O6. Lo siento

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La orden para que la selección se fuera de Qatar lo más pronto posible había sido dada. A la mañana siguiente deberán estar tomando el avión para regresar a México.

Las especulaciones en el internet y noticieros sobre quién era el omega del equipo mexicano no faltaban.

Algunos decían que era Diego Lainez debido a su ausencia en el mundial. Otros Jorge Sánchez, y por supuesto, Guillermo Ochoa no se salvaba de ser señalado.

Sin embargo, Memo sabía que era cuestión de tiempo para que la gente comenzara a atar cabos.

Una de las condiciones para poder estar dentro de la selección era que su casta no traería ningún problema o de lo contrario terminaría siendo echado.

La salida obligatoria de Memo terminaría siendo lo que dé la respuesta al público sobre quién era el omega de la selección.

Todo estaba perdido, y ni siquiera podía darse el lujo de acostarse para deprimirse en su habitación de hotel, pues debía apresurarse y hacer sus maletas.

No pudo evitar darle una mirada a su celular, el cual había estado sonando ininterrumpidamente.

— Ahora sí no estás ocupado, ¿verdad? Hijo de la chingada. — Siguió haciendo sus maletas con coraje mientras las llamadas del argentino se seguían acumulando, hasta que se cansó y apagó su celular.

El ver su nombre en su celular solo le hacía doler más el pecho al recordar lo estúpido que fue por confíar en sus palabras.

El sonido de alguien llamando a la puerta lo distrajo de sus pensamientos.

Para ser sinceros, no tenía ganas de ver a nadie, pero sabía que podía ser algo importante, por lo que se obligó a sí mismo a abrir la puerta.

Se arrepintió tan pronto identificó a la persona parada frente a él.

— Memo, por favor, necesitamos hablar. — Intentó cerrar la puerta pero Messi fue más rápido y logró entrar a la habitación.

— Por favor, vete de aquí, debiste suponer que no quería verte cuando ignoré todas tus llamadas. — Un nudo en su garganta comenzaba a formarse. No quería que él lo viera llorar. No quería mostrarse vulnerable ante él una vez más.

— Por favor, las cosas no son como vos creés que son. Permíteme explicarte. — Trato de tomarlo de las muñecas para calmarlo.

— ¿Entonces cómo fueron? ¿Vas a ser tan doble cara como para venir a mentirme y decir que no me engañaste para tu propio beneficio? — Comenzó a exaltarse cada vez más. A este punto ya no le importaba que sus lágrimas comenzaran a escurrir por su rostro. — ¡Y yo como pendejo creyendo cualquier tontería que me decías!

— No lo voy a negar. Sí te busqué por el partido. — Esa confesión terminó de romper el corazón de Memo, sus sollozos solo incrementaron.

— Eres un cínico. — Trató de zafarse de su agarre, el peso de sus palabras solo aumentaba el sentimiento de humillación en el omega.

— Memo, por favor, escúchame. — Ambos forcejeaban, uno en búsqueda de tranquilizar al otro, mientras que el segundo solo quería alejarse de toda la situación que hacía incrementar su dolor. — ¡Yo nunca te mentí cuando dije que estaba enamorado de vos! Todo lo que te dije esa ocasión era cierto.

— ¿Qué te hace pensar que voy a volver a caer en tus mentiras? Por favor, si alguna vez me tuviste un poco de cariño como dices entonces lárgate de aquí. — La situación lo superaba con creces, sentía que en cualquier momento colapsaría por la tensión acumulada durante todos estos días.

En ese momento, pudo vislumbrar una figura parada en el marco de la puerta, la cual, todo este tiempo no había podido cerrar debido a la intrusión de Leo.

— Memo… Tienes una llamada… Es que tu celular está apagado… — Era Lozano. La discusión no le permitió percatarse del momento en que su compañero había llegado, quien probablemente, había oído suficiente para suponer que era lo que estaba pasando.

Memo frotó su rostro para limpiar sus lágrimas y tratar de mantener una apariencia más relajada.

"Por favor, vete ya de aquí." Murmuró al argentino y se acercó a la puerta para averiguar de qué se trataba la llamada.

— Compermiso. — Finalmente, Messi hizo caso a la petición de Ochoa y se retiró.

El omega trató de pretender delante de su amigo que lo que acababa de ver no había pasado, aunque el rojo de sus ojos lo delataba.

— No voy a decirle al resto sobre lo que oí, pero debes prometer que no volverás a verlo nunca más. — Las pocas esperanzas de Ochoa de que Chucky no haya oído nada se esfumaron. — Te lo pido por tu bien, por favor.

— Está bien. Lo prometo. — Dando así cierre al tema entre ellos dos.

De todas formas. Memo ya no tenía ninguna intención de volver a ver a Lionel nunca más.

Secreto tras vestidores | MessichoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora