Fiebre

932 82 49
                                    

-No viste el pronóstico del clima, ¿cierto? -preguntó con una ceja alzada.

-¿Pronóstico del clima? Tengo quince años, no ochenta -Su voz tiritó al responder.

Karma Akabane podía jactarse de muchas cosas: fuerza física y mental, inteligencia, creatividad y una buena apariencia, pero si había algo de lo que carecía era un buen sistema inmunológico. Cualquiera pensaría que al haber crecido prácticamente solo, hacía lo que quería; que saltaba en la lluvia y comía helado a las tres de la mañana, y que eso ayudaría a su sistema inmune a madurar y fortalecerse contra los bruscos cambios climáticos en Japón. Cualquiera se equivocaría.

Por otro lado, Asano Gakushū, un chico independiente pero sumamente cauteloso, era portador de un fiero sistema inmune. Jamás se exponía a cambios de temperatura si no era necesario, la mayoría de sus bebidas favoritas eran calientes y tenía una afición por la limpieza. Siempre que alguien le preguntaba, lo atribuía simplemente a un factor genético hereditario; después de todo, su padre también poseía una salud digna de admirar.

Le dio un vistazo a su, reciente, amigo-no-tan-amigo. Karma tenía la punta de la nariz algo roja y, por mucho que parecía intentar evitarlo, el ligero castañeo de sus dientes era bastante notorio ante los oídos ajenos. Suspiró en rendición al mismo tiempo que comenzaba a sacarse la sudadera negra.

-Toma -Se la lanzó a la cara sin que pudiera reaccionar. El pelirrojo tomó la prenda en sus manos, la miró con una ceja alzada y luego al dueño de esta. Asano rodó los ojos-. Escucha, no he estado resfriado muchas veces en mi vida, pero sé que es un asco.

-No la necesito -fingió. Quizá podría enfermarse, pero no iba a deberle un favor a Asano Gakushu; no, señor, él aún tenía algo de dignidad. El oji violeta alzó ambas cejas con sorpresa-. Puedo llegar a casa con solo mi sudadera.

-Como quieras, pero cuando tengas fiebre y mocos, yo solo diré que te lo dije.

[...]


-Te lo dije.

Karma rodó los ojos como pudo. Gakushuu estaba acostumbrado a ese gesto, pero el hecho de que Akabane portara una cobija rosa alrededor de los hombros que caía hasta sus rodillas, tuviera la nariz rosada, los ojos ligeramente irritados y un puchero permanente en sus labios, lo hacía algo digno de admirar.

-Yo no te llamé -dijo, pero le permitió al peli naranja entrar a su hogar antes de cerrar la puerta y girarse hacia él.

-No, pero parece que me necesitas. Ya sabes, nada nuevo -Sonrió.

-¿Así que vienes a ser mi enfermero personal, Gakushu? ¿Vas a cuidar bien de mí?~ -burló con voz ronca-. Quiero que sepas que no voy a pagarte.

-Es servicio gratis esta vez.

-Me gustan las... -Estornudó, y Shuu se dio cuenta de que jamás había escuchado un sonido tan lindo. Estaba seguro de que nadie esperaba que el matón del instituto estornudara como un perrito chihuahua-. Me gustan las cosas gratis.

Caminó hasta su sofá y se sentó entre el montón de otras cobijas y papeles arrugados, con las piernas arriba del mueble, apretujadas contra su pecho.

Gakushuu ni siquiera preguntó; fue directo a la cocina como si de su propia casa se tratara a pesar de que solo había entrado a la mansión un par de veces antes. Inspeccionó las estanterías hasta que encontrar lo que buscaba; rápidamente, comenzó a preparar té de jengibre para el pelirrojo. No pudo evitar mirar a la sala a través del marco de la puerta cada que Karma tosía, estornudaba o se sonaba.

Regresó con Karma con una taza de líquido humeante en la mano, la puso sobre la mesa de centro y miró fijamente al chico. Su rostro había enrojecido considerablemente y era notorio cómo apenas podía mantener los ojos abiertos. Se agachó un poco y llevó una mano a su frente bajo una mirada expectante y soñolienta.

Asakaru Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora