacional, Enid estaba con ella en su acto de fin de año, y fue quien le entregó el diploma, subiendo al escenario, sintiéndose útil e importante por entregar un papel enrollado, estaba sonriendo mucho.

—Todo esto es gracias a ti, Niddie, no hubiera hecho nada si no te conocía —le dijo, allí mismo, haciendo que se ruborizara mucho.

Y ya no se golpeaba cada vez que sentía el calor en sus mejillas, no desde que había aprendido qué era.

Un día, mucho tiempo antes de aquel día, se encontraban las dos solas, Enid estaba en un muy mal día, había despertado sin ganas ni energías de nada, no tenía paciencia, no quería ver a nadie, no quería hablar con nadie, así que se había echado en la cama, con Merlina a su lado, mirando el techo.

Addams sabía que su novia no estaba de humor para hablar, así que sólo se recostó, le pidió permiso para poner algo de música suave y se acurrucó contra su cuerpo.

Al cabo de un rato de la canción que sonaba, Enid se sentía algo mejor, la música la distraía, y se dejó mimar por Merlina, se relajó y se sintió algo somnolienta, por lo que se giró sin decir nada y comenzó a besarla, tomando sus mejillas, insistiendo sobre sus labios hasta sentir sus pulmones pedir aire.

Merlina notó que quería más, y con una sonrisa llena de confianza decidió ser más intensa, colocándose sobre su cuerpo, con sus brazos a cada lado de su cabeza, la besó con profundidad, recorriendo con su lengua la cavidad bucal de la chica por primera vez, con lentitud en un principio, sin querer agobiarla de golpe, luego fue buscando que Enid respondiera, cosa que ésta entendió y acabaron en un cómodo baile de labios y lenguas, sintiendo calor y más calor, con suspiros y pequeños gemidos, hasta que fue demasiado y Enid no soportó nada más, apartándola de un brusco empujón y saliendo de la cama a hacerce bolita en un rincón del cuarto, mientras sus manos golpeaban sus mejillas con fuerza para apagar tanto calor y esa sensación que crecía en su pecho y no se iba. Sólo podía pensar en lo bien que se había sentido todo, pero no sabía qué era, y por eso se frustraba.

—Enid, Enid, no te golpees, ya —tomó sus muñecas y las apartó de su rostro, pero ella necesitaba de algo que la hiciera dejar de sentir tanto eso que desconocía, así que comenzó a golpear su cabeza contra la pared que estaba detrás suyo—. ¡No, no, Enid!

Merlina la apartó de un empujón y tiró de ella para que quedara sobre su pecho, la abrazó contra su pecho con fuerza.

—Nada de golpes, lejos de la pared, eso no se hace.

La escuchó llorar y quejarse, sus manos se apretaban y sus dedos se retorcían en frustración.

—Lo siento si no te gustó, Enid... —no encontró ningún indicio de que la estuviera escuchando—. Enid, mírame, escucha.

sarang; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora