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Trabajar en equipo era difícil y Obito sabía que parte de la dificultad era culpa suya. No es que no se tomara en serio el entrenamiento y las misiones de bajo rango. Es solo que no podía evitar ayudar a los ancianos y tampoco podía controlar aún toda esa energía que por momentos le hacía sentir que se iba a desborda de su cuerpo de alguna forma. Concentrarse era algo extremadamente difícil a veces.

Y el exceso de energía era algo extraño cuando lo analizaba porque si no estaba entrenado con el equipo siete, lo hacía también por su cuenta en el bosque o estaba ayudando con los mandados y quehaceres de los adultos mayores  (no sólo los de su clan). Además que no lograba dormir las horas que se suponía que necesitaba, es más, hasta algunas noches no dormía para nada. Al parecer había heredado la hiperactividad de su madre, además de un control emocional bastante bajo.

Los Uchiha eran personas muy emocionales. Amor y odio iban de la mano en muchas de las relaciones familiares y románticas, cualquier emoción podía ser llevada al extremo. Su madre fue un paso más allá y para la preocupación de su abuela, aunque quisiera no demostrarlo, él parecía también ir por ese camino.

Obito sabía por los comentarios de los demás ancianos del clan que su madre se había debilitado y no solo físicamente durando su embarazo por la depresión que le causó la perdida de su pareja. Ellos no se habían emparejado y sin esa unión nadie esperaba que llegara al extremo de  debilitarse tanto. Solo había aguantado hasta que llegó el momento de dar a luz a su hijo, pero hasta ahí llegó su lucha. Su abuela no le había dado detalles, solo dijo que durante el parto había habido muchas complicaciones y nadie pudo salvarla.

Obito nunca le confesó que sabía que mordió una cápsula de veneno en cuanto él lloró por primera vez a los pocos minutos de nacer.

Ella aceptó el rechazo del clan y su familia, también renunció a sus sueños y a su progreso como ninja. Todo para estar con el hombre que amaba y cuando lo perdió no pudo amar a nadie más lo suficientemente para querer seguir. Obito estaba consciente que su abuela, en cuanto más similitudes con su madre presentaba mientras crecía, tenía miedo de que él tuviera un final trágico al igual que ella. Que sus emociones lo dominaran lo suficiente para no ver más allá.

Obito a veces también temía que sus emociones lo superaran.

Pero una sonrisa y una actitud extremadamente positiva era su forma de evitar preocupar más a su abuela y ayudarse a sí mismo a no pensar tanto en lo que sus parientes más desdeñosos decían sobre él.

Aunque el ambiente tenso en los dominios de su clan y su hiperactividad no eran lo único que lo hacían desconcentrar, también estaban sus sueños que lo hacían despertar a mitad de la noche. Ya no podía ignorar que muchos de ellos al día siguiente o a los días se cumplían de alguna forma, no eran exactos, muchas situaciones sí sucedían pero no en el orden correcto o con las reacciones que recordaba. Así que Obito sabía que no eran confiables. Los más raros eran los que tenía cuando "soñaba despierto" y estos sí le preocupaban. No sucedían a menudo, en realidad sólo fueron cuatro veces en las que de la nada todo a su alrededor se desvanecía y veía a cosas como lo haría si estuviera durmiendo. Era como lo que creía que pasaría si fuera víctima de un genjutsu.

Y su última experiencia con esos sueños, que estaba comenzado a llamar de vez en cuando visiones, fue antes de la prueba en el bosque. Había terminado de dejar todas las bolsas que un anciano intentaba llevar por su cuenta a su hogar y se encontraba corriendo hacia el lugar dónde iniciarían el segundo examen cuando se detuvo tan de repente que no pudo evitar tropezar y rodar por el camino llenándose de pasto y tierra. Y mientras rodaba por el suelo tuvo esa extraña experiencia de soñar despierto. Había visto a Kakashi molesto esperando junto a una Rin preocupada, él le había gritado y regañado por su tardanza y Rin había suspirado aliviada e intentado aligerar el ambiente. No duró más de unos segundos y estaba seguro que pudo haber durado más si no fuera por el dolor en su rostro por terminar estrellándose de cara al suelo.

¿Recuerdos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora