Cap.7

64 6 1
                                    

  Capítulo siete

Al día siguiente me levanté muy temprano, fui hasta el comedor luego de haberme dado un buen baño y al fin salir de la habitación con un poco más de ánimo, allí me esperaban Sebastián, mi madre, la Morena que había visto salir semanas atrás de la oficina de Sebastián, la miré con curiosidad parada desde mi lugar, la femenina se encontraba muy cerca de Sebastián sonriente por algo que él le decía, ninguno de los presentes se había percatado de mi presencia hasta lo que una voz infantil me sacó de mis pensamientos.

-¿Tú eres mi hermana? ¿Verdad?-Dijo aquella voz infantil, mi mirada busco de donde provenía aquella, para luego encontrarse con una pequeña niña, quien me miraba con curiosidad. Mi mirada se posó en una maraña de pelo rubio,y unos ojitos verdes que aun me miraban buscando respuesta a su pregunta.

Llena de confusión mire a todos los presentes en la sala, estos ya tenían toda su atención en mi y la niña frente a mi. Luego observé como Gabriela se acercó a nosotras mientras aludía a la niña por su nombre, ya serca de nosotras tomó la niña en sus brazos y la alejó de mi como si de un monstruo se tratara, en sus ojos había miedo y tristeza. La observé confundida perderse de mi vista y marchándose lejos de aquel lugar.

Estaba tan confundida, nuevamente me encontraba perdida. Buscando respuesta a todas las preguntas en mi mente, mire a Sebastián, aquel me miraba sin ninguna expresión en su rostro. Sin más por hacer me senté en la grande mesa y luego de que el desayuno lo sirvieran, lo empecé a comer en silencio. Todos los presentes en la mesa nos encontrábamos metidos en un silencio perturbador. Nadie hacía o decía nada, y así pasaron las siguientes horas en la casa. No volví a ver a Sebastián después de yo haberme retirado del comedor y dirigirme hacia el cuarto lleno de pinturas que me esperaban allí, tampoco volví a ver a Gabriela.

Me encontraba sola en aquel cuarto, solo pintura y lienzos en blancos me rodeaban. Perdida en mis pensamientos mientras manchaba el lienzo que hace unas horas se encontraba blanco y que en aquel momento esta totalmente invadido por aquella imagen que había pintado, era una silueta, una simple silueta de una mujer, la cual estaba solo en blanco y negro, no había más colores. La contemple por largos minutos, solo pérdida en su forma, era como si mirara más allá, me encontraba mirando el profundo horizonte de mi alma reflejado en aquel momento por mi creación, yo lo había creado, así como todo lo que estaba ocurriendo en mi vida, solo no era capaz de darme cuenta, reconocerlo, aceptarlo y dejar de huir de lo que siempre me perteneció.

Bebí el último trago de vino en mi copa, y luego volví a mirar mi creación. Me reflejaba en aquello, lo sabia y lo logré reconocer, estaba perdida, en mi propio laberinto y lo peor de todo era que aún no sabia como salir de allí. No sabia que me había llevado a todo aquello.

Recorde la noche anterior, mi charla con Sebastián, lo serca que estábamos y al mismo tiempo lejos, la comodidad que yo sentía en ese momento y todo lo que mi cuerpo sentía, pero, yo no podía permitirme sentir nada por aquel hombre, solo era un contrato, nada de lo nuestro era real y mi único propósito era hacerle saber que ya debía acabar. Podía sonar muy egoísta, pero si tenía que romperlo, lo haría y luego me iría. No podía caer nuevamente, estaba prohibido para mi aquello.

La noche termino cayendo, la luna se colaba por las ventanas de aquel cuarto. Me encontraba sola en la habitación que pertenecía a Sebastián, no había visto a nadie desde la mañana, me encontraba sola o eso creía, parada frente a la gran ventana que brindaba una hermosa vista hacia el patio de la grande casa y el hermoso cielo iluminado por la luna, de repente sentí unos brazos rodear mi cintura, solo llevaba mi ropa interior puesta: había acabado de ducharme, y sentir aquel toque en mi piel me hizo estremecer, sabía muy bien de quien se trataba. Podia sentir su miembro viril y este tenía una fuerte erupción, su respiración estaba agitada mientras empezó a hacer pequeñas caricias con sus manos en donde se encontraban estas y luego hundió su nariz en mi pelo aspirando a su vez el olor que desprendía éste. Mi corazón estaba al punto del colapso, Sebastián aun continuaba abrazado a mi, pero no decía nada, yo por mi parte no me moví, mi cuerpo era un caos de emociones, su contacto conmigo quemaba. Contuve mi respiración y me obligue a callar mis pensamientos, no se por cuanto tiempo estuve así, pero después me deje llevar en sus brazos mientras mis pensamientos aun no callaban.

Me voltee después de un momento quedando frente a él, quien me miraba con aquellos ojos cargados de deseo y algo más que no reconocía. Nos miramos largos minutos, nuestros ojos decían los que nuestras bocas no podían soltar, solo no lo sabíamos. De un .momento a otro sentí como él hombre frente a mi dejo un beso en mi frente y después busco mis labios, al encontrar estos lo reclamo con pasión y fuego en cada una de sus caricias. Fuego con fuego, era así de simple, mi cuerpo estaba en llamas. Sus manos acariciaban mi cuerpo, cada centímetro de este era venerado y adorado por el hombre que me besaba con pasión y deseo.

Una tormenta de pensamientos me torturaba, mil veces me gritaban que me alejará, que aquello estaba mal, pero mi cuerpo estaba perdido en el deseo. Me deje llevar y luego, cuando nuestra respiración hizo falta, nuestro beso fue interrumpido. No mire a los ojos del hombre que sabia que me miraba, solo deje caer mi cabeza en su pecho aspirando su olor varonil, podía sentir su acelerado corazón.

Con la confusión y las miles de emociones presentes en mi decidí romper nuestro contacto y alejarme. No lo miré, no podía.

-¿Por qué lo haces?-Preguntó Sebastián con calma.

-Sabes por que lo hago. -Dije queriendo pasar por su lado, sin embargo él me tomó del brazo deteniendo mi andar.

-No, no lo se y créeme estoy cansado de esta mierda.-Espetó con rabia.

-Si tan cansado estas déjame ir.

Lo vi sonreír sin ninguna gracia.

-Hasta que la muerte nos separe.-Dijo citando las palabras dichas por el sacerdote el día de nuestra boda.-Eres mía, eres el pago de la deuda de tu padre y lo mio siempre será mio hasta el día de mi muerte.

Sentí rabia al escuchar aquellas palabras. Mi corazón se rompió al escuchar como mi padre hizo tal atrocidad causando mi desgracia y como mi esposo me lo retregaba en la cara.

-No sabes cuanto te odio.

-Y no sabes cuanto odio que me odies.

Mi rabia creció. Me solté de su agarre y no se que hice pero mi mano se estrechó en su mejilla. Después de aquello solo hubo silencio. No fui consiente de lo que había echo hasta lo que vi como él hombre frente a mi me miró con gran enojo.

Fui hasta la cama con mi andar lo suficientemente rápido y tomé una sabana envolviendo esta en mi delgado cuerpo, mientras el hombre que hace un momento había recibido una bofetada de mi parte salia de la habitación echo una furia.

Mis lágrimas se hicieron presentes. Me sentía traicionada y usada por mi padre, me sentía sola, vacía y confundida. Llore sin retener nada.

Estaba agotada.

Comenta y vota.

Érase una Vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora