Décimo Tercer Capítulo: Un buen lío.

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En otro lado, cerca de una montaña nevada fluía un gran río congelado.. pero no era cualquier río. Debajo del río, había una gruta por la cual no caía el agua, más bien caían criaturas allí abajo.

Era el Río el que sonaba para la guerra. El Río listo para una batalla, el mismo Río que tenía por misión destruir a Bahía Aventura.

Dentro, los leones estaban afilando sus garras. Y uno de ellos, de melena dorada y piel oscura se levantó.

Ostriciris: Hermanos!! El Río sigue congelado. Pero no temáis!! ROMPED EL HIELO Y VAMOS A LA GUERRA!!!

Unos cuantos leones rugieron con mucha fuerza, resquebrajando el hielo. Intento tras intento, y el hielo se rompió finalmente. Los leones salieron en desbandada, sin saber que el Invierno los observaba.

Invierno: Eso es malo. Avisaré al Lago.

Los leones estaban listos y corrían por la playa bañada en nieve invernal y helada. El viento no les hacía nada y el fuego de su ardiente pasión no se apagaba. No ellos entendían, pero no les importaba. Querían quemar la ciudad y todo aquél que en ella quedaba. Un poco de muchos "aba".

Ese fuego y pasión que consumía su mortalidad, fue creciendo para mantenerlos cálidos.

Mientras, el Invierno más rápido, avisó a los espíritus. Y éstos, a su vez, avisaron a Marshall.

Marshall: ¿Cómo que ya vienen?

Lago: Eso me temo hijo.

Marshall: Pero apenas si me encontré con Everest y Skye.. y ya pelearemos..

La figura de la mujer del Lago abrazó a Marshall. Acarició su cabeza suavemente, mientras consolaba al lobo con alma de Dálmata.

Marshall: No quiero separarme de Everest mamá.

Lago: Lo sé hijo, lo sé. Pero ten fuerzas para seguir. Ármense de valor los dos.

Everest entra. Tenía una corona de flores encima, y miraba a Marshall sonriente.

Everest: ¿Nos vamos ya?

Marshall: Espera Everest. Estoy hablando con mi madre.

Everest: Te espero aquí mismo.

Lago: Lástima que ella no haya tomado de mis aguas. Tendría tu don para verme.

Marshall: ¿Y si ella bebe?

Everest: Ehh Marshall. ¿Con quién hablas? No hay nadie allí.

Marshall: Everest.. toma del agua.

Everest: ¿Vale?

Everest se acercó al Lago y bebió sus aguas. Sólo unos pocos tragos, pero la luz cubrió el cuerpo entero de Everest. Sus ojos se dilataron al ver a la mujer acuosa que allí estaba. Retrocedió unos pasos, nerviosa.

Everest: ¿Una mujer de agua?

Marshall: ¿La puedes ver? Es mamá.

Lago: Hola pequeña. ¿Qué tal?

Everest: B-bien.. ¿Puede hablar?

Marshall: Everest, tu y yo podemos ver los espíritus. ¿Genial no?

Everest sufre un desmayo. Quedó tendida a los pies de Marshall, el cual se acostó al lado de Everest. Pasaron los minutos, y una agitación en el lago hizo que la dama acuosa frunciera el ceño.

Lago: Estamos en guerra.

Un Amor InvernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora