Un Monstruo En La Tormenta

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Aquel viejo fuerte de piedra, anteriormente usado como base militar, ardía sin piedad.
Cualquiera podría ver el humo en el aire, incluso en la inmensa oscuridad de la noche, el fuego era lo único que iluminaba el bosque a su alrededor.

Ahí estaba Bell, observando al fuego subir con sus ojos de color rojo intenso y brillante. Incluso con su traje café encapuchado y con un pañuelo para cubrirse la nariz y boca, el humo le hacía arder la garganta. Sus manos estaban envueltas en el mismo fuego intenso, pero no gritaba de dolor, al poco tiempo el fuego en sus manos se apagó. Se alejo de ahí quitándose la capucha marrón, subió a su caballo negro con una mancha blanca en la cara y se alejo, pero incluso a un kilómetro aún podia ver el fuego.
Por suerte la lluvia que cae apagara el fuego con el tiempo.

-Todos están muertos. -Reflexionó en su mente-. No queda nadie con vida... Tengo que ir con Jerome, avisarle de esto y prepararme para lo que el hará. No será fácil, pero si lo hago bien esto acabará pronto.

Cabalgó lejos del ahí, un día entero en dirección al oeste.
De nuevo de noche, y de nuevo con lluvia, se acercó a otro fuerte de piedra, este más pequeño. Estaba en ruinas, viejo, aunque solo de la fachada, porque al entrar vio todo más arreglado, incluso cálido y bien iluminado.

Al entrar a la cocina ahí vio a Jerome, el hombre con el cuerpo podrido.
Su cara, si bien joven, estaba manchada de negro. Por lo que se podía ver, las manchas eran desde el cuello hasta debajo de la nariz, también le cubrían la punta de los dedos de las manos, como si su carne estuviera quemada.
El hombre volteó a ver quién era con sus ojos amarillos.

-Oh, saludos Bell. -Dijo con su voz tranquila-. ¿Puedo ofrecerte algo, un bizcocho, café o té?

-Que tal si me das repuestas. -Hablo firmemente Bell.

-Pues no te entiendo. ¿De que estás hablando? -Dejo de preparar su café y le prestó toda su atención-. Algo paso, ¿no es así?

Bell comenzó a mover las tazas de cerámica de la estantería, dejo uno hasta la orilla de la mesa, saco una bolsita de té y comenzó a prepararse uno mientras le explica.

-Todos... Absolutamente todos están muertos.

-¿Que diablos? -Dijo Jerome, soltando todo en la mesa-. Esto no puede ser posible...

-Pues es verdad.

-¿Cómo paso algo así, Bell?

Jerome se sentó en la mesa pensando profundamente. Luego Bell dijo:

-Me retrasé un día para la reunión, pero cuando llegue todo estaba en llamas. El fuerte ardía por completo. Me quedé un tiempo para ver si había sobrevivientes, pero no. Tampoco encontré a nadie alrededor, fue un ataque rápido. No había nada que pudiera hacer.

-¿De verdad? -Pregunto Jerome, aún incapaz de creerlo-. Esto no puede ser obra de una persona... O puede que si, pero solo una persona obsesionada con nosostros lo haría. Debió de haber tomado mucho tiempo planear algo así.

-Supongo que ahora entiendes porque estoy aquí. -Mencionó Bell-. No debería estar contigo, pero esto es grave... Somos los únicos. -Bebió de su taza de té-. Somos los últimos Desesperados que quedan.

-Esa era una reunión de los Desesperados de reino de Baala y de tu hogar, el reino de Martize.

-¿Que vamos a hacer? -Pregunto Bell acercándose a la mesa del café.

Se tomó un momento para pensar correctamente. Esto era grave.

-Creo que... -Asimilar algo así le costó un minuto-. Primero vamos a dormir.

-¡¡Tómatelo en serio!! -Grito Bell azotando sus manos sobre la mesa del café haciendo que las tazas que dejó en la otra esquina cayeran al suelo.

Jerome se levantó a recojer los pedazos de taza rota, cuando estuvo de espaldas de Bell este aprovecho y saco un frasquito para luego vertir el contenido en el café de el.

Desesperados: Por un viejo ideal (Primera Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora