Capítulo tres.
"Si te centras en lo que dejas atrás, no podrás ver lo que tienes delante"
-'Ratatouille'
Algo de mi sentía rabia. Pero mi cuerpo no funcionaba. Solo era un cuerpo vacío. No sabía de mi. Solo miraba al hombre frente a mi sin ninguna otra emoción en mi rostro. Rabia. Solo era rabia.
No me moví de mi lugar. Solo me mantuve mirándolo. Estaba tan cambiado. Lucía más hermoso. Su cuerpo lucía más músculoso. Y como siempre, su pelo negro despeinado. Pero con estilo. Sin duda era un hombre hermoso y yo no dude en reconocerlo. Pero, su belleza era solo una más de sus trampas que me llevó a caer en sus redes.
Mire a mi padre. Aquel se había incorporado de su asiento y había empezado a caminar a su despacho, no sin antes mandar a los músicos a tocar nuevamente. Como dije. Todo se había paralizado. Sebastián me miró por última vez con sus ojos fríos y penetrantes. Más yo no aparté mi mirada. No lo iba hacer por nada del mundo. Aquel hombre ya no era nadie para mí.
La música empezó a sonar y todo volvió a la normalidad luego de yo haber dicho que nada había pasado. Que todo estaba bien. Todos volvieron a hablar animados y la fiesta siguió para los presentes. Más para mi ya había acabado mi momento de paz. Sabía muy bien el caos que se asomaba.
Me marché de aquel lugar sin que nadie se percatara de mi ausencia. Me dirigí hacia la terraza. Necesitaba respirar. Aún sentía mi corazón acelerado. La noche estaba oscura. No había rastro de luna o estrellas. Solo era oscuridad. La fuerte olas del mar se escuchaban chocando contra las rocas. Hacía un fuerte viento. Y aquel despeino mi pelo y hizo volar mi vestido. Quite los tacones de mis pies y luego me dirigí descalzo hacia el borde del precipicio. La marea estaba fuerte aquella noche.
Estaba tan confundida. No sabía que hacía Sebastián Lombardo en mi casa y muchos menos la razón de hablar con mi padre. ¿Qué estaba pasando? Me preguntaba. Estaba totalmente perdida en el mar de la confusión. El deseo de tener una copa de vino en mi mano llegó a mi. Necesitaba de aquel líquido. Mi garganta lo necesitaba. Yo lo necesitaba.
Pasaron largos minutos y yo me mantenía con la vista perdida en la oscuridad del océano. Ningún pensamiento coherente llegaba a mi mente. Estaba vacía.
Mire al cielo. Y una gota de agua cayó en mi rostro. Iba a empezar a llover. Más yo me mantuve allí. No quería moverme. Lleve mi mirada al borde del precipicio. Estaba muy cerca. Con un paso más caería en el mar. Las olas seguían fuertes. Y de momento a otro la lluvia empezó a caer mojando mi cuerpo completamente.
De un momento a otro sentí como alguien se situaba detrás de mi.
Era él.
Aún reconocía su presencia. Mi cuerpo no lo podía evitar. Sin embargo no me moví. Me mantuve igual. No quise voltear a verlo. No tenía el valor para hacerlo. Nadie dijo nada. Ninguno de los dos hablamos. Solo nos mantuvimos en silencio bajo la fuerte lluvia.
Pasados unos minutos. Deje de sentir su presencia. Se había ido. Mientras yo sentía frío en la oscuridad. Mis labios empezaron a temblar. El frío se estaba apoderando de mi. Me abracé con mis brazos y empecé caminar alejandome del precipicio. Me dirigí hacia el interior de la casa. Ya este se encontraba en silencio. Al parecer todo allí había acabado. Al llegar al vestíbulo nadie estaba allí. Solo estaban unos empleados limpiando todo. Me acerqué a unas de las mesas donde habitaba una botella de vino a medio beber y la coji con mis manos. Mire todo con cierta tristeza nuevamente. Y luego me dirigí hacia mi habitación. Al llegar allí. Me encerré en ella. Me acerqué al escritorio viejo que se encontraba allí y coloque la botella en mis manos sobre su superficie. Luego empecé a quitar mi vestido mojado. Y ya desnuda con solo unas bragas. Coji nuevamente la botella de vino y la llevé a mi boca probando el rico líquido que contenía. Aquel sabor era delicioso.
Después mis pasos se dirigieron hacia mi cama y me senté en el borde de esta. Llevé de nuevo la botella a mi boca. Y empecé a cantar casi en un susurro.
"Kiss me hard before you go".
"Summertime sadness".
Una risita sin gracia salió de mis labios.
"I just wanted you to know".
"That baby you're the best".
"I got my red dress on tonight".
"Dancing in the dark".
"In the pale moonlight".
Una lagrima salió de mis ojos. Estaba llorando después de mucho tiempo. Estaba siendo débil en la soledad de mi cuarto ¿En qué me había convertido? No lo sabía. No sabia nada de mi. Solo estaba completamente vacía. Me ahogaba en el inmenso océano de la tristeza y vacío.
Allí estaba. Desnuda en la oscuridad.
Bebí todo el líquido que contenia la botella en mi mano. Luego la dejé caer al suelo. El sonido de la botella rompiéndose se escuchó fuerte. Y después me lancé de espaldas en la cama.
-¿En qué me convertí?
Solté aquella pregunta a la oscuridad que reinaba en mi cuarto. Otra risita tonta había salido de mis labios mientras las lágrimas seguían mojando mis mejillas.
Mis ojos se empezaron a cerrarse solos y me deje llevar.
Al día siguiente desperté con un fuerte dolor de cabeza. Aún me encontraba desnuda. Me senté en la cama y eché un vistazo por la habitación. Todo estaba convertido en un desastre. Mi vestido en el suelo y las sábanas blancas manchadas con vino. Mientras que la botella de éste estaba vuelta añicos en el suelo. Me incorporé completamente de la cama y fui directamente al baño. Luego de haberme dado una ducha. Baje a desayunar con mi padre. Al llegar al comedor este se encontraba leyendo el periódico.
-Buenos días, padre.-Salude sentándome en la silla delante de él.
-Buenos días, cariño.
Nada más se dijo por nosotros después de aquel saludo. Empecé a comer en silencio. Era un silencio incómodo. Yo quería saber que estaba pasando con Sebastián. La curiosidad estaba presente en mi en aquellos momentos. Estaba tan confundida.
-¿Qué hacia el aquí?-Solte de repente.
Vi como mi padre levantó su cabeza posicionando toda su atención en mi.
-Negocios.
-¿Negocios?
-Si. Eso dije.
Cada vez más estaba confundida.
-¿Negociando con el hijo de tu peor enemigo? Eso no me aclara nada, padre.
-No tienes que tener nada claro, cariño. Sabrás todo a su debido momento.
Confusión. Confusión y más confusión. Aquello era lo que rondaba por mi cabeza.
-Este es el momento.
-Estoy en problemas.
-¡¿Como es posible?!
Seguía más confundida. Mi padre no me estaba aclarando nada.
-Si. Estoy en problemas. Y quiero que te cases con Sebastián.
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