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Luego de caminar toda la noche sin rumbo por la aldea, ya pasada la madrugada Obito se sintió extrañamente aliviado, como si una catástrofe hubiera sido evitada y por aquel recuerdo del zorro pensó que de alguna forma ese destino fue interrumpido. Sin entender su extraña sensación de alivio se dejó llevar por ello y se dirigió al complejo Uchiha.

Pero su calma se fue cuando ingresó al complejo, algo sí había ocurrido en el recinto de su clan. Obito había visto a los ancianos saliendo de la casa de Fugaku con caras aún más desdeñosas y molestas de lo normal. Esperando no ser el blanco de ese grupo había apurado sus pasos para escapar sin ser tan obvio, pero no fue lo suficientemente rápido en seguir su camino cuando el líder del clan lo detuvo con la mirada y le hizo una seña para que se acercara. Por suerte los ancianos solo lo miraron, con la misma mirada decepcionada y molesta con la que últimamente lo fulminaban, pero siguieron caminando lejos de ellos mientras conversaban en voz baja.

Obito no sabía qué esperar cuando Fugaku lo hizo caminar a su lado hacia el santuario Nakano en silencio, pero definitivamente no creyó que sería para bajar a un sótano que jamás había visto antes y observar una tabla de piedra partida a la mitad.

—Eh...— se movió incómodo en su sitio sin saber qué decir. Si bien no era el Uchiha más aplicado en las costumbres de su clan no quería faltarle el respeto a la deidad que veneraban en la parte superior de este templo, aunque en esta parte no había nada de Amaterasu.

—Esta tabla contiene el conocimiento de nuestro clan, solo los que hayan despertado el sharingan pueden verla— Obito levantó las cejas mirando con más atención la tabla, la piedra se había resquebrajado mucho en ambas partes luego de haberse partido en dos y lo escrito era difícil de entender. —Quienes lograron evolucionar el sharingan pudieron decifrar los mensajes ocultos para los ojos normales. Era mi intención mostrarte el sekihi, porque a pesar de todo tú lograste evolucionar el sharingan perfectamente hasta tener el Mangekyo y serías capaz de leer más que cualquiera de los ancianos y todos los demás Uchiha que visitaron este lugar antes.

—Oh... Qué honor, supongo. Pero no hay mucho que leer ahí...— sonrió un poco evitando la mirada que no vio pero pudo sentir sobre él. Pero cuando el silencio se volvió incómodo volvió a moverse en su sitio sin poder quedarse quieto y miró al líder del clan esperando que lo dejara irse.

—Ésto ocurrió anoche, sin razón alguna el sekihi se partió en dos y sus escrituras se volvieron ilegibles hasta para mí. Fue un suceso extraño, pero algo así ya había ocurrido antes. Hace unos años la piedra se marcó de forma inexplicable por la mitad y meses atrás, exactamente el día que nació mi hijo Sasuke, se resquebrajó y anoche esa marca dividió la piedra dejándola así.

—Que mal...— dijo sin saber qué decir y alejándose unos pasos de Fugaku cuando lo vio sonreír un poco. Ese hombre jamás sonreía, al menos no en público y mucho menos a la oveja negra de la familia así que no pudo evitar alejarse preocupado.

—Tal vez fue lo mejor— fue lo que dijo volviendo a su expresión estoica de siempre haciendo que Obito se relajara. Pero su relajación no duró mucho cuando notó el sharingan en los ojos de Fugaku para luego ver los tomoes moverse lentamente hasta darle forma al Mangekyo Sharingan haciendo que instintivamente Obito hiciera lo mismo —Durante un largo tiempo fue de conocimiento común que para obtener el Mangekyo Sharingan se debía sacrificar un ser amado para obtenerlo y por ello muchos portadores del sharingan, luego de llegar a perfeccionarlo hasta su límite, sacrificaron a quienes amaban en busca de ésto. Luego de formar una alianza con el clan Senju para formar Konoha esas prácticas dejaron de ser de conocimiento común y lo único que compartimos a nuestros descendientes es que usualmente los sentimientos de desesperación son los que hacen que el sharingan se manifieste.

¿Recuerdos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora