El ruido que provenía de algun lugar de la casa me despertó. Me encontraba en la gran aposento de Sebastián, acostada en aquel sillón situado en algún lado de la habitación, me quede profundamente dormida.Me incorporé y salí descalza dirigiendo mis pasos hacia donde provenía el ruido. Habían pasado tres días en los cuales no sabia nada de Sebastián, no tenia ninguna información de él después de lo ocurrido aquella noche y odiaba profundamente extrañarlo, odiaba extrañar su presencia, pero sobre todo, odiaba sentir miedo al pensar que no regresaría vivo. Después de todo era un mafioso, él era el heredero de Nicolas Lombardo el Don de la Mafia Italiana; y dicho cargo ahora pertenecían a Sebastián, quien obviamente tenias enemigos que estaban en acecho al mínimo descuido de Sebastián.
Al llegar al vestíbulo me encontré con varias personas las cuales tenían su atención en Sebastián, dentro de ella se encontraba Gabriela, Adriano y la morena de la cual ya para mi tenia un nombre luego de haber escuchando a Adriano nombrarla, se hacia llamar Anne. Mire a Sebastián con detenimiento, estaba con su labio inferior partido, y aquella camisa negra que vestia estaba arrugada, además de tener su pelo todo desordenado. Fui con pasos apresurados hasta donde se encontraba el siendo sostenido por Adriano que corrio a su encuentro y otro hombre el cual no reconocía.
Me acerqué lo suficientemente como para lograr captar la atención de Sebastián y de todos los presentes.
-Tú, tu y siempre tú amore.-Dijo el hombre que se acercaba a mi, tomo mi cara entre sus manos y me miro como si de algo maravilloso se tratara. El olor a su perfume ligado con sangre y un poco de sudor baño mis fosas nasales.
No pensé y solo actúe dejándome llevar por la emoción del momento. Abrace a Sebastián, envolvi mis brazos alrededor de su cintura y me aferre a él, sentí como sus fuertes brazos me rodeaban y no se cuando tiempo estuvimos así, pero no me importaba. Luego sentí como él se desvaneció, soltandome por completo y callendo al suelo que de un momento a otro estaba lleno de sangre. Mire mis manos también manchadas de sangre y todo de mi sintió pánico.
Todos corrieron hacia él que yacía en el suelo, mientras yo me encontraba en un shock, no sabía que hacer o como reaccionar. Vi como Adriano me guiaba fuera de la sala, más yo no pude marcharme, corri hasta donde el hombre en el suelo y luego seguí los pasos de quienes lo llevaban a lo ahora era nuestra habitación. Luego de Sebastián haber sido dejado en la cama, todos salieron de la habitación dejándonos solos, no sabia porque lo hacían, no lo entendía, lo único que sabía era que quería y necesitaba estar a su lado.
Fui hasta donde yacía su cuerpo y lo estudie, estaba sudado, con mucha sangre en un lado de su costilla. Quite su camisa, asustada y mis ojos viajaron directamente hasta donde había una gran cortada echa con navaja, aquella sangraba y sangraba, la sangre aun seguía manchando mis manos. Sin más sali disparada hacia el baño en buscado una toalla, humedeci esta y luego volví al lado de Sebastián, quien se encontraba ya despierto, su mirada llena de algo que no reconocía cayó en mi, no dije nada, mantuve su mirar y fui hasta donde el colocándome a su lado.
Coloque la toalla humeda en la herida, presionando esta un poco. Sebastián se tenso. No decíamos nada. Lo mire a los ojos nuevamente y lágrimas bañaron mis mejillas.
¡Oh Dios! Tres malditas noches sin dormir preocupada por el hombre que era mi esposo. Estaba enojada con él, conmigo por extrañarlo, odiaba tanto ese sentimiento.
-Amore, estoy aquí.-Dijo mi esposo estrechando mi cuerpo con su fuerte pecho desnudo. Su calor erizo mi piel y llore más. Me deje llevar, así de simple fue volver a ser débil, solo un abrazo de él era suficiente para derretir todo lo congelado de mi. -Si sigues llorando creere que no quieres que este aquí.