Capitulo 3

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El erizo de betas rojas alzó una de sus cejas de forma juguetona.

- ¿Eso quiere decir que ese puesto esta libre aún? - insinuó Lancelot con una sonrisa ladina.

- Pues, sí. - respondió simplemente el erizo de púas azules y piel melocotón.

- Me pregunto quién podría ser la afortunada... ¡Puedes cumplir con el más alocado sueño de una plebeya y convertirla en reina! ¿No crees que sería maravilloso, Arthur?

- Oh, Lancelot, detente. - se ruborizó Arthur mientras reía con nerviosismo - No me van las damas...

El caballero se quedó completamente  estupefacto al oír aquella declaración, no sabía que hacer ni que decir ¡Para él era toda una sorpresa! No esperaba que su rey tuviera otros gustos, o mejor dicho en otras palabras, no pensaba que ambos tendrían los mismos gustos...

- L-Lo siento, Lancelot, s-si te...sientes incómodo con el tema...no diga nada más y terminemos nuestro baño ¿Sí? - trató de excusarse el erizo azul, sintió de pronto que había metido la pata y que arruinó por completo todo.

Lancelot no pudo contenerse esta vez y, con seguridad, se acercó a su rey peligrosamente mirando directamente sus orbes esmeralda de manera intensa. Arthur sorprendido por la cercanía contuvo la respiración, parecía como si todo a su alrededor se hubiera detenido de la nada y sin explicación alguna. El caballero de mirada carmesí sonrió ladino tomando a su alteza de la cintura mientras se preparaba para decir lo que tenía planeado en su mente.

- No me incomoda en lo absoluto, Arthur. - dijo por fin el erizo negro sin despegar su mirada del otro, acercándose poco a poco para finalmente susurrarle - Aunque le parezca extraño...a mi tampoco me van las damas, al igual que usted, me van más los hombres...

La temperatura de la habitación, sumada al inesperado giro de la situación estaban siendo el motor y motivo de un peligroso roce que atentaba con suceder en cualquier momento. Arthur se sentía en el cielo, esta era la primera vez que otro hombre compartía ese particular y extraño gusto que él tenía. Deseaba tanto poder besar sus labios sin mediar palabras...

Y así lo hizo.

Arthur tomó a su caballero del rostro, uniendo sus labios en el acto. Este correspondió inmediatamente aquel dulce contacto, tener los abultados belfos del otro le resultaba embriagante y quería más de esa sensación. Lancelot apegó el cuerpo de su rey al suyo, haciendo que su alteza se sentara encima de él y se removiera sobre su hombría con furia.

- No te detengas...por favor. - soltó de pronto el erizo de púas azules en un suspiro en medio de los apasionados besos.

- No lo haría aunque me lo pidiera...

Pasaron el resto de su baño toqueteando cada parte del cuerpo del otro, olvidándose por completo del pudor.

...

Momentos después del baño los erizos se vistieron, Arthur optó por cubrir su cuerpo con otro gran camisón de color blanco mientras que Lancelot se puso un pantalón de un color claro, dejando su torso desnudo para la apreciación de su alteza. Ambos estaban muy conscientes que estaban hechos un desastre después de la pequeña situación ocurrida en el cuarto de aseo, se sentían atraídos entre ellos, como si se tratara de un imán. El erizo de piel melocotón aún recordaba como las manos del moreno lo recorrían por completo mientras lo besaba dulcemente.

Se estaba sonrojando de nuevo.

Lamentablemente el momento fue interrumpido por el caballero, quien tratando de usar lo poco que le quedaba de cordura, le susurró que ya era tiempo de salir de la bañera, para que ese momento no pasara más.

Así es como habían terminado en los aposentos de Arthur.

- Lancelot... - dijo el del camisón blanco al erizo negro con un rostro completamente ruborizado.

- ¿Sí, Arthur? - respondió de inmediato el de betas color sangre con una pícara sonrisa de lado a lado.

- ¿Podrías quedarte a cuidar de mi, solo por esta noche?  - preguntó el azul con mucha vergüenza, el caballero pensó en ese instante que no había ser más hermoso que él.

- Si lo deseas, con gusto me quedaré a cuidar de tí. - afirmó Lancelot, aproximándose al cuerpo su majestad poco a poco.

- Claro que lo deseo. 

Lancelot lo abrazó de la cintura.

- Entonces, te protegeré con mi vida, Arthur.

Ambos erizos terminaron enredados entre las sábanas, los fogosos besos y el atrevido toqueteo se hicieron presentes de nuevo, haciendo que los dos soltaran suspiros y jadeos de placer. Sin embargo ambos se sentían cansados y dieron por terminada la sesión de besos cuando Arthur se acurrucó en el pecho de su caballero.

- Buenas Noches, Lancelot... - se despidió el de orbes verdes mientras le daba un corto beso en los labios a su protector.

- Descansa. - respondió dulcemente Lancelot, dando por terminado el agotador día que tuvieron al caer en un profundo pero a la vez ligero sueño.

...

Al día siguiente, Lancelot ya se encontraba totalmente despierto; eran la 6:00 AM de la mañana (aunque Lancelot realmente no lo sabía), y tenía el conocimiento que su alteza despertaba un poco más tarde que él, pues él ya había adquirido el hábito de madrugar sin problema. Gracias a la paz y a la tranquilidad de la mañana, se permitió observar al erizo azul sobre su pecho. Arthur aún dormía y el caballero le agradecía al cielo el tiempo que le daba para admirar la belleza de su rey, es así que se permitió acariciar la cintura de su alteza con cariño mientras le daba un beso en la frente.

Era simplemente perfecto.

De pronto, el moreno sintió como el cuerpo que se encontraba durmiendo sobre él se removía lentamente, Arthur ya estaba despertando.

- Buenos Días, su majestad. - sonrió Lancelot mientras afirmaba el agarre de la cintura con dulzura - ¿Qué tal descansó anoche?

- Buenos Días, Lancelot... - respondió el erizo melocotón somnoliento, tratando de alcanzar la mirada del ya mencionado - Anoche descansé increíblemente bien gracias a cierto erizo que me abrazó hasta el amanecer...

El caballero no pudo evitar reír con ganas al oír esa tierna respuesta, comenzando una nueva sesión de besos con su rey al sentirlo muy cerca de él. 

Pero, en otro lugar del castillo, no ocurría lo mismo, exactamente en la habitación de Galahad, este estaba suspirando de amor por su maestro de hechicería, Mephisto, quien siempre fingía no darse cuenta de los sentimientos de su aprendiz puesto que tenía un inconmensurable miedo al padre de este, Sir Lancelot, ya que pensaba que este sería capaz de hacer todo lo posible por separarlos si es que se enterara de una relación entre él y su hijo.

Realmente Mephisto no quería que los separaran.

- Tengo que llegar temprano con Mephis. - se dijo a sí mismo el erizo plateado mientras se vestía rápidamente con su armadura.

-Pues yo ya estoy aquí por ti.- contestó Mephisto al entrar imprudentemente al cuarto de Galahad y sin previo aviso.

- ¡Ma-Maestro! - gritó el de orbes ámbar al asustarse de la imperceptible presencia de su "Mephis".

Mephisto sonrió ante aquella tierna reacción, aunque sabía que era de esperarse de Galahad, eso lo enamoraba más en vez de aburrirlo, pues le encantaba ver a su estudiante hacer esos gestos tan adorables.

- ¿Nos vamos ya? - preguntó Mephisto al ver que Galahad ya se encontraba casi listo.

- ¡Si! -respondió el plateado con una sonrisa mientras seguía a su maestro, retirándose de sus aposentos.

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¡Hola! ¿Como estan? Lamento no haber subido capi pero ¡aqui esta el cap tres! Espero que lo disfruten.

See you Later!

Editado: Aclaración importante, Lancelot y Arthur no tuvieron nada más intimo que los toqueteos. Solo fue un "calentón", como lo dicen en mi país, aun no tuvieron nada de sexo.

¡Por el rey! | LancelotxArthur |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora