Capítulo 6: Pintando un lienzo

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Roman

Azul estaba siendo muy linda conmigo, creo que le agrado, así como ella me agrada. En sus ojos pude notar sinceridad mientras limpiaba mis lágrimas, fue muy dulce de su parte.

Entramos a la tienda, fuimos al área de pintura, habían muchos tonos muy diversos.

—¿Y de qué color piensas pintar mi pared?— la cuestioné un poco tratando de no verme tan intenso después de lo sucedido en el coche.

—Aún no lo sé, tengo que ver los tonos de pintura para guiarme e imaginar— ella era muy sorprendente.

Fuimos viendo color por color, el señor que estaba atendiendo a Azul le daba papelitos con los tonos que ella le pedía.

—¿Te parece este?— me preguntó la chica mientras me mostraba un papelito con un tono dorado muy padre.

—Sí, está muy bonito ese color, parece oro.

—Perfecto, entonces será este.

Salí de la tienda para traer un carrito y meter el bote de pintura mientras íbamos recorriendo la tienda en busca de todo lo demás.

—Ahora iremos por las brochas— dijo muy contenta.

—¿Cómo es que puedes estar alegre y luego estar seria de un momento a otro?— le pregunté.

—Simplemente disfruto los momentos, deberías de intentarlo— me dijo, al igual que... —pero si es verdad, tu eres muy popular, así que debes de disfrutar más que yo las salidas y fiestas.

—En eso te equivocas.

—¿Equivocarme yo?— su sarcasmo y burla era algo que la hacía especial y me fascinaba.

—Pues sí, sé que parece que tengo muchos amigos y que salgo todos los días a fiestas, pero no es así.

—¿Ah no?

—No, todo el mundo dice ser mi amigo, pero yo no los considero así, solo tengo un amigo que es Leo.

—Entonces ¿cómo es que tienes tantos seguidores y demás?

Azul

Pensaba que tenía miles de amigos, pero creo que me equivoqué.

—Solo es gente que se quiere juntar conmigo porque soy uno de los mejores de la Universidad, y chicas que quieren conmigo porque soy guapo, según ellas.

—Oh, pues que lastima, porque se están perdiendo de una buena persona.

No podía creer que alguien como él no tuviera tantos amigos, si que era sociable, pero ahora podía entender un poco su humor.

—Mira, ahí están las brochas— me dijo tratando de cambiar de tema.

—Ok, creo que estas estarán bien— dije mientras sostenía las brochas.

—¿Vamos por tus lienzos?

—Sí— dije muy emocionada.

Estando una vez ahí, me quedé viendo cada lienzo, cada tamaño, y es que siempre acompañaba a mi abuela a comprar todo para cada pintura que ella hacía.

—¿Todo bien?— preguntó Roman.

—Sí, esto es todo, ya podemos irnos.

Roman pagó todo, traté de insistir que la repisa la pagaba yo, pero no me dejó. Nos subimos al auto y condujo hasta su casa.

Estaba por segunda vez en el cuarto de este chico, me paré a observar cada detalle de su habitación, todo de color azul marino con gris, sinceramente si parecía cuarto de un niño.

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